Hola!!!
Ya estoy de vuelta con la primavera, el polen, las alergias... Pero también con las temperaturas más agradables y los días más largos, cosa que se agradece (por lo menos en mí caso).
Os tengo que informar que uno de los resultados que han quedado más votados en la encuesta, es la opción que había elegido para mi próxima historia. Así que estoy muy contenta de haber dado en el clavo!!!
No obstante, aunque hay unas pequeñas pinceladas y algunas notas corriendo por mi ordenador, estoy centrada por completo en Vida. El libro va avanzando, más despacio de lo que esperaba, pero cerrando situaciones que debían producirse. Esperáis alguna en especial???
Estoy pensando alguna encuesta para pedir de nuevo vuestras opiniones y que participéis en el blog. Si puedo la colgaré hoy mismo, pero si no os avisaría en cuanto estuviese.
Como siempre, espero vuestra participación y vuestros comentarios.
A continuación os adelanto alguna frasecilla de Vida y os dejo un nuevo capítulo de Aliento.
Adelanto de Vida (no apto si no habéis leído antes Aliento y Corazón):
El
hombre sonrió mirándola y ella evitó sus ojos al volverse para caminar hacia el
mostrador. Cortó las finas cuerdas que sujetaban los dos ramilletes y empezó a
colocar las flores intercalando algunas hojas verdes. Cuando anudaba el nuevo
ramo, el chico se acercó al mostrador.
-Su
madre se parece mucho a usted – comentó entonces.
Layla
levantó los ojos hacia él y luego los desvió hacia su madre.
-Ella
es más guapa que yo - manifestó
sonriendo.
-Si
tuviese más confianza con usted le discutiría esa afirmación tan rotunda que
acaba de expresar.
Capítulo 4 de Aliento:
LAYLA
“Ten
cuidado con tus sueños: son la sirena de las almas. Ella canta. Nos llama. La
seguimos y jamás retornamos. ”
Gustave
Flaubert (escritor francés)
Lo que quedó del fin de semana lo
pasaron sin salir y acabando de arreglarlo todo. La casa por fin había
alcanzado una temperatura excelente y los chicos casi podían ir con manga corta
en su interior. La calefacción ahora sólo tendría que mantenerse y con la ayuda
de la chimenea no supondría mucho gasto.
El domingo por la noche, después de
ducharse y de ver un rato la televisión sentados en una alfombra que habían
puesto frente a ésta, se aseguraron de tener bien cerrada la entrada principal
y la salida de la cocina a la terraza y se fueron a la cama. Se cepillaron
juntos los dientes en el baño que unía las habitaciones y luego cada uno se fue
a su cuarto.
Daren se metió en la cama y se tensó
al pensar en la niña del camisón. La noche anterior no había vuelto a soñar con
ella pero estaba seguro de que sería cuestión de días el volver a verla. Por
otro lado, estaban la chica del centro de jardinería, que le había erizado el
pelo por dos motivos infinitamente diferentes cómo eran el deseo y el rechazo;
y el indio Flathead que había conseguido inquietarlo con su minucioso estudio.
Se durmió pensando un poco en todo pero cuando despertó sobresaltado supo que lo
que estaba pasando en su cabeza no era muy normal. Se vio corriendo entre un
espeso bosque y de repente apareciendo en una carretera. Era de noche y un coche se dirigía hacia él con las luces
de niebla puestas. Volvía a estar descalzo y a no notar el frío, así que supuso
que estaba teniendo una visión. De repente el coche pegaba un volantazo porque
algo había aparecido en medio de la carretera y se salía a la cuneta. Ese algo
se acercaba entonces al vehículo del que se bajaba un joven aturdido y se
lanzaba sobre él.
Daren parpadeó y volvió a la
habitación. Su respiración se había agitado como la primera vez. Se levantó y
se acercó a la ventana. Acababa de ver el aviso, ahora sólo le quedaba esperar
cuando ocurriría en realidad.
Cogió el portátil de encima de la
repisa de la ventana y se sentó en la cama a consultar su correo. Tenía varios
e-mails de sus amigos a los que se dedicó a contestar.
Cuando terminó y miró la hora en la
pantalla eran las cinco. Entonces volvió a dejar el ordenador en la repisa y se
echó mirando el techo de la habitación. El sueño iba a vencerle de un momento a
otro, aunque él intentase resistirse, así que cerró los ojos e intentó pensar
en algo agradable.
A las siete de la mañana la alarma del
móvil lo despertó. No había tenido pesadillas ni visiones y había conseguido
descansar dos horas seguidas.
Cath picó a la puerta de su habitación
desde el baño.
-Pasa - dijo él.
-Estoy nerviosa.
-Buenos días, ¿no? - sonrió Daren
besándole la mejilla y colándose en el baño.
-Buenos días.
Se miró en el espejo y vio a su
hermana a través de éste. La chica tenía la expresión seria.
-No seas tonta - le dijo -. Seguro que
todo te va a ir genial.
-Eso espero…- suspiró -. Tienes
ojeras.
-No he dormido muy bien.
-¿Pesadillas?
-Me desvelé y no cogía el sueño –
explicó -. Déjame el baño cinco minutos y después es todo tuyo.
-¿Entonces preparas tú el café?
Él afirmó con la cabeza y ella salió
del baño por la puerta de su habitación.
Cuando Daren detuvo el coche en los
aparcamientos de la parte delantera del instituto, Cath suspiró.
El edificio frente al que se
encontraban contaba con tres plantas de altura y era de cemento con las
ventanas y las puertas en aluminio blanco.
Muchas de las plazas ya estaban
ocupadas por los diferentes vehículos de los alumnos y había varios corrillos
de chicos que dialogaban antes de entrar. Algunos de ellos se volvieron hacia
los dos hermanos cuando estos se bajaron del coche.
-Deséame suerte - dijo Cath cogiendo
su mochila del asiento trasero.
Daren rodeó el coche para acercarse a
su hermana.
-Suerte - le sonrió guiñándole un ojo.
-Te espero a las…- consultó en un papel
el horario que le habían facilitado por
e-mail - …cinco.
-No te preocupes, estaré por aquí.
La chica levantó la vista por encima
del hombro de él y miró el instituto.
-Vamos allá - suspiró.
Se puso de puntillas para besar
levemente la mejilla de su hermano y luego echó a andar. Daren se volvió y la estuvo
mirando hasta que cruzó todo el aparcamiento y entró por una puerta. La miró a
ella y también a Simon, que se había despedido de unos amigos cuando la había
visto dirigirse hacia el interior del edificio para seguirla.
