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viernes, 24 de junio de 2011

De vacaciones...

Hola compañeros!!!

Qué tal la noche de ayer? Verbena, hogueras, fuegos artificiales, magia... Qué ya hemos pasado la noche de San Juan, el solsticio de verano y ya están aquí las esperadas VACACIONES!!! Bueno, ya sé que este año para muchos van a resumirse en no trabajar y poco más (mierda de crisis!!!) pero habrá que conformarse y ser positivos... ¡¡¡seguro que otro año podréis realizar el viaje de vuestros sueños!!! Yo soy feliz con poder estar con mi familia disfrutando de la casa que mi abuela conserva en un pueblo de la Sierra Norte Sevillana (por lo menos nos moveremos de la congestionada y agobiante ciudad durante unos días, sin gastarnos muchas pelas). 
Además, reconozco que tengo la suerte de estar sumida en un mundo que te permite viajar constantemente y que sé que comparto con muchos de vosotros, la escritura. Supongo que coincidís conmigo cuando os aseguro que desaparezco del espacio/tiempo real cuando escribo. Es como sentir que estás formando parte de la historia, como una especie de personaje más, que lo graba todo para luego plasmarlo en "papel". Viajas, en mi caso a Montana (aunque ahora estoy dividida entre dos localizaciones) y realmente llegas a inmiscuirte tanto en la narración que parece que estás físicamente allí. 
Estoy segura de que este veranito voy a ponerme las pilas y a escribir mucho porque tengo "muchas ganas" de terminar la trilogía para que, por fin, podáis decidir si os gusta el final que pienso darle o si por el contrario me "crucificáis" por ello (espero fervorosamente que la primera opción sea la buena, aunque ya sabéis que aceptaré todas vuestras críticas, porque cualquiera que se haya leído mis libros merece mi total atención).
Llevo unas semanas sintiéndome especialmente feliz y arropada por muchos otros escritores que rondan por la red y que persiguen el mismo sueño que yo... Ver algún día nuestros relatos en las librerías y poder compartir nuestras tan queridas historias con un público amplio y variado. Haceros partícipes de nuestros sueños, nuestros personajes y nuestras maravillosas idas de cabeza... Merecéis poder leer El arcángel de luz, que ha caído en mis manos como por arte de magia; la historia de William, un vampiro que estoy teniendo el placer de conocer ahora; así como las magníficas Historias de Thèramon y much@ más... Hay tanto talento y tantas ganas corriendo y buscando oportunidades!!! OS DESEO MUCHÍSIMA SUERTE A TODOS COMPAÑEROS!!! Ya sabéis que por el momento, hasta que alguno peguéis el bombazo, podéis contar conmigo para leer vuestros relatos.

A mis lectores os pido disculpas y paciencia. Sé que entre Aliento y Corazón no hubo una espera tan larga como ahora, pero es que quiero ofreceros lo que os merecéis y estoy intentando hacerlo lo mejor que puedo.

GRACIAS A TODOS, os pido que sigáis corriendo la voz para que los seguidores del blog y de facebook sigan aumentando, porque me gustaría que la historia de Daren llegase a muchísima gente. 
Os dejo un nuevo capítulo de Aliento (el primer libro de El umbral del alma) y unas líneas de Vida.

Espero vuestros comentarios porque me dan unos subidones impresionantes y me alientan, nunca mejor dicho, a seguir perseverando en mi sueño...



Párrafo de Vida ( os aconsejo que no lo leáis si antes no habéis leído Aliento y Corazón):

La leve presión que Layla ejerció en su mano fue como otorgarle cobijo ante su miedo. Daren no se había planteado que la última vez que había estado en aquella iglesia tan solo era un niño. Un niño que asistía, ajeno a lo que pasaba, al funeral de su familia al completo. 


Séptimo capítulo de Aliento:

 CAZADORES Y PROTECTORES

“Jamás dejes que las dudas paralicen tus acciones. Toma siempre todas las decisiones que necesites tomar, incluso sin tener la seguridad o certeza de que estás decidiendo correctamente.”

Paulo Coelho (novelista, director… brasileño)


