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martes, 1 de febrero de 2011

Segundo capítulo de Aliento, primer libro de El umbral del alma.



Hola de nuevo!!!
Increíble pero cierto, ya hemos liquidado el primer mes de 2011 y parece que fue ayer cuando estábamos tomando las uvas y celebrando el Fin de año.
Espero que vuestros propósitos vayan llegando a buen puerto, a lo largo del año, y también espero que Vida está en vuestras manos antes del verano. Ya tengo ganas de conocer vuestras reacciones, aunque esa espera también me causa cierta... tensión.
Os recuerdo que la encuesta sigue abierta, así que podéis seguir votando.
A continuación, como os dije en la anterior entrada, dejaré el segundo capítulo de Aliento a vuestra disposición para todos aquellos que queráis leerlo, con la intención de que la historia de Daren se vaya difundiendo y vaya llegando a más gente. Sería genial que, tanto los nuevos lectores como los que seguís la saga desde su comienzo, pudiésemos intercambiar opiniones.

Un beso a todos!!!  

Capítulo 2

TODO SE TORNA REAL

“El cuerpo humano no es más que apariencia, y esconde nuestra realidad.
La realidad es el alma.”

Víctor Hugo (novelista francés)


Cuando Daren despertó corría descalzo en dirección a algún sitio, la cuestión era hacia dónde. Su cuerpo o su inconsciente parecían saberlo porque tomaba las calles con seguridad, pero él no lo sabía. Debía estar soñando porque no recordaba poder correr tan rápido, pero todo era demasiado real. No era como la visión.
La visión, pensó entonces. Estaba viviendo algo que ya había visto. Ese momento era físico, no mental. Ahora sí notaba el frescor de la noche en su torso desnudo y el frío asfalto bajo sus pies.
Mientras de alguna forma pensaba todo aquello se detuvo en una calle poco iluminada y alzó la vista hacia una farola parpadeante. Veía mejor que en la visión. Sus ojos parecían acostumbrados a la oscuridad. Entonces oyó jadeos y una carrera, y supo exactamente hacia dónde tenía que mirar y lo que iba a ver. Un hombre corriendo hacia él, con el rostro desencajado por el miedo, apareció por la esquina.
¿Qué coño se supone que va a pasar ahora?, pensó colocándose instintivamente en una posición entre defensiva y expectante. ¿Cath me va a despertar?
El hombre estaba a un par o tres de metros de él.
-¡Ayúdeme! – le pidió prácticamente ahogado a causa de la carrera.
Daren se tensó de manera brusca. Alguien más había aparecido en la calle, aunque el chico casi no había tenido tiempo de percibirlo, cuando vio como se abalanzaba sobre el hombre y lo derribaba. No había tardado ni un segundo en atacar.
El cuerpo de Daren pareció reaccionar sólo y se abalanzó sobre el atacante derribándolo. En un momento se encontró rodando por el asfalto agarrándolo y  forcejeando con él. Cuando se detuvieron, el hombre miró al chico con ojos felinos y expresión de sorpresa, e inmediatamente salió disparado hacia su presa otra vez. Sin saber exactamente cómo Daren se lanzó en la misma dirección y notó como la sangre lo salpicaba. Inmediatamente supo que era demasiado tarde y que el hombre al que sujetaban por el cuello como si su peso fuese el de un muñeco, ya estaba muerto.
Entonces percibió claramente algo similar a una niebla desprendiéndose del cuerpo que se desplomaba en el suelo, y vio como extendiendo una mano sobre él, el atacante la absorbía y luego desaparecía, sin ni siquiera volver a mirarlo, con la misma rapidez con la que había aparecido.
Daren se sintió frustrado y terriblemente enojado. Debía haber salvado a aquel hombre. Notó su sangre golpeándole las sienes, pues apretaba los dientes con una rabia que nunca había conocido y su cuerpo temblaba. Sus manos se mancharon de sangre cuando le dio la vuelta al cadáver. Literalmente le habían arrancado el corazón. La mano había perforado la espalda y había atravesado todo el cuerpo.
En aquel momento Daren empezó a sentirse fatal. No era por la visión del cuerpo mutilado ni por la sangre, era porque estaba agotado. Le dolían terriblemente los hombros dónde aquel asesino se había agarrado, cuando ambos rodaron por el suelo, y se notaba algo mareado. Sabía que tenía que echar a correr si quería llegar a casa antes de caer exhausto y así lo hizo, dejando atrás el cuerpo inerte tirado en el callejón.