Luego volvió a meterse en el coche y
salió del recinto del instituto. Cuando esperaba con el intermitente puesto
para incorporarse a la carretera, una camioneta Ford que se dirigía hacia él le
hizo luces para indicarle que le dejaba salir. Daren le hizo un gesto de
agradecimiento con la mano y entonces se percató de que la conductora era la
chica del invernadero. Salió poco a poco, vigilando que no viniese nadie por el
otro sentido, y cuando los dos coches estuvieron uno junto al otro pero en
direcciones opuestas, ambos volvieron a mirarse unos segundos.
Cath esperó en el mostrador de
secretaría mientras veía pasar a sus nuevos compañeros hacia las escaleras que
conducían a los pisos superiores. Algunos de éstos se volvían para mirarla e
incluso la saludaban con holas o buenos días cuando se encontraban con que
habían sido descubiertos.
Un chico que Cath reconoció enseguida
se acercó a ella saliendo de la multitud.
-Buenos días, Cath - la saludó
sonriendo -. Es maravilloso verte por aquí.
Parecía realmente encantado ante la
idea de que la chica fuese a pasar bastantes horas del día en el mismo espacio
que él.
-Bueno… he de confesarte que para mí
también es agradable encontrar una cara conocida - dijo ella esperando no haber
resultado muy efusiva.
El chico parecía encantador y bien
mirado no era feo, pero lo que menos pasaba por la cabeza de Cath en aquellos
momentos era la palabra novio o relación. Suficiente iba a tener con adaptarse
poco a poco a su nueva vida, para encima tener que estar pendiente de alguien.
-Bueno, aquí te tenemos – dijo una
mujer ojeando un expediente en una carpeta azul y acercándose al mostrador
desde la sala de archivos -. Catherine Smith, ¿no?
-Sí.
-Bien. Tienes que firmarme aquí y
traerme dos fotos de carnet en cuanto puedas - explicó poniendo los papeles
sobre el mostrador y señalando con un bolígrafo el punto dónde ella tenía que
firmar. Cath obedeció y estampó un garabato en el expediente -. Ya tienes tu horario
y aquí tienes las clases - le tendió una hoja.
-Vale – Cath cogió el papel con el
número de las aulas dónde se impartía cada asignatura y lo miró.
-A grandes rasgos. En esta planta
tienes la cafetería y el gimnasio, en la primera están todas las aulas normales,
y en la última tienes las aulas de informática, los laboratorios y la
biblioteca. En la parte trasera están la pista de atletismo y la de baloncesto
pero eso ahora mismo no debe preocuparte. Seguro que tus compañeros te pondrán
al corriente de todo.
Cath asintió mirando a la mujer.
-Gracias - dijo.
-Esta es la llave de tu taquilla. Están
todas en los pasillos del segundo piso. El número está en el llavero - le tendió
una llave y la chica la cogió -. Si tienes algún problema pásate por aquí
jovencita - se despidió sonriendo y guardando de nuevo los papeles.
Cuando Cath se volvió, Simon todavía
estaba allí.
-¿Último curso?- le preguntó.
-Así es - suspiró.
-¿Qué clase tienes ahora?
-Esto…- miró los papeles -… Historia
en el aula 3.
-Te acompaño, yo también tengo clase
allí ahora.
El chico le hizo un gesto con la mano
para darle paso hacia las escaleras y luego él también avanzó. Una chica de
color se unió a ellos en la subida.
-Hola Simon – dijo, y luego mirando a
Cath se presentó alargando una mano hacia ella -. Amanda Preston, es un placer.
-Cath Smith - sonrió ella
correspondiendo al saludo.
-¿Te has mudado al pueblo?
-Sí, bueno… creo que va a ser algo
temporal pero de momento aquí estoy - explicó ella.
-Está bien que venga gente nueva -
sonrió.
-¡Buenos días!
Alguien que subía tras ellos los
saludó y los tres se volvieron.
-Hola Layla - contestaron los nuevos
compañeros de la chica al unísono.
Cath y la recién llegada se miraron.
-Os voy a presentar - dijo Simon -.
Layla Anderson ella es Cath Smith, nuestra nueva compañera.
-¡Hola! Nos vimos ayer, ¿verdad?
La chica se acercó y le tendió una
mano.
-Sí, en el invernadero - sonrió Cath,
que por primera vez desde que su hermano la había dejado se sintió relajada.
El timbre que anunciaba la primera
clase los sorprendió.
-Vamos chicas - las apremió Simon.
Los cuatro acabaron de subir las
escaleras apresuradamente, aunque no eran los únicos que aún estaban por los
pasillos, y entraron en la misma aula.
Cath se dirigió hacia la mesa de la
profesora que miraba unos papeles mientras pedía orden, y sus compañeros hacia
sus respectivos sitios.
-Buenos días - saludó Cath.
La mujer levantó la vista hacia ella.
Era pelirroja y con el rostro salpicado de pecas.
-Buenos días. Debes ser Catherine Smith,
¿no? - le dijo afectivamente. Cath afirmó con la cabeza –. Bien, no creo que
tengas ningún problema en ponerte al día porque sólo hemos dado un par de
clases, pero no dudes en preguntar si algo no te queda claro.
-Gracias.
-Tienes dos sitios libres, puedes
sentarte dónde quieras.
La profesora le indicó un sitio en
segunda fila junto a la ventana y otro unas filas más atrás junto al pasillo.
Cath no se atrevió a levantar mucho la vista hacia sus compañeros por miedo a
que Simon le indicase alguno de los sitios cerca de él, así que decidió probar
suerte. Echó a andar hacia la ventana y dejó la mochila sobre la mesa.
-Buena elección. Veo que ya as calado
a Simon - le dijo por lo bajo la chica que se sentaba tras ella.
Cath se volvió y se alegró de que
aquella chica fuese Layla.
La clase de dos horas transcurrió
tranquila y no se hizo excesivamente pesada, aunque en dos ocasiones Cath se
había “ausentado” de ella admirando el verde paisaje que se divisaba por la
ventana.