Daren intentó reordenar sus pensamientos mientras avanzaba hacia el claro. Intentó guardar a Layla en su corazón y recuperó la visión de su cabeza para examinarla. Había alguien más en ella además del enemigo al que cortaba el paso. ¿Podré desdoblarme?, se preguntó, aunque le pareció algo poco probable. Las bambas le molestaban, prefería correr descalzo aunque pareciese raro. Se detuvo en seco para quitárselas y sonrió cuando se sintió más rápido. No sabía lo que iba a hacer pero parecía que su cuerpo se sentía extrañamente optimista.
Vislumbró el claro al mismo tiempo que llegaba a él. Era todo tan rápido que todavía le resultaba algo mareante. Veía a lo lejos y antes de asimilarlo ya estaba allí, debería acostumbrarse a eso.
Levantó la vista hacia el cielo estrellado y contempló la brillante luna casi llena. Luego miró hacia la carretera y localizó el coche justo dónde debía estar.
Entonces empezó a sentir la aproximación de alguien desde el bosque. Ya tenía a uno localizado. Entrecerró los ojos intentando percibir al otro y lo localizó algo más lejos. Creyó tener tiempo suficiente para salir en busca del que había visto y luego de ir a por el desconocido, aunque en su visión no había ocurrido así. Se lanzó como si hubiesen dado el pistoletazo del inicio de una carrera y se dirigió de frente hacia su enemigo. Éste no se amedrentó al verlo y siguió avanzando sin aminorar su marcha. Daren saltó en el momento en el que el choque era inminente y se volvió antes de llegar al suelo para lanzarse sobre su espalda. Se agarró a él como a un clavo ardiente, con sus brazos apresándole el cuello y sus piernas rodeándole el torso. El otro se revolvió de manera brusca intentando zafarse y, como vio que no podía, se dejó caer hacia atrás con todas sus fuerzas. Daren se golpeó la espalda con algo que había en el suelo, al caer, pero no soltó a su presa de la que soportaba todo el peso. Decidió rodar para colocarse encima y, como de costumbre, lo hizo antes de acabar de pensarlo. Los ojos más fieros que el chico había visto hasta entonces se clavaron en los suyos amenazantes y rebosantes de odio y maldad. Sedientos de muerte.
Los sentidos de Daren le pusieron alerta de la proximidad al vehículo del otro individuo y le impulsaron a acabar rápido con aquella lucha si quería llegar a tiempo. El chico levantó una de sus manos y se la miró unos instantes. Actúa, se dijo. Es lo correcto. Sabía exactamente dónde debía dirigirla con toda la fuerza que le fuese posible. Sintió desgarrar piel, carne, músculos y huesos con una claridad increíble hasta llegar a su objetivo; el corazón, que notó palpitar en su mano antes de arrancarlo.
Una sensación de triunfo le recorrió el cuerpo mientras sentía que algo se desprendía del cadáver y lo traspasaba para luego desvanecerse. En décimas de segundos vio y sintió diferentes vidas que parecían liberarse a través de él. Aquello no estaba en sus planes pero sí en los de su cuerpo, que le obligó a levantarse sin más dilación y a dirigirse hacia el coche.
El otro individuo arrancaba la puerta y sacaba al chico cogiéndolo por el cuello cuando Daren se detuvo al otro lado del vehículo. Los gritos de la chica y los quejidos de su novio parecían estar a un volumen superior al que era normal, como amplificados. Él sabía que era debido a que su sentido del oído se volvía igual de agudo que todos los demás.
El hombre, de una edad similar a la de Daren, lo miró con interés y dejó caer a su víctima al suelo para luego saltar por encima del vehículo y colocarse tras él que se giró y se agachó a la vez, esquivando un puñetazo.
-Eres rápido, pero no lo suficiente…- sonrió el desconocido con un tono de voz imponente. Su otra mano salió disparada hacia delante y agarró a Daren por el hombro haciéndolo levantarse. Notó dolor y como la sangre corría por su espalda y su pecho. No era el grado de dolor que sabía que iba a sentir cuando todo terminase, pero se sorprendió porque en sus otros encuentros no lo había sentido tan intenso como en aquel momento.
Con un rápido movimiento se echó hacia delante y golpeó a su adversario violentamente con la cabeza. Los dos retrocedieron unos pasos. La sangre empañaba un poco la visión de Daren, pero el otro, por el contrario, parecía intacto.
-Voy a tener que darte tu merecido por atreverte a tocarme protector - dijo en tono burlón. Su voz parecía retumbar en todo el bosque –. Además por lo que percibo acabas de causar una baja entre nosotros.
Ataca, se dijo Daren. Su cuerpo se agazapó para tomar impulso y saltó, pero el otro pareció adivinar sus intenciones y también lo hizo antes que él. Se agarraron violentamente. Daren notó como una mano presionaba su cuello y él apretó con más fuerza los dos hombros de su adversario. Cuando cayeron al suelo y Daren fue a incorporarse su enemigo saltó sobre él y le arañó el rostro y el cuello, para luego aferrarse de nuevo a éste último. Daren intentó soltar aquella mano que lo ahogaba con las suyas pero su fuerza no era suficiente.
-Ya está bien de jueguecitos. Has conseguido salvar a dos almas y has matado a un cazador en una noche pero no vas a tener la oportunidad de hacer nada más en esta vida.
-¡Basta! - ordenó alguien que había aparecido de repente en el claro. Daren notó que la presión en su cuello disminuía y que el cuerpo que tenía encima se levantaba -. Te dije que si te cruzabas con él me avisases, no que lo matases - le reprochó con severidad y autoridad el recién llegado al otro.
-Ataca con rapidez y he tenido que defenderme, señor.
Daren contempló la escena intentando recobrar el aire. Entonces el que parecía mandar se acercó a él y se agachó. Era un hombre de unos treinta años con el pelo oscuro.
-Si no puedes con tu enemigo únete a él - dijo.
-No pienso unirme a lo que sea que seáis - le contestó Daren jadeando.
-Eres más parecido a nosotros de lo que te piensas. - Daren se incorporó con rapidez  y su interlocutor saltó hacia atrás  para  no  ser alcanzado por su puño -. No hagas que me arrepienta de dejarte con vida.
-Te vas a arrepentir - le espetó Daren escupiendo la sangre que se le metía en la boca procedente del corte en la cabeza y del arañazo.
-Quizá…- susurró el hombre -. Pero cumplo ordenes y por el momento esto debe quedarse así. Espero que no mates a muchos de los nuestros porque podrías arrepentirte.
-Lo dudo…
-Vámonos - ordenó al más joven -. Me ha encantado conocerte al fin, Daren.
Ambos desaparecieron con una velocidad inimaginable perdiéndose en la oscuridad del bosque.
Daren se dejó caer en la hierba bocarriba e intentó respirar con normalidad. Almas, protector, cazadores… pensó aturdido. Se incorporó cuando fue consciente de que empezaba a dolerle la cabeza  y de que no llegaría a casa sino se ponía en marcha.