Cath se había levantado al lavabo y antes de meterse en la cama se acercó a la ventana para cerrarla, cuando un ruido la hizo asomarse y mirar hacia abajo. Un grito se ahogó en su garganta al ver a su hermano tendido sobre el césped.
Salió precipitadamente de la habitación. Enseguida desactivó la alarma del piso inferior y bajó las escaleras tan rápido que en dos ocasiones tuvo que agarrarse a la baranda para no caerse. Cogió las llaves con manos torpes del mueble del recibidor y antes de salir al jardín desactivó la otra alarma.
Corrió lo más rápido que pudo bordeando la casa hasta la parte trasera, que era hacia dónde daban las ventanas de su cuarto, y cuando vio el cuerpo de su hermano pensó que el corazón iba a parársele.
Se arrodilló junto a él y lo miró. Respiraba, estaba segura, pero tenía enormes hematomas en los hombros y salpicaduras de sangre. No sabía si tocarlo o si salir corriendo a pedir ayuda. Cuando se decidió por lo segundo y estaba a punto de levantarse, una rápida mano del chico le cogió un brazo. Ella se sobresaltó un poco.
-No llames a nadie, por favor - le suplicó.
Cath se acercó a su rostro.  Los ojos de su hermano se abrieron y la enfocaron.
-¿Qué te ha pasado, Daren? - preguntó nerviosa y con lágrimas empezando a deslizarse por sus mejillas.
-No estoy muy seguro - susurró intentando incorporarse –. Tienes que ayudarme, Cath.
-¿Podrás caminar?- se preocupó ella -. ¿No será mejor que vaya a buscar a alguien?
Él negó con la cabeza.
-Ayúdame tú.
La chica obedeció y lo ayudó a levantarse intentando hacerle el menor daño posible. Cuando estuvieron de pie y Daren se apoyó sobre ella, ambos estuvieron a punto de volver a caerse.
-No puedo contigo Daren - sollozó.
-Perdona, me he echado mucho sobre ti.
Intentó caminar apoyándose lo justo en su hermana, que temblaba de nervios agarrándolo por la cintura.
-Estás muy caliente, creo que tienes fiebre.
Llegar hasta la habitación del chico les llevó lo que a Cath le pareció una eternidad. Después de cerrar la puerta se sintió algo más relajada ya que, por lo menos, nadie los había visto que era lo que su hermano quería.
Daren tiró de ella hacia la cama.
-No. Tienes que lavarte antes y yo también, sino vamos a llenarlo todo de sangre.
Él afirmó con la cabeza, no creía tener fuerzas ni para hablar.
Cath lo sentó en el suelo del baño recostándolo contra la pared y dejó correr el agua de la bañera. Cuando empezó a salir templada puso el tapón y se volvió de nuevo hacia Daren.
-Voy a tener que desnudarte del todo - le dijo sonrojándose. Los tiempos en los que se habían bañado y cambiado juntos habían quedado atrás hacía bastantes años y la situación era un poco incómoda llegados a aquel punto -.¿Te importa?
Daren negó con la cabeza mirándola con dulzura.
Cuando por fin Cath consiguió lavar a su hermano, colocarle un pijama y meterlo en la cama, eran las cinco y media. Después de eso aún tuvo que limpiarlo todo, recorrer el camino que habían hecho al entrar en la casa para comprobar que no habían dejado ningún rastro, conectar las alarmas de nuevo, ducharse, cambiarse y esconder la ropa de ambos. Estaba agotada cuando volvió a entrar en la habitación de Daren y se sentó junto a él en la cama.
Lo miró. Sudaba a causa de la fiebre, estaba pálido como el papel y deliraba, pero al notarla cerca abrió los ojos y también la miró.
-Te voy a dar un ibuprofeno y luego intentaras dormir, ¿vale?
-Gracias hermana - musitó.