A las diez los chicos tenían media
hora para el almuerzo, así que se dirigieron juntos a la cafetería. Ésta era
bastante amplia con mesas largas de hasta diez comensales. En el centro de la
estancia había un buffet alrededor del cual los alumnos iban pasando con
bandejas para coger la comida. También había una nevera expositora y una
maquina de cafés. Cath conoció allí a algunos compañeros más que compartían
siempre la mesa. Greg, Sarah, Susan y Kevin.
-Así que eres de Los Ángeles… ¿Demasiada
diversión para ti?- bromeó el primero de ellos.
Todos rieron de buena gana, incluso
Cath.
-Es verdad… ¿Por qué cambiar una
ciudad tan impresionante por un pueblo como Whitefish? - dijo Sarah.
-¿Te has escapado con tu novio o algo
así? - preguntó entonces otra de las chicas que resultó ser Susan. Cath la miró
con cara de interrogante –. Hoy te ha traído un chico que estaba tremendo, en
un coche que le iba cómo anillo al dedo. Todos nos hemos fijado.
-Hombre… yo precisamente no me estaba
fijando en el chico...- comentó Kevin, provocando risitas entre los chicos.
-Claro. La competencia te asusta, ¿no?
- le picó la chica.
-Es el chico de Cath. La competencia
en cualquier caso tendría que ser yo.
-Entonces puede estar tranquilo.
-¡Oye! - exclamó Kevin dolido -.
¿Insinúas que no sería capaz de competir con él y enamorarla?
Cuando Susan iba a abrir la boca para
replicar, Cath se le adelantó.
-No discutáis más por eso - dijo.
-Kevin no tiene nada que hacer,
¿verdad? - Susan parecía dispuesta a acabar discutiendo con el chico
Cath suspiró y miró a Layla que estaba
sentada frente a ella y no había entrado en esa conversación.
-Daren es mi hermano - anunció
entonces.
-¿En serio? - sonrió Simon. Cath creyó
percibir que acababa de abrirle puertas a sus esperanzas.
-Sí, en serio - admitió luego.
Kevin también parecía contento con la
cara que se le había quedado a Susan, hasta que ésta se percató de ello y
preguntó:
-¿Tiene novia?
Cath la miró sorprendida. No era algo
nuevo que las chicas se fijasen en su hermano pero sí que le preguntasen tan
directamente a ella.
-Chicos es la hora - anunció Layla
levantándose y salvando la situación.
Todos recogieron sus bandejas y sus
cosas y se dirigieron hacia diferentes aulas. Sólo Layla y Cath iban a
coincidir en la siguiente clase y caminaron juntas por el pasillo después de
haber pasado por las taquillas para coger sus libros.
-¿Qué les pasa a Susan y a Kevin?
-Estuvieron saliendo durante el año
pasado y luego discutieron en el baile de fin de curso.
-¿Por qué?
-Kevin bebió demasiado y lo que se
suponía iba a ser una velada romántica terminó siendo…nada - se encogió de
hombros con un gesto divertido.
-Y por lo que veo Susan no se ha
olvidado aún.
-Cualquier escusa es buena para acabar
de fulminarle el corazón al chico.
-¿A Kevin sigue gustándole? - entraron
en el aula.
-Es un buen tío y me consta que está
arrepentido y que lo pasa mal cuando ella se comporta así. Se ha pasado la
mitad de las vacaciones de verano en el centro de jardinería de mis padres
cubriendo una baja y hemos hablado mucho sobre el tema - explicó y luego
sonriendo añadió -. Aunque yo más que
hablar lo que hacía era escuchar.
Cath también sonrió.
-¿Por qué me dijiste en la primera
clase que había calado a Simon? - le preguntó luego.
Un hombre bajito entró en clase y Layla hizo un gesto con la cabeza a Cath,
indicándole que aquel era el profesor, antes de dirigirse a su sitio.
Ella se acercó a la mesa del hombre y
se presentó. Parecía agradable. Le entregó una hoja con el programa de
literatura del curso y se lo comentó por encima mientras los alumnos iban
sentándose. Cuando sonó el timbre levantó la vista hacia la clase y le dijo:
-Puedes sentarte junto a la señorita
Anderson.
La chica obedeció de buen gusto y fue
a ocupar su lugar.
La clase fue muy amena, tanto por las
explicaciones del profesor como por la compañía de Layla, y Cath salió del aula
pensando que no era sólo guapa, sino que también era encantadora. Ya le parecía
haberla calado el sábado en el centro de jardinería, pero ahora estaba segura
de que iban a congeniar de maravilla.
Daren pasó la mañana en la casa
intentando distraerse con los libros que había en el despacho, para no pensar
en sueños ni visiones, y cuando se levantó para prepararse algo de comer era la
una. Se dirigió hacia el frigorífico y sacó un filete que preparó a la plancha
con unos tomates. Luego se sentó en la barra de la cocina y comió allí,
pensando en cómo estaría pasando el día su hermana. A él se le estaba haciendo
bastante largo. Tendría que buscarse una ocupación para entretenerse, aunque un
trabajo no le pareció una buena idea si seguía teniendo que ausentarse
inexcusablemente cuando sus visiones se tornasen realidad. Suspiró y esperó que
eso no volviese a ocurrir, aunque sabía que su cuerpo ya se estaba preparado
para una nueva actuación y que iba a ser imposible evitarlo.
Fregó lo que había ensuciado y luego
cogió un yogurt y se sentó en el sofá para ver las noticias. No habían pasado
ni cinco minutos cuando el sueño empezó a apoderarse de él. La noche no había
sido reparadora y ahora que se había repantingado en el sofá sintió que el
sueño lo vencía. Cuando supo que no iba a poder resistirse por más tiempo puso
la alarma en el móvil y cerró los ojos esperando no verse envuelto en una nueva
espiral de inquietantes escenas.
Aquella tarde tuvo un sueño con nuevos
protagonistas. Estaba al final del embarcadero de madera de un enorme lago
contemplando las montañas que se veían a
lo lejos y que estaban cubiertas de nieve. No estaba tenso y disfrutaba de la
calma que lo rodeaba. El sol empezaba a vislumbrarse en el horizonte entre las
blancas nubes que cubrían parte del azulado cielo.
Iba vestido con pantalón de chándal y
sudadera, como si hubiese estado corriendo. Entonces le pareció oír unos pasos
que se acercaban hacia él y se volvió. Una chica de cabellos negros que
ondeaban sueltos cuando se levantaba algo de brisa se acercaba a él sonriendo.