Cath y Layla estaban acurrucadas junto a la chimenea cubiertas con dos mantas  y mirando en la dirección en la que Daren se había marchado. Las lágrimas habían dejado sus mejillas sonrosadas y sus cuerpos fatigados pero eran reacias a sucumbir al sueño.
-¿Quieres agua?
-Ya voy yo, Cath – dijo levantándose -. No puedo estar sentada ni un minuto más.
-Bien, cómo quieras.
Layla dejó su manta en la alfombra y se dirigió a la cocina. Cogió una jarra con agua y la puso en la barra. Luego se volvió para coger dos vasos y entonces oyó su nombre pronunciado por Daren dentro de su cabeza. Se volvió hacia la puerta de la terraza y vio el cuerpo del chico tirado sobre la piedra.
-¡Daren! - exclamó dejando caer los vasos y corriendo hacia la puerta.
Cath se levantó de golpe y salió disparada hacia la cocina. Layla se arrodillaba junto a su hermano cuando ella llegó.
-¡Dios! - exclamó al verlo en aquel estado -. Espera Layla - le gritó.
Layla detuvo la mano que iba a colocar en la espalda del chico y la miró.
-¡¿Qué?! - se asustó.
-Daren me hizo prometerle que jamás me acercaría a él sino estaba segura de que me había reconocido - dijo arrodillándose junto a su amiga.
-Cath, no creo que pueda reconocernos en este estado…
Cath se acercó al rostro de su hermano que estaba desconocido con tanta sangre. Quizá Layla tuviese razón, porque Daren no parecía estar consciente.
-Daren…- le susurró. El chico no se movió - Dime algo por favor - le suplicó entonces sollozando.
-No llores Cath - murmuró Daren.
Las dos chicas sonrieron.
-Tenemos que llevarte dentro, Daren - continuó su hermana -. ¿Puedes levantarte si te ayudamos?
-No creo…- musitó abriendo los ojos y enfocando los dos rostros compungidos que lo observaban -. Mis ángeles…
-Tienes que intentarlo - le sonrió Layla -. Solas no podemos.
Él asintió con un leve gesto de cabeza e intentó empezar a incorporarse.
-Espera, no lo hagas solo - dijo Cath colocándose al otro lado del cuerpo de su hermano. Layla lo agarró por un brazo. Daren tembló y se sorprendió al sentirla con todo lo que tenía encima. La miró con sus ojos felinos cambiando a la mirada lasciva que sólo la chica conocía.
-No es momento para que tengas miedo de lanzarte sobre mí, no creo que pudieses hacerlo - le dijo ella.
-No estés tan segura en lo que a mi deseo por ti se refiere - murmuró él.
Cath le agarró el otro brazo.
-Venga Layla, ahora.
Las dos tiraron a la vez intentando ayudarlo a ponerse de rodillas. Daren las ayudó intentando apoyar sus manos en el suelo.
-¡Joder! - exclamó con una mueca de dolor. Notó como las dos chicas aflojaban sus intentos por levantarlo -. No paréis ahora, de un golpe o no lo aguantaré.
Ellas obedecieron y consiguieron que se pusiese de rodillas.
-¡Daren! - exclamó Cath  al verle el rostro y el cuello por su lado. Perdió todo el control de su manos y lo soltó sintiéndose terriblemente mareada.
-No puedo sola, Cath - gritó Layla al notar que Daren se le iba hacia su lado.
Cath cogió automáticamente a su hermano. El chico no parecía estar consciente de nuevo y su rostro solo reflejaba dolor.
-No sé si voy a aguantar, Layla - sollozó Cath -. Si le miro la cara me voy a caer en redondo.
-No lo mires - dijo la aludida desesperada -. Daren, otro esfuerzo más, por favor - le suplicó susurrando al chico.
Él volvió el rostro hacia ella y abrió los ojos. Layla lo agarró con más fuerza por miedo a soltarlo al verlo. Estaba lleno de sangre y totalmente desfigurado. Se le aceleró el pulso y se le desprendieron lágrimas de los ojos.
-Dime que puedes, Daren - dijo entre convulsiones para evitar el llanto.
-No me gustaría mentirte…
Empezó a adelantar una pierna hasta apoyar el pie en el suelo. Ellas se pasaron sus brazos por los hombros, aunque él se quejó varias veces, y luego le colocaron sus manos en la espalda, lo que produjo una nueva mueca de dolor.
-No podemos cogerte de otra manera - le dijo Cath.
-Lo haremos rápido como antes…- murmuró él con los ojos cerrados de nuevo.
-Bien. Cuando tú digas - asintió Layla.
Daren suspiró y sacó fuerzas de algún sitio indeterminado de su cuerpo.
-Ahora - dijo.
Los tres se levantaron al mismo tiempo pero Daren se aflojó en seguida. Ellas dos se tambalearon pero aguantaron como pudieron.
-No vamos a poder subirlo a la habitación - comentó Cath agitada por el esfuerzo -. Intentemos llevarlo al sofá.
Layla afirmó con la cabeza y luego miró el rostro de Daren.
-Seguro que no deberíamos llamar a una ambulancia…- comentó.
-No - sentenció él -. El sofá estará bien.
-No soy de la misma opinión.
Él abrió los ojos.
-El sofá estará bien - insistió con dureza -. Las piernas no me duelen, podré caminar si me ayudáis.
-Está bien…- suspiró Layla.
Llegaron al salón con mucho esfuerzo y muchas paradas por el corto trayecto. Daren iba dejando un rastro de sangre impresionante por el parquet, que ellas no se atrevieron a mirar mucho.