Aquella mañana Daren soñó con flashes de su infancia. Jugaba con sus padres y su hermana en los jardines; debía tener unos seis años y su padre lo llevaba a caballito; estaba haciendo castillos de arena con Cath en la playa… Lo recordaba todo y estaba descansando bien hasta que de golpe se vio con una edad algo inferior, quizá unos tres años o menos. Iba sentado en el asiento trasero de un monovolumen, bien colocado en su sillita reglamentaría, y a ambos lados llevaba a dos niñas algo más mayores que tenían su mismo color de pelo castaño, y que parecían enfadadas la una con la otra. Él las observaba. Una joven mujer se volvía desde el asiento del copiloto para mirarlos mientras, por el espejo retrovisor, unos ojos negros también los miraban unos segundos. Daren sintió amor en aquellas dos miradas y sonrió. Acababan de dejar atrás un cartel de carretera. Como niño no había sabido identificar las letras, pero como adulto sí lo hizo.
Abrió los ojos de golpe y se quedó mirando el techo de su cuarto. No se había movido de la postura en que Cath lo había dejado aquella madrugada y cuando intentó hacerlo en aquel momento sintió una terrible punzada de dolor en los hombros.
Debía ser bien entrada la mañana porque una enorme claridad bañaba la habitación.
-¡Buenos días! - exclamó Cath acercándose a él. Se sentó en el borde de la cama y sonrió -. Son casi las dos del mediodía.
-¿Cuánto he dormido? - sentía la boca seca y pastosa.
-Unas… cinco horas porque tardaste bastante en tranquilizarte del todo - explicó ella poniéndole una mano en la frente -. Ya no tienes fiebre.
-Gracias por todo - intentó incorporarse un poco a pesar del dolor. Cath lo ayudó y le puso una de las almohadas en la espalda -. ¿Qué le has dicho a papá y mamá?
-Que pasaste mala noche y estuviste vomitando, por eso han decidido que era mejor dejarte dormir.
-¿Llegué a vomitar?
-Creo que fue lo único que te faltó, aunque hubo un momento en que pensé que lo harías - explicó ella cogiéndole una mano -. ¿Qué te pasó Daren?
Se miraron a los ojos. Había llegado el momento de las explicaciones, pero… si no las tenía para él, cómo iba a tenerlas para su hermana.
-No estoy muy seguro…- empezó a decir. Se acordaba de todo o casi todo, pero era una locura.
-¿Te peleaste con alguien?
-Sí…- murmuró él.
-Tenías sangre en las manos y en la ropa que no era tuya, y también tienes los hombros señalados como si alguien se hubiese agarrado a ti con mucha fuerza. Se notan perfectamente los dedos.
Tanto, pensó el chico. Cuando aquel hombre y él habían forcejeado y rodado por el suelo, Daren había notado como lo agarraba pero no le había parecido tan exagerado como para dejarle una señal como la que su hermana describía.
-Además Daren… ¿Cómo saliste de casa y volviste a entrar si todas las alarmas estaban conectadas?
Por la ventana,  recordó entonces. Había saltado por la ventana de su cuarto y lo había hecho a una velocidad tan bestia que era normal que los sensores no hubiesen detectado ningún movimiento.
Cath suspiró levantándose y sacando a Daren de sus recuerdos.
-¿No vas a contarme nada? - se enfadó
-No sé que contarte - confesó él.
-Cuéntame la verdad.
Daren miró a su hermana que esperaba una explicación.
-La verdad no la creo ni yo.
-¿Tan horrorosa es?
-Es horrorosa…- recordó la rapidez con la que aquel brazo había atravesado el pecho del hombre - … y es increíble.
Hubo un silencio entre ambos hasta que, de repente, Cath saltó sobre la cama y se quedó de rodillas con el rostro muy cerca del de Daren.
-¿Qué pasa? - exclamó sobresaltado.
-Han encontrado a un hombre muerto en un callejón cerca de la entrada del puerto deportivo esta mañana…- se sentía culpable por pensar lo que estaba diciendo y lo que iba a preguntarle, Daren lo notaba en su mirada -. Pero tú esta noche no has estado allí, ¿verdad?
No contestó enseguida. Hasta que punto él no había sido culpable de aquella muerte…
-Yo no lo maté, Cath - confesó muy despacio.
La chica se asustó con aquella respuesta. Había esperado un no rotundo y su hermano le estaba abriendo nuevas y horrorosas posibilidades.
-¿Qué… qué quieres decir? - tartamudeó.
-Estaba allí, aunque no me preguntes por qué y … vi cómo atacaban a un hombre... Yo reaccioné tirándome sobre el asesino y forcejeamos un poco, pero ya era demasiado tarde. El hombre ya estaba muerto - no era del todo cierto, pero tampoco mentía. Cath debería conformarse con eso por el momento, pensó -. Me manché de sangre las manos cuando volví el cuerpo para comprobar que no tenía vida.
Cath se echó las manos a la cabeza y se levantó nerviosa.
-¡Dios! ¿Por qué no llamamos anoche a la policía, Daren?
-Tranquilízate. Me asusté y me quedé hecho polvo con aquella visión… Tú me viste, no podía ni hablar.
-Pero…
-Tenía signos de una pelea y la otra persona había desaparecido… ¿quién hubiese sido el acusado, Cath?
Ella se horrorizó con la respuesta. Estaba claro que él.
-¿Tú eres inocente? - necesitaba asegurarse aunque su hermano se enfadase por su insistencia.
-Sí - afirmó levantándose. Cath se  acercó a él cuando  vio que se tambaleaba –.Y creo que tú estás más segura incluso que yo - sonrió.
-¿Te ayudo a vestirte?
-Acércame unos vaqueros y una camisa, por favor.