Daren deseó que ella se aproximase más para poder tocarla y Layla, que pareció
conocer los deseos del chico, se paró a un palmo de él. La visión de su hermoso
rostro y sus sonrosados labios tan cerca despertaron un repentino instinto
irrefrenable en el chico, que la cogió por la cintura y la atrajo contra él. Su
deseo era poseerla más allá de lo físico. La besó como si de ello pendiese su
vida y absorbió toda su esencia.
Daren se despertó sobresaltado. La
sensación de éxtasis todavía perduraba en su memoria pero el miedo la fue sustituyendo. ¿Qué coño había hecho? y… peor todavía, ¿por qué le había producido tanto placer
hacerlo?, pensó levantándose y pasándose las manos por la nuca. Apagó el
móvil que había empezado a sonar y se lo metió en el bolsillo. La expresión del
rostro de la chica cuando él la había empezado a poseer le aterrorizó y le
produjo un dolor intenso. Le estaba haciendo
daño, se dijo. Había pasado del éxtasis al dolor más profundo que jamás
había conocido. Se sintió mareado y confuso. ¿Cómo era posible experimentar dos sentimientos tan opuestos en tan
breve espacio de tiempo?. Entonces recordó que la primera vez que había
visto a Layla también había tenido un
enfrentamiento de sensaciones.
Intentó serenarse pensando que tenía
que ir a buscar a Cath. Cogió las llaves del coche y bajó al garaje poniéndose
la chaqueta.
Condujo inquieto durante todo el
trayecto, sin poder quitarse la imagen de la chica de la cabeza, y sin darse
cuenta de que el cielo empezaba a nublarse y a amenazar con lluvia .
Cuando se detuvo en una de las plazas
más alejadas del edificio del instituto todavía no había movimiento de alumnos.
Salió del coche y se apoyó en él esperando a que diese la hora e intentando no
pensar en su sueño.
No tuvo que esperar mucho rato. El
sonido del timbre que anunciaba el final de las clases y la avalancha de estudiantes
que salían, se produjo casi al mismo tiempo.
Cath apareció por la puerta a los
pocos minutos dialogando con algunas compañeras y Daren sonrió al verla feliz.
Ella lo buscó con la mirada y cuando
lo divisó lo saludó levantando la mano. Entonces él se percató de que una de
las chicas que lo miraron y con las que su hermana había salido era Layla.
El cuerpo le tembló levemente cuando
la reconoció y notó que el recuerdo del placer volvía a ser más fuerte que el
de dolor. Por suerte, había aparcado suficientemente lejos de la furgoneta de
ella y las dos se despidieron a bastante distancia de él.
-¡Hola! - exclamó Cath cuando llegó
junto a Daren.
-Veo que me he estado preocupando por
nada - le dijo él sonriendo.
-Todo ha ido muy bien.
-Ya lo he notado. ¿Nos vamos?
Cath besó la mejilla de su hermano y
afirmó con la cabeza.
Daren entró en el coche y esperó a que
ella dejase la mochila en el asiento trasero y se sentase junto él.
Un coche rojo que pasó por delante en
dirección a la salida les pitó. Los dos hermanos levantaron la vista hacia él y
Cath saludó a Simon con la mano.
-¿Es de tu curso? - preguntó Daren
dándole a la llave de contacto y sonriendo.
-Sí - lo miró -. No te rías…- protestó
dándole con el codo.
-Lo vi esta mañana cuando te dejé y
pensé, seguro que Cath va a estar encantada de verlo - siguió bromeando.
-¡Daren! – exclamó -. Basta ya.
El chico se echó a reír y al final
Cath, tampoco pudo aguantarse.
Daren avanzó lentamente para
incorporarse a la fila de vehículos que salían del recinto, cuando vio que les
hacían luces. Los dos hermanos miraron hacia la furgoneta que les dejaba paso.
-Es Layla - dijo Cath saludando con la
mano con más efusividad que antes.
La chica sonrió y les devolvió el
saludo. Daren se puso delante de ella y la miró por el espejo retrovisor.
-Es la chica del centro de jardinería -
explicó su hermana que se había percatado de que él la miraba -. ¿La recuerdas?
Daren tardó en contestarle. La
recordaba y no sólo del centro de jardinería.
-Sí - admitió al fin sin apartar la vista
del espejo.
-Estamos juntas en varias clases - dijo
Cath mirando a su hermano -. Ya te dije que tenía unos ojos impresionantes -
añadió con picardía cuando él no le contestó porque seguía mirándola.
-¿Cómo? - Daren fue consciente de que
Cath se había dado cuenta del interés que Layla despertaba en él.
-Daren, no soy idiota - el chico
sonrió y ella continuó -. Me di cuenta
de cómo la miraste el otro día y me estoy dando cuenta de cómo la estas mirando
ahora.
-Que tu cabeza no empiece a funcionar
y a maquinar cosas que no son hermanita.
-Mi cabeza…- murmuró ella -. Pon la
tuya en orden y luego preocúpate de la mía - le espetó.
Daren volvió a mirar un segundo el
retrovisor antes de incorporarse a la carretera y vio que Layla también lo
miraba.
-Es guapa - confesó entonces.
Cath sonrió complacida de que su
hermano le reconociese que la chica le causaba interés. Que Daren se sincerara
con ella y ella con él siempre había sido importante en su relación y desde el
incidente de la noche de su cumpleaños, Cath temía que él hubiese perdido su
confianza en ella. Se sintió feliz de que su hermano empezase a compartir de
nuevo con ella sus sentimientos.
La chica parloteó durante todo el
camino de vuelta sobre sus nuevos compañeros y Daren rió bastante con sus
comentarios olvidándose, por un rato, de todo lo que le había atormentado
durante las últimas horas.
Cath se duchó en cuanto llegaron y se
puso el pijama para estar cómoda. Luego estuvo pasando unos apuntes a limpio
mientras su hermano utilizaba el baño y también se ponía cómodo.
-¿Hacemos pasta para cenar? - le
preguntó el chico cuando bajó.
Ella estaba estirada en la alfombra
con el portátil, chateando con sus
amigas de Los Ángeles.
-Genial – sonrió -. Jessica y Martha
te mandan saludos.
El chico se acercó a ella y se sentó
también la alfombra. Cath se incorporó y le pasó el ordenador a su hermano.
Daren se puso a escribir en él y entró en la conversación que las chicas
estaban manteniendo. Estuvieron bromeando un buen rato los cuatro y luego los
dos hermanos se despidieron para preparar la comida.