-Pon las mantas en el sofá si no lo va manchar todo de sangre - dijo Layla a Cath casi ahogada.
-¿Podrás sujetarlo sola? - se preocupó la aludida.
-Yo la ayudo, no te preocupes - musitó Daren.
Cath lo soltó poco a poco y aunque se tambaleó, el chico se sujetó en pie. Cogió apresuradamente las dos mantas y las colocó bien extendidas en el sofá más cercano a la chimenea.
Luego lo sentaron y los tres respiraron agotados. En el momento que la espalda de Daren tocó el respaldo del sofá se inclinó hacia delante de forma brusca.
-¡No! - exclamó Layla poniéndose delante y sujetándolo -. Te vas a ir de cabeza al suelo.
-Me duele mucho la espalda - le dijo él.
Cath le levantó la camiseta y sintió de nuevo un leve mareo. Su tensión debía estar por los suelos y probablemente estaría pálida.
-Tienes un tremendo golpe ensangrentado - dijo cuando se recuperó un poco.
-¿Qué has estado haciendo? - le preguntó Layla, que no sabía por dónde cogerlo para no hacerle daño.
-No me toques los hombros - la ayudó él.
-Ya, ni el pecho, ni el cuello, ni la cara, ni la frente… ¿no? - le reprochó nerviosa.
-Básicamente sí - intentó sonreír pero se dolió.
-Está bien - suspiró Layla -. ¿Le cortamos la camiseta para que no tenga que levantar los brazos? - propuso mirando a Cath.
-Sería un detalle - murmuró él.
-Voy al despacho a por unas tijeras y traeré también una palangana con gasas para lavar las heridas - dijo Cath incorporándose.
-Y un Motrin para la cabeza, por favor. O mejor dos.
Layla lo miró de rodillas frente a él mientras Cath iba a buscar todas las cosas.
-Dime que esto no es algo cotidiano en tu vida…- suplicó poniéndole una mano en la mejilla que tenía mejor.
-Lo siento pero no puedo. - Levantó la cabeza.
-He de suponer que la cicatriz del brazo era de algo similar, ¿no? - Daren afirmó con la cabeza y empezó a temblar y a hiperventilar -. ¿Qué te pasa ahora? - se preocupó Layla.
-Nada - masculló cerrando los ojos. Se preguntó cómo podía tener fuerzas para desear a la chica con tanta ansia. No iba a poder contenerse más si no retiraba la mano de su rostro -. Layla…- susurró al final vencido.
-Dime.
-Tu mano…- abrió los ojos.
Layla la retiró y Daren empezó a tranquilizarse.
Cath apareció con la palangana, las tijeras, gasas y dos toallas, y se arrodilló junto a la chica.
-Le limpias tú la cara, Layla…- le suplicó con la mirada -. No soporto ese arañazo…
-Y Daren no soporta que yo lo toque - dijo alargándole una mano. Cath le pasó una gasa mojada -. Vamos a tener que correr el riesgo de que te abalances sobre mí - añadió luego dirigiéndose a él.
Layla empezó a limpiar la herida intentando tocar al chico con sus manos lo menos posible y Cath le dio la medicina.
-Estoy agotado…- comentó él a media voz al cabo de un rato.
-Cierra los ojos y relájate lo máximo que puedas - le dijo Cath pasándole una nueva gasa a su amiga.
-No podría dormirme con Layla tocándome - contestó él.
Ambas lo miraron.
-Pues vamos a tener que dejar esos deseos para otro momento - suspiró la chica -. Porque con los arrumacos que te han dado hoy creo que ya tienes suficiente. ¿Cómo te han podido hacer un arañazo tan exagerado?
-Con las uñas - dijo él.
Layla dejó lo que hacía y lo miró asustada.
-Créetelo pero no intentes comprenderlo - comentó Cath mirando a Layla -. Voy a cortar la camiseta y empiezo yo con la espalda.
-¿Lo aguantarás?
-Creo que sí. El brazo me tocó soportarlo sola - dijo levantándose -. Pero la cara es que me ha impactado mucho.
-Así acabaremos antes y podrá descansar - asintió Layla retomando la limpieza.
Cuando terminaron con todas las heridas estiraron al chico de lado en el sofá y lo taparon con otra manta.
Layla se quedó de pie con los brazos cruzados y mirándolo. No parecía el Daren de siempre.
-No te preocupes - la animó Cath -. Las heridas empiezan a cicatrizar a las pocas horas.
-¿Qué es lo que hace? - la miró.
-Sólo sé que no lo puede evitar - se encogió de hombros -. Nunca lo había visto cambiar tanto como hoy. Las otras veces que le ha ocurrido ha sido de madrugada y no me he enterado de nada hasta que no ha vuelto hecho polvo.
-No sé cómo ha podido llegar hasta aquí…- Volvió a mirarlo. No parecía descansar tranquilo.
-¿Cómo lo viste?
-Me llamó pero desde dentro de mí…- sacudió la cabeza confundida -. Fue algo muy raro, Cath.
-Son casi las tres, porque no te duchas, te dejo uno de mis pijamas y te duermes un rato.
-No tengo sueño.
-Pero… mañana tienes que trabajar todo el día - le recordó preocupada.
-Lo soportaré, no te preocupes.
-Está bien, pero dúchate para limpiarte la sangre y te pones algo más cómodo - insistió Cath -. Mañana te dejare ropa limpia.
-Gracias - musitó. No podía apartar sus ojos del chico.
-Te voy a dejar un chándal en el lavabo y ahora subes, ¿vale?
Layla afirmó con la cabeza y Cath subió a prepararle la ropa.
Después de que ambas se ducharan se acurrucaron en el otro sofá tapadas con otra manta y acabaron sucumbiendo al sueño.