Después de comer, Daren bajó al garaje a ver su regalo. El coche nuevo tenía un lazo rojo en el volante que había sido idea de Cath.
Las luces intermitentes parpadearon cuando accionó el cierre centralizado de la llave.
El interior olía a nuevo y en cuanto se sentó en la plaza de cuero del conductor supo que iba a ser una pasada conducirlo. Estuvo curioseando la parte del cuadro, la guantera y todos los extras que tenía, hasta que su vista se clavó en el espejo retrovisor y en el niño que lo miraba a través de él en el asiento trasero. Entonces volvió a ver el cartel de carretera y comprendió de inmediato lo que tenía que hacer.


La cena transcurrió tranquila y el tema de conversación que imperó fue la fiesta y los regalos de los chicos. Daren se enteró que a Cath le habían comprado un portátil nuevo, un móvil y ropa.
Estaba esperando a que todos terminasen el postre para anunciar la decisión que había tomado y, cuando Cath se metió la última cucharada de yogurt en la boca, decidió que no había que demorarlo más. Iba a causar un terremoto en casa lo dijese cuando lo dijese.
-Voy a solicitar la anulación de mi matricula en la universidad para este curso - anunció entonces, mirando a sus padres sentados en frente.
-¡¿Cómo?! - exclamó Rebecca.
Todos lo miraron perplejos. Incluso Lorna, que se había acercado a retirar los platos, se había quedado inmóvil.
-Me quiero ir fuera una temporada.
-Pero…¿te refieres a estudiar fuera de Los Ángeles? - le preguntó su padre confundido.
-No papá. Me refiero a no estudiar y a irme algo lejos de aquí.
Su madre abrió aún más los ojos. Parecía aterrorizada con la idea de que Daren se alejase de ellos.
-¿Qué ha pasado hijo?¿Por qué quieres irte?
-No ha pasado nada, sólo quiero cambiar de aires una temporada. En serio, no os asustéis - explicó sonriendo para tranquilizarla.
La única que no había entrado en la conversación era Cath que miraba a su hermano con ansiedad.
Después de un silencio y de que Lorna se retirase, el señor Thomas puso una mano sobre la de su esposa, que reposaba inmóvil sobre la mesa y dijo:
-Está bien. Creo que de alguna manera todos hemos sentido esa necesidad de querer hacer algo diferente en nuestras vidas.
-Gracias por entenderlo papá - miró a su madre, que no parecía tan convencida como su esposo, y añadió -. No voy a desaparecer, es solo temporal, pero necesito irme.
-Pero… vas a estar de un lado para otro un año entero…
-No te preocupes mamá. No voy a estar dando vueltas como una peonza - bromeó, intentando suavizar la tensión del ambiente -. Me iré a Whitefish en Montana.
Sus padres palidecieron de forma inmediata.
-¿Qué pasa? - preguntó él alarmado. Por primera vez desde que habían empezado a hablar  Cath retiró la mirada de su hermano para dirigirla hacia sus progenitores. La respiración de Rebecca  parecía acelerarse y la mano de su padre se había cerrado en un puño.
Daren sintió aumentar la tensión y el miedo en el ambiente. Si su madre hubiese estado de pie estaba seguro que se habría desplomado.
-¿Por qué Whitefish? - consiguió articular su padre.
-No lo sé - mintió Daren -. Creo que tiene uno de los mejores resorts de ski de todo el país.
-¿Sólo es por eso? - insistió Thomas.
El chico se preguntó si sus padres sabían algo.
-Sí. No encuentro ninguna otra razón. Quería irme lejos, miré el mapa, señalé con el puntero en la pantalla del ordenador y… bueno, allí estaba Whitefish. ¿Por qué os sorprende tanto?
-La verdad es que…- Thomas vaciló y miró a su esposa. Si su hijo no sabía nada y todo era casualidad había que salvar aquella situación y dejar de dramatizar. Ella afirmó con la cabeza comprendiendo y aprobando lo que él pensaba. Su expresión intentó suavizase y volverse hacia la sorpresa –. La verdad es que tenemos una casa allí.
Esta vez el rostro inexpresivo fue el de Daren.
-Nunca os lo habíamos dicho y por eso nos hemos sorprendido tanto - continuó su madre –. La compramos hace más de quince años pensando en… una jubilación tranquila o algo así.
Daren cada vez estaba más convencido de que tenía que irse a Montana y de que sus padres estaban ocultando algo.
-Yo me voy con Daren.
La revelación de Cath, después de estar todo el rato en silencio, fue como una bomba. Daren la miró sorprendido e inmediatamente se desencadenó una lucha entre la chica y sus padres. Había un intercambio  de negaciones, protestas y súplicas, que el chico percibía como ruido de fondo. Era como entrar en un local con música ambiente. Daren sabía que estaban discutiendo pero no escuchaba nada. Su cabeza estaba intentando asimilar las palabras que Cath acababa de decir y buscando un por qué las había dicho.