Cenaron en la cocina y después de
recogerlo todo volvieron a la alfombra y estuvieron viendo las noticias. Daren
con la espalda apoyada en el sofá y Cath acurrucada junto a él con la cabeza
apoyada en su brazo.
-Te estás durmiendo, Cath - le susurró
al cabo del rato.
-Creo que sí - bostezó ella.
-Venga. Vamos a dormir que mañana toca
madrugar otra vez - cogió el mando de la tele y la paró. Luego se levantó y
tiró de su hermana -. Se te va a romper el sueño, Cath. Venga.
La chica se levantó a regañadientes y
besó a su hermano en la mejilla.
-Buenas noches - le dijo.
-Yo voy a cerrarlo todo y también me
subo - le contestó él.
Cath subió y Daren lo hizo a los pocos
minutos.
Cuando el chico se metió en la cama la
calma empezó a desvanecerse. No iba a poder evitar que las cosas aconteciesen,
así que se convenció así mismo de que lo que tenía que venir iba a venir tanto
si estaba despierto como si estaba dormido y cerró los ojos.
En cuanto se vio corriendo entre la
maleza de un espeso bosque, sintiendo la humedad de la hierba en las plantas de
los pies, supo que la hora había llegado. Sus ojos, acostumbrados otra vez a la
oscuridad, lo guiaban y aunque las ramas de los árboles y los arbustos le
arañaban los brazos no sentía molestia. De nuevo corría a una velocidad demasiado
rápida para una persona normal. Cuando salió a la carretera oscura sintió finas
gotas de agua caer sobre su rostro. Avanzó expectante unos metros. Sus músculos
habían empezado a tensarse y todos sus sentidos se pusieron en alerta.
Un coche con las luces de niebla puestas
se acercaba. Daren percibió entonces un cuerpo acercarse desde el otro lado de
la carretera. Estaba seguro de que de un momento a otro iba a saltar desde la
oscuridad del bosque a la carretera.
Miró unos segundos, o quizá menos,
hacia el vehículo que ya estaba prácticamente llegando a su altura, y entonces
lo vio. Su cuerpo reaccionó antes de que él se lo ordenase y se lanzó sobre la
figura que había saltado para cortar el paso al joven que conducía. Los dos
cuerpos chocaron en el aire y salieron rodando hacia la cuneta. El coche había
pegado un volantazo pero no se había salido del carril y continuó avanzando,
pensando que lo que había saltado habría sido algún animal.
Daren notó como su contrincante le
desgarraba el brazo y él reaccionó saltando hacia atrás. Le había dolido,
aunque seguro que luego le dolería mucho más.
El chico y el otro hombre se miraron
un momento. Daren contempló con sus nuevos ojos la figura algo agazapada y en
posición de ataque que tenía frente a él. No era un hombre normal aunque estaba
seguro de que él, en aquel momento, tampoco debía parecerlo.
Su adversario dibujó media sonrisa en
su rostro y se echó hacia delante. Daren supo exactamente cómo detenerlo. Saltó
por encima de él, aunque no sabía que podía hacerlo, y lo cogió por la espalda.
Retorció uno de sus brazos y lo hizo arrodillarse. Algo crujió y Daren fue
consciente de que acababa de romperle la extremidad. Su rival se retorció
intentando soltarse pero sin emitir ningún quejido de dolor.
Daren supo que el siguiente paso era
acabar con su vida. Sus pupilas se dilataron aún más y se vio atravesándole el
pecho con su mano.
El pensamiento había ocurrido antes
que la acción y Daren, asustado por verse asesinando a alguien, bajó la guardia
y dejó escapar a su presa que volvió a perderse en la oscuridad del bosque por
la que había aparecido.
Una lucha interna se desató en el
cuerpo del chico en aquel mismo instante. Por una parte estaba su naturaleza nueva, que rabiaba por no haber acabado con la
vida de aquel hombre y por otra, el Daren de siempre, el que él conocía, que
estaba aterrado con la idea de haber podido llegar a matar.
Como la vez del callejón, sintió
flojear su cuerpo. Llegaba el bajón, aunque esta vez pensó que iba a poder
soportarlo mejor. Echó a correr hacia casa antes de caer agotado, cruzando el
bosque de nuevo, y casi sin darse cuenta se encontró empujando suavemente la
puerta de la habitación de su hermana.
Se acercó a la cama, notando que su
visión en la oscuridad ya no era tan buena y que respiraba como si hubiese
hecho un esfuerzo sobrehumano, y se agachó para besarle la frente.
Ella se despertó sobresaltada al notar
sus labios fríos.
-¡Daren! - exclamó incorporándose.
Cath lo observó. Sus ojos parecían algo distintos y estaba empapado. Entonces
se acordó de la promesa que le había hecho antes de partir hacia Whitefish.
Daren tenía la cara pálida y su camiseta volvía a estar llena de sangre. Tenía
que asegurarse de que el chico la había reconocido y de que no estaba fuera de
sí. Se apartó bruscamente de él, algo asustada -. ¿Eres tú? - le preguntó entonces temblando.
-No te asustes - sonrió levemente -. Estoy
bien.
Cath lo abrazó sollozando.
-Shhh…- le susurró él acariciándole el
pelo -. Perdona por asustarte.
La chica se separó de él y le miró el
brazo por dónde sangraba de forma abundante.
-Vamos a lavar esa herida - dijo
levantándose.
Los dos chicos entraron en el baño
dónde Daren se quitó la camiseta y se vio por primera vez el corte. El desgarro
era tremendo.
-¿Cómo te lo has hecho? - le preguntó
su hermana abriendo el grifo y cogiendo una toalla limpia.
-Creo que me han arañado.
Cath lo miró perpleja.
-¿Arañado?
Él afirmó con la cabeza, que empezaba
a dolerle de nuevo, y Cath centró su atención en la herida. Cuando la chica
llevaba un rato intentando cortar la hemorragia, con resultados no muy
positivos, Daren empezó a sentir flojear sus piernas.
-Esto… necesito sentarme - dijo mirándola
a través del espejo.
-¿Estas mareado? - preguntó alarmada.
-Creo que no. Lo que estoy es agotado.
Cath bajó la tapa del váter y lo ayudó
a sentarse. Empezaba a estar tan pálida como él.
-Deberíamos ir a que te cosieran la
herida - comentó luego.
-Tranquila. Ya no sangra tanto, pon un
vendaje bien apretado y déjalo correr.