Daren abrió los ojos lentamente porque los párpados le pesaban de una forma increíble. Le dolían hasta las pestañas y no hizo por moverse aunque se encontraba tremendamente entumecido. Estaba empezando a amanecer. En el otro sofá Cath y Layla se habían quedado dormidas apoyadas la una en la otra. Sonrió al verlas pero el gesto le produjo una punzada de dolor.
-Mierda - masculló por lo bajo.
Layla abrió los ojos de golpe, como si le hubiesen pinchado con una aguja, y cuando fue a incorporarse se dio cuenta que la cabeza de Cath reposaba en su hombro. Miró a Daren y él la miró a ella.
-¿Qué tal estás? - le preguntó levantándose con cuidado y apoyando la cabeza de Cath en unos cojines.
-Jodido - le contestó cuando Layla se arrodilló en la alfombra junto a él.
-Por lo menos estas vivo.
-No sé si querrás seguir con la idea de iniciar una relación conmigo después de lo que has visto hoy…- se preocupó Daren.
-¡Bromeas! No me perdería más besos como el de anoche por nada del mundo - sonrió ella.
-Te prometo que los habrá mejores…
-Primero tendremos que solucionar otro problema - comentó destapándolo un poco para mirarle los hombros.
-¿Cuál?
-El del contacto físico - sentenció divertida - Esto tiene mejor pinta, creo que ya sé a lo que te referías con virtudes diferentes.
-Igualmente me duele todo demasiado.
-Voy a por otra cápsula - dijo levantándose.
-Tendrás que irte ya, ¿no?
-Ahora le diré a Cath que me acerque.
-Quédate con el coche.
-No es buena idea, os puede hacer falta y además… se supone que te fuiste a trabajar porque te llamaron de urgencia.
-¿Esa es la tapadera? – sonrió levemente -. ¿La excusa para no merodear hoy por casa es que estoy durmiendo?
-No se nos ocurrió nada mejor cuando llamé  - se encogió de hombros.
-Está muy bien, no te preocupes.
Layla se acercó al sofá donde Cath descansaba y la zarandeó con suavidad.
-Despierta, Cath - susurró
-¿Pasa algo? - abrió los ojos tan de golpe como ella lo había hecho.
-Tranquila, todo está bien, pero está empezando a amanecer y me tienes que llevar a casa.
Cath asintió con la cabeza y miró a Daren que las observaba.
-¿Cómo estás?
-Dolorido.
-Bueno, es la segunda fase – suspiró - Primero hecho polvo y luego dolorido.
-¿Y la tercera? - preguntó Layla.
-Recuperado - le contestó su amiga.
-Y… ¿eso en cuánto ocurre? - musitó de nuevo la chica.
-Esta tarde supongo que ya estará levantado y mañana podrá hacer vida normal. Y… en cuanto a las cicatrices, depende un poco de la gravedad - se acercó a su hermano.
Layla fue en busca de otro medicamento y volvió enseguida con él; y con un vaso que alargó a Cath, que estaba arrodillada junto a Daren.
-Necesitaría que fuesen un poco más fuertes - dijo el chico incorporándose un poco para tragar - ¿Si me tomase dos a la vez creéis que me pasaría algo?
-Mejor no lo probamos - comentó Cath.
Daren se tomó la medicación y se volvió a echar.
-Iros ya - las apremió.
-Porque no probamos primero de subirte a tu cama…- propuso Cath -. Descansarías mejor y no correríamos el riesgo de que alguien te viese por los ventanales.
-Creo que es buena idea - la apoyó Layla.
-Probemos entonces - suspiró él intentando incorporarse.
Subieron a Daren hasta su cuarto y después ambas se cambiaron de ropa para salir. Layla se puso unos vaqueros y un jersey de Cath y dejó su ropa manchada allí.
Antes de irse se asomó a la habitación del chico desde la puerta abierta del baño.
-Pasa.
-Me voy ya, Daren - se acercó a la cama -. Os llamaré durante el día y miraré de escaparme un ratito cuando cerremos.
-No hace falta que vengas.
-Bueno, ya veremos…- comentó.
-¿Nos vamos, Layla? - preguntó Cath entrando también en la habitación.
-Sí - asintió y luego miró al chico otra vez -. Pórtate bien y no hagas cabrear a tu hermana.
-No es mal enfermo - comentó ella encogiéndose de hombros.
-Gracias por todo, Layla.
-No me las des – sonrió -. Pienso cobrármelo todo.
Hubo un silencio.
-¿Os dejo… solos? - preguntó sorprendida Cath.
Layla y Daren la miraron.
-No. Nos vamos ya - dijo la primera.
-Podemos esperar…- Cath miró su reloj - … cinco o diez minutos si tenéis que resolver cuentas pendientes - dijo pícara.
-Las resolveremos cuando yo esté mejor, hermanita.
Layla sonrió a los dos hermanos.