La situación había terminado con una negación rotunda de su padre y un ya veremos por parte de su hermana, que se había levantado de la mesa con brusquedad y se había encerrado en su cuarto sin querer hablar con nadie.
Daren estaba consultando por internet un mapa de carreteras cuando picaron suavemente a su puerta. El chico sonrió levantándose de su escritorio y abrió.
-¿Me esperabas?- preguntó Cath en voz baja.
-Te estaba dando de tiempo hasta la una.
-¿No son ya?- dijo ella entrando.
-Faltan cinco minutos.
Daren cerró la puerta y volvió a su escritorio. Su hermana se apoyó en el respaldo de su silla y miró la pantalla.
-¿Estás estudiando la ruta que vamos a seguir?
El chico hizo girar la silla y la miró.
-¿Sigues con esa idea?
-Sé que te vas por lo que pasó anoche…
-¿Y…? -  la invitó a seguir él, sonriendo.
-Y quiero irme contigo porque si te vuelve a pasar quiero estar para ayudarte.
Daren esperaba aquella respuesta. Cogió una mano de la chica y la atrajo hacia él para que se sentase en sus piernas.
-Espero que lo de anoche no se vuelva a repetir nunca, Cath - dijo luego.
-Es lo que esperas, pero no es lo que crees.
Daren suspiró.
-Está bien. Entonces te diré que no quiero que estés cuando vuelva a repetirse.
-No podías ni tenerte en pie…
-Lo recuerdo, Cath – la cortó él en tono seco -. Pero no quiero que me veas otra vez en ese estado.
-Y pretendes que viva feliz y despreocupada sabiendo que a mi hermano, que está solo en la otra punta del país, le dan unos chungos rarísimos que lo dejan hecho polvo …- protestó ella.
Daren la abrazó y ella apoyó la cabeza en su hombro.
-Quiero irme contigo, por favor.
-¿Y el instituto?
-Sólo hace una semana que hemos empezado, puedo incorporarme sin problemas al de allí.
-Es tu último curso. ¿No quieres graduarte con tus amigas de siempre?
-No vas a convencerme con esos argumentos. Estoy segura de lo que quiero. Ya he mandado un e-mail para solicitar una plaza en un instituto de Whitefish.
-No has perdido el tiempo - bromeó él -. Yo pensé que estarías llorando la rabieta y casi tienes la maleta preparada.
-El lunes espero que me contesten, sino llamaré por teléfono - se incorporó un poco pero sin levantarse -. Necesito saber que estás de mi parte.
Si la situación hubiese sido otra Daren no habría dudado en llevarse a su hermana, pero tal y como estaban las cosas no creía que fuese lo más conveniente.
-Sabes que te llevaría conmigo si todo fuese… normal - dijo él eligiendo con cuidado las palabras.
-Quizá si todo fuese normal y supiese que tú estás bien no sentiría la necesidad de ir que siento ahora.
-No voy a permitir que cambies tu vida por  mí.
-Mi vida va a cambiar desde el momento en que salgas por la puerta de esta casa.
-Algún día tendría que ocurrir.
-Sí, pero no de esta forma, Daren.
Volvieron a quedarse en silencio. En el jardín se oía el canto de los grillos que penetraba por la ventana entreabierta.
-Está bien - suspiró al fin.
-¡Genial! - exclamó Cath abrazándolo y prácticamente separándose de él en el mismo instante –. Perdona.
-¿Por qué? - la miró extrañado.
-¿Ya no te duelen los hombros?
-Bueno… mi vida en las últimas horas está cambiando de forma increíble así que supongo que no debería sorprenderme por lo de mi recuperación. O quizá sí, no lo sé - explicó desabrochándose la camisa del pijama y dejando al descubierto sus hombros.
No había más luz que la que desprendía la pantalla del ordenador pero era suficiente para que Cath comprendiese lo que su hermano quería decir. Lo miró unos segundos a los ojos y luego bajó la vista de nuevo hacia su torso y sus hombros perfectos y libres de marcas.
-¿Cómo puede ser? - murmuró absorta, pasando una mano por la piel del chico -.¿No te duelen nada?
-Nada.
-Pensé que tendrías marcas durante varias semanas…
-Yo también, Cath. - Ella lo miró y él notó el miedo en sus ojos -. ¿Estás asustada?
-No lo sé, creo que un poco.
-¿Te doy… miedo?
Ella negó con la cabeza.
-Me da miedo lo que te está pasando - dijo luego.
-No quiero que hables de esto con nadie.
-No lo haré.
Hubo otro silencio.
-¿Sigues queriendo venir conmigo?
-Más que antes - afirmó de inmediato.
-Entonces tendrás que prometerme algo.
-¿Qué? - preguntó entornando los ojos.
-Jamás te acercarás a mí cuando me veas en un estado como el de anoche o parecido, si antes no estás completamente segura de que te he reconocido y de que estoy calmado - dijo con severidad y después continuó ante la cara de perplejidad de la chica –. Quiero que ante la más mínima duda te largues inmediatamente de mi lado.
-Te lo prometo - musitó Cath.
-Espero no tener que arrepentirme al permitirte venir conmigo…- dijo preocupado.
-No lo harás  – sonrió ella.