-No estarás mareado por la sangre que
has perdido, ¿no? - insistió.
-Te aseguro que lo que siento es cansancio
y… dolor.
-¿Te duele el brazo?
-No tanto como la cabeza - hizo una
mueca al sentir un pinchazo.
-Te vendo esto y te traigo una cápsula.
Luego Cath lo ayudó a lavarse los pies
descalzos llenos de tierra, le secó la cabeza con una toalla y lo ayudó a
ponerse un pijama seco.
-Y ahora te acostarás en la otra cama
de mi cuarto – ordenó ella.
-No es necesario.
-Deja que yo decida si es necesario o
no - su voz fue autoritaria.
-Está bien…
De camino a la cama, que su hermana le
estaba abriendo, Daren se fue apoyando en todo el mobiliario de la habitación.
Cuando se sentó en ella la camiseta volvía a estar manchada de sangre.
-La herida sigue sangrando - se
preocupó Cath al verlo.
-Escucha. ¿Confías en mí? - le dijo él
tomándole el rostro con ambas manos y obligándola a mirarle a los ojos.
-No sé - torció el gesto ella -. Creo que ahora mismo no estás muy en ti.
Daren sonrió.
-La herida se cerrará sola - le dijo -.
Mañana por la tarde todo estará bien, te lo aseguro. Me duele pero no estoy
mareado.
-¿La otra vez no tenías sangre?
-Pero me encontraba mucho peor que
ahora. Además, son las cinco de la mañana y dentro de dos horas te tienes que
levantar. No creo que me haya dado tiempo a desangrarme - bromeó soltándola -.
Te aseguro que sólo necesito descansar.
-Luego me vas a contar todo lo que ha
pasado, Daren.
-Y tú me vas a creer aunque no sea muy
normal.
-Te lo prometo.
-Entonces yo también te lo prometo.
Él se echó en la cama vencido por la
presión en su cabeza y su hermana lo tapó.
-Gracias por todo otra vez – musitó.
-Confía en mí siempre, Daren - le besó
la mejilla y sonrió –. Duérmete ya.
Cath intentó apagar la alarma de su
móvil lo más rápido que pudo, para no despertar a su hermano, y se volvió hacia
la otra cama. Daren se movió y también la miró.
-¿Estás vivo? - preguntó al verlo sonreír.
-Creo que sí.
Cath se levantó y se sentó en el borde
de la cama de él.
-Veamos esa herida - dijo destapándolo.
Se sobresaltó un poco cuando vio tanta sangre en las sábanas pero aguantó la aprensión que sentía y se puso
a quitar la venda con rapidez. Cuando la destapó del todo, suspiró aliviada. La
herida había dejado de sangrar y empezaba a querer cicatrizar.
-¿Mejor? – preguntó él.
-Bastante - afirmó –. Te la voy a
limpiar un poco y le cambiaré el vendaje.
Cath fue a por lo necesario al baño y
volvió a los pocos minutos.
-¿Y la cabeza?
-Bien. Ahora lo que siento es el dolor
del brazo, aunque te aseguro que es perfectamente soportable.
Ella se puso a trabajar bajo la atenta
mirada de su hermano que procuró no quejarse en ningún momento.
-Cuando quieras empiezas a contarme
algo – propuso, sin levantar la vista de lo que hacía.
-Tengo visiones extrañas que luego se
cumplen - le espetó. Cath lo miró sobresaltada. No esperaba que su hermano
fuese a decirle la verdad con tanta rapidez y menos aún que la verdad sonase de
aquella manera -. No te estoy mintiendo - continuó él -. La otra vez también
ocurrió con una visión previa.
-¿Qué quieres decir con visión previa?
-Antes de que pasara lo de esta noche,
yo ya lo había visto. Es como si recibiese un aviso.
-¿Un aviso para evitarlo?
-No. Un aviso para saber dónde tengo
que ir y con qué situación me voy a encontrar – explicó -. Pero no para
evitarlo.
-¿Por qué?
-Mi cuerpo reacciona sin mi orden.
Debo estar allí y no puedo luchar contra eso. Esta noche he sido más consciente
de que cambio, Cath.
-¿Cambias? - preguntó cada vez más
confusa y olvidando totalmente lo que había dejado a medio hacer -. ¿Te…
transformas?
Daren sonrió.
-No exactamente. Soy consciente de lo
que hago y no me transformo… físicamente. Es como si hubiese otra naturaleza en
mí que está ahí para esos momentos. Una naturaleza algo salvaje – intentó explicarse
-. Noto que soy capaz de correr más rápido y que mis sentidos se agudizan.
-Tus pupilas eran algo diferentes
cuando me despertaste - recordó ella en voz alta.
-Ese es uno de los cambios. Veo genial
en la oscuridad, pero no siempre, sólo cuando lo necesito.
-Esto es una locura, Daren - se pasó
las manos por el pelo.
-Te dije que no iba a ser fácil de
explicar ni de entender.
-Ya pero… yo me esperaba otra cosa.
-¿Qué cosa? - se interesó él.
-Que eras sonámbulo o algo así - dijo
ella.
Daren rió y tomó un mano de su
hermana.
-Sólo tengo miedo de perder el
control. Soporto el dolor y las visiones de cuerpos mutilados, pero sé que no
soportaría hacerte daño a ti o a alguien que no se lo mereciese…- confesó Daren
recordando el rostro de dolor que Layla
tenía en su sueño.
-¿Qué no se lo mereciese…?¿Has matado
a alguien? - preguntó asustada.
-No, pero… hoy he estado a punto -
admitió.
Cath se levantó de un bote.
-¡¿Qué?! – exclamó fuera de sí. Él se
incorporó y la herida pareció querer abrirse un poco –. ¿Me estás diciendo que
vas a acabar matando a gente en alguna de estas… escapadas nocturnas?
-Tranquilízate, Cath.
-¿Cómo quieres que me tranquilice? -
se le encaró ella -. Si puedes acabar matando significa que tú también estás
expuesto a que te maten.
Daren se quedó perplejo. Pensaba que
Cath se había enfadado ante la idea de que pudiese llegar a matar a alguien y
lo que de verdad la atormentaba era haber deducido el peligro al que él se
estaba enfrentando cada vez que se ausentaba de aquella manera.
-Todo va a estar bien - intentó
tranquilizarla.
Cath se enjugó las lágrimas con la
mano y miró el brazo del chico que había empezado a sangrar de nuevo.