Cuando Cath detuvo el Dodge frente al centro de jardinería eran las siete y media. El padre de Layla ya estaba preparando la furgoneta con un chico y dejó la tarea para mirarlas. Ambas se bajaron del coche y se acercaron a ellos.
-Buenos días - saludaron.
-Buenos días, chicas - dijo el hombre, luego hizo un gesto con la cabeza señalando el coche -. Bonito coche, Cath.
-Bueno… es de Daren - sonrió ella.
-¿Qué tal habéis pasado la noche? ¿A qué hora ha vuelto tu hermano?
-Ha ido todo muy bien. Daren ha llegado hace un cuarto de hora o así y quería acompañarnos pero  hemos conseguido convencerle de que no hacía falta - explicó Cath muy convincente.
-¿Y… esa ropa? - miró a su hija.
-Tuvimos un percance con la salsa en el festival mejicano de anoche…- Layla se mordió el labio y se encogió de hombros.
-Bueno, parece que tenéis la misma talla…- sonrió a las dos chicas.
-Sí – asintieron ambas.
Mientras hablaban el chico terminó de cargar la furgoneta.
-Ya está todo, señor Anderson - anunció.
-Muy bien, Tim. Si te parece bien nos vamos contigo, Cath - miró a la chica.
-Claro - sonrió ella -. Gracias por quedarte conmigo esta noche - abrazó a Layla.
-No hay de qué. Me lo he pasado muy bien - sonrió devolviéndole el abrazo.
Luego Cath se dirigió hacia el coche y el padre de Layla y su ayudante se metieron en la furgoneta.
Cuando llegaron Cath detuvo el Dodge delante de la casa, en vez de meterlo en el garaje, y la Ford paró tras ella.
-¡Vaya! - exclamó el hombre acercándose a la chica y contemplando la casa con gran asombro. – Es más grande que vista desde la carretera.
-Por dentro también es bastante más impresionante - sonrió ella -. Si quieren pueden pasar, Daren está arriba.
-No te preocupes jovencita. Nuestra faena está aquí fuera.
-Lo que usted diga señor Anderson - sonrió.
-Con tu hermano hablamos de limpiar, podar y dejar preparado para sembrar algo de cara a la primavera.
-Lo dejamos todo en sus manos. Haga lo que usted crea más conveniente y no se preocupe por la factura.
El hombre la miró sonriendo.
-Muy bien… - dijo al fin recolocándose la gorra verde que llevaba puesta y que llevaba impreso el nombre del centro de jardinería -. Entonces nos pondremos manos a la obra.
-Estaré por aquí abajo si necesitan algo - señaló la casa.
-Sólo hay un problema…
-Espero que sea solventable  - arqueó una ceja.
-Las sierras hacen bastante ruido…
-No se preocupe por despertar a Daren – sonrió ampliamente -. Todos las ventanas son de doble cristal.
-Entonces a trabajar Tim - ordenó el hombre a su ayudante que ya estaba descargando las herramientas subido a la parte trasera de la furgoneta.
Cath entró en la casa y subió a la habitación de Daren antes de nada. Empujó la puerta entreabierta y se asomó con cuidado por si dormía.
-¿Ya has vuelto?
-Pensé que dormías  - se acercó a su hermano y se sentó en la cama.
-Estaba esperando que volvieses.
-Tu suegro ya está aquí también - sonrió ella.
-Catherine…- la advirtió él.- No te pases.
-Vamos Daren…- protestó poniendo morros -. Layla se quedó temblando con el beso que le diste anoche…
-Todos estábamos temblando.
-No me lo vas a admitir, ¿verdad? - se cruzó de brazos.
-Ya conoces mis sentimientos hacia ella. ¿Qué más quieres que te diga?
-Que la sentiste temblar por algo que no era miedo al igual que tú.
-Es posible, Cath pero… no es tan fácil como parece.
-No le vas a hacer daño - suspiró articulando muy despacio y levantándose -. Y ahora duérmete y no pienses más. Tienes el móvil en la mesilla por si necesitas algo.
-¿Qué vas a hacer tú?
-Empezaré con Crimen y castigo - se paró en la puerta.
-Suerte con Raskolnikov - bromeó él.
 -Como veo que te lo has leído, si acabo sucumbiendo, ya te preguntaré - le sacó la lengua y se marchó.
Daren se quedó un rato pensando en todo lo que había pasado en las últimas horas. Lo más importante había sido el acercamiento a Layla. Sentir sus labios había sido algo indescriptible. Pero había algo más. Sus dos últimos atacantes habían hablado y uno de ellos lo había llamado por su nombre.
Por lo que había podido deducir de la conversación eran cazadores y él un protector. No era mucho pero por lo menos era más de lo que tenía hasta el momento. El que parecía más joven, y que podía haberlo matado de no ser por la intervención del otro, había dicho que aquella noche había salvado dos almas. Daren recordó su primer ataque en Los Ángeles y cómo el cuerpo inerte había desprendido algo que el cazador había absorbido. Supuso entonces que eran cazadores de almas. Luego pensó en la extraña y a la vez reconfortante sensación que le había producido el ser atravesado por todas aquellos recuerdos ajenos, cuando había matado al cazador aquella noche. Suspiró un poco ansioso. Había matado y todavía no se lo había dicho a las chicas. No estaba seguro de si aquello supondría el rechazo total por parte de Layla, pero el simple hecho de pensarlo le causaba un dolor tremendo en el pecho y… en el alma.
No fue consciente de si se había quedado dormido pero de repente se encontró sentado en el suelo enmoquetado de su habitación jugando con su nuevo camión de bomberos. Volvía a ser pequeño y la estancia estaba silenciosa hasta que  empezaron a escucharse pasos apresurados por el pasillo. Entonces alguien abrió la puerta de la habitación de al lado y una voz de hombre que le era muy familiar, dio una orden: “Sylvia, ya sabes lo que tienes que hacer”. Después de eso volvieron a escucharse carreras escaleras abajo. Algo no estaba bien. La puerta del baño se abrió de golpe y una chica en camisón, de unos diez años, entró en su cuarto. Había otra niña más pequeña que se quedó paralizada en el umbral de la puerta mientras la mayor lo levantaba del suelo y se acercaban al armario. La niña abrió las puertas y corrió la ropa colgada en la barra hacia un lado, luego palpó el fondo del armario hasta que encontró de dónde tirar para arrancar el tapizado y abrir un pequeño hueco.