El domingo transcurrió con nuevas discusiones entre Cath y sus padres, en las que Daren intentó mediar posicionándose del lado de su hermana pero  sin desautorizar a sus progenitores, que acabaron cediendo a regañadientes cuando la chica empezó a amenazar con suspender a propósito y con escaparse durante alguna noche para irse con su hermano.
El lunes antes de irse a clase, Cath consultó su correo electrónico pero no tenía ningún mensaje nuevo. Cuando bajaba cabizbaja con la mochila al hombro hacia el comedor, Daren la asaltó por detrás.
-¡Buenos días! – la saludó.
-Buenos días -  le contestó ella deteniéndose.
No había sonrisa en el rostro de su hermana y Daren supo de inmediato que algo no estaba bien.
-¿Se puede saber qué te pasa ahora?
-No me han contestado de Whitefish.
Daren se echó a reír.
-¿Qué tal si esperas a que abran el instituto y consulten el correo? - le dijo luego -. Son sólo las ocho de la mañana, hermanita.
-¿Tú crees?
-Espera a esta tarde, ¿vale? - volvió a sonreír pasándole un brazo por los hombros y empezando a bajar de nuevo –. Por cierto, ¿quieres que te acerque al instituto? - dijo cambiando de tema y mostrándole las llaves del coche.
-¡Sí! - exclamó ella.
-Hay que hacerle el rodaje antes de irnos para que esté a punto.
-¿Cuándo nos iremos?
-Espero poder salir a finales de esta semana para que el próximo lunes puedas incorporarte a tu nuevo instituto, antes de que avancen más las clases.
-En cuanto reciba una respuesta de Whitefish empezaré a moverme para que trasladen mi expediente y todo eso.
-Sabes lo diferente que va a ser todo allí, ¿no?
-Me lo imagino – sonrió -. Será cómo un reto.



2 comentarios:

helen dijo...

pues yo opino que lo que deberías hacer es poner el primer copítulo de Vida..

Cyllan dijo...

Mmmm...