-Vuelve a echarte - le ordenó con
seriedad.
Él obedeció y se dejó caer hacia
atrás.
Cath retomó las curas en silencio, con
vidriosos ojos azules de los que se desprendían algunas lágrimas, y Daren la
miró todo el rato sin atreverse a decirle nada.
-Espero que no vayas a marcharte a ninguna
otra pelea en mi ausencia - dijo levantándose cuando terminó.
-Lo siento - musitó él.
Entró en el lavabo cogiendo su ropa y
salió ya arreglada. Luego hizo su cama y se acercó a la de su hermano.
-¿Quieres que te cambie las sábanas?
-No, déjalo - le contestó él -. Vete
ya o llegarás tarde. Las llaves del coche están en el bolsillo de mi chaqueta.
-Bien - se inclinó y le besó la
mejilla -. Perdona por gritarte de esa manera.
-No importa. Ve con cuidado, por
favor.
-Te llamaré en el descanso de la
mañana y procuraré acercarme al mediodía.
-No hace falta que vengas. De veras
que estoy bien.
-Bueno, por si acaso no te muevas
mucho hasta que la herida se cierre.
Se volvió de nuevo en el umbral de la
puerta.
-¿Pasa algo?- preguntó Daren.
-Luego seguiremos hablando - dijo. Él
afirmó con la cabeza -. Llámame al móvil para cualquier cosa, me lo dejaré con
vibración en el bolsillo del pantalón.
-Está bien, pero vete ya - la apremió.
-Hasta luego.
Salió de la habitación dejando la
puerta abierta y a los pocos minutos Daren oyó el motor del coche que se
alejaba.
Estuvo un rato con los ojos abiertos
mirando el techo de la habitación y pensando en su hermana, hasta que volvió a
quedarse dormido.
Cath aparcó en la plaza que había
libre junto a la furgoneta de Layla. La chica que todavía estaba dentro sonrió
al verla, pero enseguida la notó extraña. Se bajó del coche y bordeó el de su
nueva compañera hasta colocarse junto a la ventanilla del asiento del
conductor. Cath la vio y abrió la puerta.
-Hola - la saludó sin mucho ímpetu
pero intentando parecer amable.
-¿Le ha pasado algo a tu hermano? -
preguntó entonces Layla.
Cath la miró sorprendida.
-¿Por qué me lo preguntas? - preguntó
nerviosa.
-Bueno… te he visto triste y cómo no
ha venido a traerte…
Cath cruzó sus brazos sobre el volante
y apoyó la cabeza. Layla se agachó junto a ella.
-No quería entrometerme, perdona Cath -
le dijo.
-No te preocupes, no me has molestado
en absoluto - volvió la cabeza hacia ella, tenía los ojos sonrojados.
-¿Puedo ayudarte?
-Creo que no - suspiró intentando
tranquilizarse -. Daren ha pasado mala noche pero ya está mejor - dijo luego.
No quedaba casi nadie en la explanada
del aparcamiento ya que el timbre debía estar a punto de sonar.
La mañana estaba siendo más fría que
la del día anterior y Layla sintió un escalofrío cuando se levantó una ráfaga
de aire que le alborotó la melena suelta. Cath la miró.
-¿Entramos? - le preguntó la chica
apartándose el cabello de la cara.
-Sí, será lo mejor.
Layla se levantó y Cath salió del
coche cogiendo la mochila que había dejado en el otro asiento delantero.
Las chicas no estuvieron juntas en las
dos primeras horas y se encontraron a las diez en el pasillo de las taquillas,
de camino a la cafetería.
-¿Más tranquila? - le preguntó Layla
sonriendo.
-Un poco – le contestó Cath -. Voy a llamarlo ahora.
Se apartaron un poco de la multitud dirigiéndose
a una clase vacía.
-Te espero fuera.
-No seas tonta - le dijo Cath
sonriendo -. Pasa y cierra.
La chica obedeció mientras Cath dejaba
su mochila sobre una mesa y se sacaba el móvil del bolsillo. Buscó en la agenda
el número de su hermano y marcó. Luego esperó mirando a Layla que se había
quedado apoyada en la puerta.
-Hola - la saludó Daren al segundo
tono.
-Hola. ¿Cómo estás? - preguntó ella.
-Mucho mejor. Creo que me voy a
levantar a desayunar algo.
-¿No te marearás? - le dijo alarmada.
-No creo, pero si quieres me levanto
ahora y si ves que dejo de hablarte es que he caído en redondo - bromeó él.
-Pues si te vas a levantar de todas
formas creo que lo prefiero.
-Está bien…
Se incorporó en la cama y se quedó
sentado.
-¿Qué tal? - preguntó la chica. Layla
miraba a Cath en silencio -. ¿Daren?
-Espera un segundo - le contestó él.
-¿Te has mareado? - se asustó ella.
-No. He puesto el manos libres.
-¿Para qué?
-Voy a mirarme la herida – dijo él
empezando a quitarse la venda.
-¿Has…? - Cath dudó en si hacer la
pregunta delante de Layla.
-No, creo que no he sangrado más. ¿Estás
con alguien? - supuso inmediatamente él -. ¿No será Simon…? - bromeó.
-Veo que tienes ganas de broma, pero…
te equivocas.
-Es Layla, ¿no? - dijo entonces más
serio.
Cath volvió a sorprenderse. Ella había
preguntado por él y ahora él preguntaba por ella.
-¿Cómo lo sabes?
-Esa chica me va volver loco, Cath -
rió.
-¿Qué estás diciendo?. No entiendo
nada - se asombró con la respuesta de su hermano.
-Déjalo Cath, no me hagas caso - continuó
quitándose el vendaje.
-No puedes dejarme con esta
incertidumbre ahora…- protestó mirando a Layla que le sonrió.
-Sí puedo - dijo él. Se miró el brazo -.
Esto tiene mejor pinta que esta mañana.
-No te muevas mucho por si acaso -
suspiró.
-Está bien. Id a desayunar algo y no
es necesario que vengas a la hora de comer.
-¿Pero… te has levantado ya?
-¡Voy! - exclamó él incroporándose -.
Todo en orden - cogió el teléfono y se dirigió al baño -. Un beso para las dos.
-¡¿Te has oído, Daren?! - exclamó Cath
de nuevo, fuera de sí por la sorpresa.