La otra niña se había colocado junto a Daren y ambos observaban a la mayor. Ésta última se volvió hacia ellos y los miró unos segundos con tristeza. “Dale un beso a Daren, Beth” dijo. Los dos más pequeños se miraron y la niña le besó la mejilla. Luego la mayor lo cogió y lo metió en el hueco del armario. Un grito de mujer procedente del piso inferior la hizo distraerse un momento de su tarea pero enseguida, con los ojos repletos de lágrimas, volvió a reaccionar y se volvió hacia él. “Tienes que quedarte aquí, no te muevas, ni llores, ni salgas hasta que vengan a buscarte” le dijo en voz baja pero con firmeza. “¿Me has entendido, Daren?”. Él afirmó con la cabeza. En el piso de abajo parecía librarse una batalla. La niña lo abrazó y lo besó y luego volvió a colocar el tapizado y el velcro.
Daren se quedó encogido en el pequeño y oscuro hueco, escuchando como la ropa volvía a correr en la barra y como se cerraba el armario. Luego le pareció que las dos niñas recolocaban su cama, guardaban su camión de bomberos en el baúl y salían de la habitación.
Todo se quedó en silencio. El corazón del niño se aceleró y entonces escuchó otro desgarrador grito procedente de abajo y se tapó con fuerza los oídos.
Daren se incorporó de golpe en la cama y se dolió. Tenía taquicardia y un sudor frío inundaba su cuerpo. De nuevo había  vuelto a soñar con aquellas niñas. Miró hacia el armario de la habitación. No parecía el mismo que en su sueño. Intentó tranquilizarse y levantarse poco a poco, pero se mareó cuando se incorporó.
-Mierda…- masculló echándose de nuevo hacia atrás.
Cogió el móvil que su hermana le había dejado en la mesilla y consultó la hora. Era mediodía pasado. Debía haber dormido en torno a las cuatro horas. Se pasó una mano por la cara para despejarse y el dolor fue insoportable.
- ¡Joder! - exclamó. No se había acordado de que tenía el rostro dañado y para colmo le volvía a doler la cabeza. Miró unos segundos el teléfono que había soltado en la cama y marcó el número de Cath.
-Hola Bello Durmiente - lo saludó ella.
-Necesito que me subas otra pastilla, Cath.
-Todavía no han pasado seis horas desde que te tomaste la otra - dijo ella levantándose del sofá y dejando el libro que leía.
-Lo sé, pero me va a estallar la cabeza.
-Ahora subo - cortó la llamada y se dirigió a la cocina a coger un vaso con agua.
Cuando entró en la habitación Daren se sujetaba la cabeza con ambas manos en un intento por apaciguar el dolor. Cath pensó que, incluso en aquel estado tan deplorable, había un atractivo mágico en su hermano. Él alzó los ojos hacia ella.
-Gracias Cath - musitó.
-Toma - le alargó el Motrin y él lo cogió y se lo tragó -. ¿Quieres más agua? - le preguntó luego.
-No. Ya está - suspiró y se volvió hacia ella que se había sentado en la cama junto a él. Tenía los ojos rojos y cansados - .¿Qué tal el día?
-Tienes muy mal aspecto, Daren - le miró el torso desnudo con los grandes hematomas en el cuello y en los hombros -. Y estás más delgado que cuando llegamos …
-No te preocupes.
-Me da miedo que al final caigas enfermo - insistió ella.
-¿Me has visto dejar de comer?
-No. Pero el esfuerzo físico que haces cada vez que… lo que sea, te está consumiendo – suspiró -. No adelgazas paulatinamente, lo haces de golpe.
-Yo me encuentro bien, Cath.
-No te atreverás a jurarlo, ¿no? - lo miró con escepticismo.
-Bueno… no me refiero a ahora mismo - aclaró él.
Hubo un momento de silencio en el que los dos hermanos se observaron.
-Layla ha llamado hace un rato - dijo Cath al fin.
-¿Qué le has dicho?
-Que estabas durmiendo…- se encogió de hombros -. Es lo que yo pensaba.
-He estado durmiendo hasta hace unos diez minutos - sonrió.
-Pues no tienes pinta, la verdad.
-¿Tan mal estoy?
-¿Quieres que te acerque un espejo…?
-Estoy por decirte que sí.
-Estás fatal Daren. Tienes media cara y parte del cuello cruzados por una enorme cicatriz y unas ojeras enormes además de los ojos inyectados en sangre.
-Gracias por la sinceridad.
-Pareces un yonqui de esos que ya están acabados…- dijo con seriedad.
-¿Y qué quieres que le haga, Cath? - también endureció su tono -. ¿Me suicido?
-No…- murmuró
-Ya te he dicho que no puedo evitar salir a luchar.
-Lo siento. No pretendía que te enfadaras. Lo único que hago es preocuparme por ti pero parece que te molesta - se levantó.
Daren le cogió una mano y la hizo sentarse de nuevo.
-No me enfado ni me molesta - le tomó el rostro y la obligó a mirarlo - No sé que habría sido de mí sin ti y jamás te lo voy a poder agradecer lo suficiente.
-No me tienes que agradecer nada. Lo hago porque lo siento. Porque no podría vivir si te pasase algo - se le enrojecieron los ojos.
-Pues tendrías que vivir. Vivir por ti y por mí y disfrutar de…
-No me digas eso - lo cortó bruscamente -. Suena a despedida y lo odio.
-Bien, cómo quieras Cath - la abrazó y aunque le dolió todo el cuerpo no se quejó.
-No quiero que te pase nada Daren - le dijo en voz baja apoyada en su pecho. Él le besó la cabeza pero no dijo nada -. ¿No te apetece comer nada?
-No tengo mucha hambre pero si te quedas más conforme puedes subirme un sándwich.
-Vuelvo en un momento - sonrió ella.
-Súbeme también un zumo.
-Genial.
Salió de la habitación corriendo y él la escuchó bajar las escaleras.
Daren miró de nuevo el armario e hizo un nuevo esfuerzo por levantarse. Esa vez lo consiguió sin marearse.
Se acercó al mueble y se paró frente a él viendo como la niña lo abría y apartaba la ropa. Le pareció que en aquel momento no estaba recordando un sueño sino una realidad. Suspiró y adelantó una mano hacia la puerta para abrir una hoja y después la otra. Su ropa de adulto estaba colgada en la barra. Daren la apartó hacia un lado y palpó el fondo buscando un hueco. Golpeó la madera tapizada y notó que el sonido cambiaba al acercarse a la parte baja. No encontró ningún velcro porque el tapizado también había sido recompuesto pero estaba seguro de que el hueco seguía allí.
-¿Qué buscas, Daren? - lo interrogó Cath a los pocos minutos, quedándose en el umbral de la puerta abierta con una bandeja.
-Un chándal - mintió él -. Es para no estar todo el día con el pijama.
-Estás en casa - dejó la bandeja sobre la cama -. ¿Qué más da que estés con el pijama? Además… Layla ya te ha visto con él.
Daren sonrió y cerró de nuevo el armario.
-Tienes razón, es una tontería.
-Venga, vamos a comer que me he subido uno para mí también - lo apremió Cath, sentándose con las piernas cruzadas sobre la cama. Daren se sentó  junto a ella apoyando la espalda en el cabezal con una de las almohadas.