-Claro que me oído… - se apoyó en el mueble del lavabo y se miró en
el espejo -. Era una broma - volvió a reír.- Mejor le das un saludo y ya está.
-Tú y yo tenemos que hablar de
demasiadas cosas.
-Bueno… yo sólo te he prometido hablar
de una.
-Ten cuidado, Daren - sonrió.
-Tú también hermanita.
Ambos cortaron la comunicación.
Cath sonrió asombrada de la
conversación tan rara que acababa de tener con su hermano.
-Parece que está mejor, ¿no? - comentó
Layla incorporándose y acercándose a ella.
-Te manda saludos - le dijo mirándola -.
Sabía que estabas conmigo.
-¿Cómo…? - musitó la chica entornando
los ojos pero sin parecer muy
sorprendida.
-No lo sé - se encogió de hombros
Cath.
Daren había tenido un sueño tranquilo
después de bastante tiempo y Layla había sido la protagonista de él. Se
refrescó la cara y volvió a mirarse la herida en el espejo. Estaba seguro de
que no volvería a abrirse.
Se duchó, se puso ropa limpia y luego
quitó las sábanas manchadas de sangre y la funda del colchón para poner una
lavadora junto con sus dos pijamas. Después subió del garaje y se preparó un
café y unas tostadas.
La charla de su sueño con la chica, en
la terraza trasera, le había reconfortado y tranquilizado tanto que parecía
imposible que hacía tan sólo unas horas hubiese estado tan hecho polvo
físicamente y tan confundido en cuanto a ella. Layla iba a ser importante en su
vida y él estaba empezando a comprenderlo.
Cogió su portátil y se sentó en el
sofá. En su sueño los dos habían hablado sobre sus nombres y necesitaba
comprobar algo.
Tenía tres mensajes de los compañeros
de la universidad que dejó para más tarde y buscó en google alguna página sobre
el significado de los nombres. Abrió dos al azar en ventanas diferentes y
consultó la que se cargó más rápido. Escribió el nombre de Layla y esperó unos
segundos. Cuando la información apareció en la pantalla, Daren corroboró lo que
ella le había dicho.
LAYLA, nombre femenino de origen egipcio, cuyo
significado es nacida de noche.
Luego tecleó su propio nombre, aunque
ya conocía el significado, y leyó:
DAREN, nombre masculino de origen africano, cuyo
significado es
nacido de noche.
Él se preguntó si Layla conocería
aquella coincidencia.
Cuando las dos chicas entraron en la cafetería,
sus compañeros de mesa les hicieron gestos señalándose los relojes. Ellas
cogieron sendos zumos y unos muffins y se acercaron a ellos después de pagar.
-¿Dónde estabais? - preguntó Simon
mirando a Cath.
-He estado hablando con mi hermano y Layla
me ha esperado para bajar - explicó ella sentándose.
-¿Le pasa algo? - preguntó Susan.
-No empecemos a discutir otra vez,
¿vale? - le dijo directamente Layla, viendo que la conversación volvía a
dirigirse hacia un tema delicado.
-No te preocupes Layla - sonrió Kevin -.
Empiezo a acostumbrarme.
Amanda, que era la más calmada de las
chicas, miró a Cath y sonrió.
-¿Cómo llevas la adaptación? - le
preguntó.
Cath agradeció que la chica desviase
la conversación hacia otro tema y Layla que se percató de ello también sonrió.
-Bien - movió su zumo y lo vertió en
el vaso de plástico -. Todos parecéis muy amables en este pueblo y creo que no
me va a costar adaptarme a las clases.
-Si necesitas cualquier cosa no dudes
en pedirla - le dijo Greg.
Simon lo miró con una expresión
desafiante que produjo una nueva sonrisa en el rostro de Layla.
-¿Cuándo vamos a quedar para irnos de
fiesta a Kalispell? - dijo Sarah, que parecía no haberse dado cuenta de la
tensión que se había creado entre sus dos amigos.
-Es buena idea - la apoyó Amanda.
Layla también afirmó con la cabeza dando
un bocado a su muffin.
-¿Tu cumpleaños es ahora, verdad? -
preguntó Susan mirando a ésta última.
-La semana que viene - contestó la
aludida cuando hubo tragado.
-Entonces podríamos salir el sábado y
celebrarlo - se animó Kevin.
-No sé chicos… creo que el sábado me
va a tocar trabajar y posiblemente también el domingo - intentó excusarse ella.
-Venga Layla - protestó Sarah.
-Podemos salir cualquier otro día que
no sea mi cumpleaños, ¿no?
-¿Tienes miedo de qué te preparemos
alguna sorpresa?
-La verdad es que sí - sonrió ella -.
No quiero ser el punto de mira de vuestras bromas.
-Prometemos portarnos bien - dijo
Greg cruzando los dedos.
Todos los demás se echaron a reír.
-Será mejor que vayamos tirando - Amanda se levantó cogiendo su bandeja cuando
se calmaron.
-Pero nos queda pendiente esta
conversación…- los amenazó a todos Greg -. Tenemos que enseñarle a Cath que
aquí también sabemos divertirnos.
-Estoy segura de ello - sonrió.
En biología Cath y Layla volvieron a
sentarse juntas y les mandaron el primer trabajo en grupo para casa.
Simon se acercó a la mesa de las dos
chicas en cuanto la clase terminó, mientras ellas aún recogían.
-¿Quieres que hagamos el trabajo
juntos, Cath? - le preguntó a la chica sonriendo.
-Esto…- ella se sonrojó y miró a su
compañera -. La verdad es que ya he quedado en hacerlo con Layla.
-Claro - dijo él decepcionado.
-Pero no creo que sea el único trabajo
que nos manden durante el curso - intentó animarlo Cath, aunque no estaba muy segura
de si debía darle esperanzas.
-La próxima vez entonces…
Cath asintió y él se despidió con un
gesto de cabeza sonriendo.
-Me alegro de que haya cambiado de
objetivo este curso, aunque lo siento mucho por ti - le dijo Layla cuando
estuvieron solas.
-Cuando me dijiste que lo había calado
te referías a esto, ¿no?
-Es muy pesado Cath, no te imaginas
cuanto - suspiró ella.
-¿Tú eras su objetivo? - supuso Cath
sonriendo.
-Gracias por aparecer - asintió
bromeando.
Echaron a andar con las mochilas al
hombro hacia las taquillas.
-Creo que debería haber mantenido en
secreto que Daren era mi hermano…
Layla rió de buena gana.