martes, 7 de junio de 2011

Deja que tu alma escuche a la mía para que sepa, de una vez por todas, que lo que las une es indestructible.

Hola a todos compañeros!!!

Hoy el día a amanecido algo nublado pero tengo la esperanza de que a medida que avance se vaya despejando un poco. Sé que dentro de unas semanas me arrepentiré de lo que ahora estoy diciendo pero en estos momentos me apetecería tomar un poco el sol mientras arreglo las flores de mi "terraza" (pequeño balcón que muchas veces me distrae del colapso mental que hay en mi cabeza).
Estoy muy feliz porque en las últimas semanas he conocido a mucha gente que también comparte la fascinante pasión de la escritura, mediante diferentes blogs. Ojalá y cada vez seamos más. Estoy a vuestra disposición si algun@ quiere mandarme sus relatos para que le de mi humilde opinión. Me gusta leer, me gusta ESCRIBIR y me gusta saber que somos tantos en la red.
Por cierto, a todos los que estáis pendientes de que valoren vuestras historias os deseo muchísima suerte y os mando, desde mi mundo "quimeriano", muchos ánimos.
A continuación os dejaré otro capítulo de Aliento y algún avance de Vida.

No dejéis de escribirme y de dejarme comentarios. Os aseguro que intentaré devolveros la visita a todos en vuestros respectivos blogs.

SALUDOS!!!




Adelanto de Vida (no apto si ante no habéis leído Aliento y Corazón):



Él se acercó hasta uno de los vastos ventanales y se quedó inmóvil mirando el mar. Sus manos se relajaron entonces. Verlo tan abatido producía en Layla una congoja angustiosa que le oprimía el pecho. Él era el pilar que sostenía a todos lo que lo rodeaban y verlo flaquear era pensar, inevitablemente, en el derrumbe del grupo entero.
Daren percibió el miedo de la chica y se volvió. Admiró su belleza y su fortaleza en silencio. Estudiándola con sus ojos enigmáticos y absorbentes.



Sexto capítulo de Aliento (primer libro de El umbral del alma)


VIRTUDES DIFERENTES

“Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros”

Hermann Hesse (escritor suizo).


Como aquel día Cath no tenía clases por la tarde, los dos hermanos comieron juntos en la misma cafetería que el día que llegaron, dónde les atendió la misma camarera que parecía encantada de volver a verlos, sobretodo al chico, y dónde pidieron los mismos risottos.
Habían quedado en recoger a Layla a las cuatro, así que al salir se fueron directamente al centro de jardinería de los Anderson.
Cuando entraron la chica estaba atendiendo a un matrimonio con dos niños en el mostrador pero levantó la vista hacia la puerta al oír las campanillas y sonrió a los dos hermanos, que a su vez le correspondieron de la misma forma.
Cath se acercó decidida a ella y Daren la siguió fijándose en el abuelo de Layla que estaba sentado junto a la chica.
El hombre, que también los había visto entrar, se levantó.
-¡Hola! - lo saludó Cath.
-Hola jovencita - le contestó de forma amable -. Tú debes ser Catherine, ¿no?
-Sólo Cath, por favor - asintió ella sonriendo.
Daren se colocó junto a su hermana.
-Buenas tardes - saludó
-Buenas tardes - le contestó el hombre secamente, observándolo de nuevo.
Layla terminó con sus clientes y se volvió hacia ellos quitándose el delantal verde.
-Enseguida estoy lista.
-No hay prisa, Layla - sonrió Cath.
-Abuelo, creo que ya conoces a Cath y a Daren - dijo luego al hombre.
-Sí - asintió sin apartar sus ojos amenazantes del chico -. Sobre todo a él.
Daren intuyó con aquella respuesta que estaba lanzándole una indirecta. Aquel hombre parecía saber algo sobre lo que le ocurría y no parecía dispuesto a que Layla se acercase mucho a él.
-¿Qué quieres decir? - se extrañó la chica.
-Que lo conozco más a él porque ya lo vi la otra vez que vinieron - mintió mirando a su nieta.
-Sí - asintió Daren -. Cuando hablé con tu padre también estaba tu abuelo.
-Iscê…- murmuró el hombre volviendo a mirar a Daren.
Layla desvió la mirada de su abuelo al chico pero le dio la impresión de que ambos mantenían un dialogo en  privado y no dijo nada.
-¿Me has traído los apuntes? - preguntó Cath rompiendo el aplastante y repentino silencio.
-Sí. Voy a buscarlos dentro y nos vamos - sonrió ella.
Layla entró un momento por una puerta que había detrás del mostrador y salió a los pocos segundos con una carpeta y con la mochila al hombro. Su padre salió tras ella y saludó a los chicos con los que estuvo hablando un rato.
-Mañana estaremos temprano por allí - le dijo a Daren cuando se despedían.
-No se preocupe señor Anderson, vengan cuando quieran, la verja siempre está abierta.
-Bueno pues… vámonos ya - besó a su padre en la mejilla y luego a su abuelo.
-Ten cuidado con él, Layla - le advirtió éste último.
-No te preocupes - sonrió ella -. No recuerdo que Iscê fuese peligroso, ¿no?
Cath y Daren los miraron extrañados. La primera con curiosidad y el segundo con temor.
-Puede moverse entre los diferentes mundos y eso si no se controla puede ser malo - le contestó el hombre.
-Estaré alerta - salió del mostrador -. Vamos.
-Sí - sonrió Cath saliendo de su perplejidad -. Hasta otra.
Él se despidió con un gesto de cabeza pero no dijo nada.
Las chicas fueron hablando de camino al coche pero Daren por el contrario no abrió la boca. Miraba de soslayo a Layla e intentaba comprender las advertencias que su abuelo acababa de darle.
-Estás muy callado, Daren - comentó la chica mirándolo por el retrovisor cuando los tres se acomodaron en el vehículo.
-Estaba pensando…
-¿En qué? - preguntó Cath.
-Anoche ya lo estuviste mirando - le recordó su hermana.
-Tienes razón - contestó. Miró a Layla unos segundos a través del espejo y luego puso el coche en marcha y no volvió a hablar en todo el trayecto.
Cuando llegaron a casa y se bajaron del coche en el garaje, Cath se percató de que Daren se quedaba rezagado.
-¿No subes? - le preguntó preocupada.
-Id tirando vosotras.
-¿Estás bien? - insistió Layla.
-Sí – sonrió para no alarmarlas más -. Ahora subiré. Voy a buscar unas cosas.
Ellas salieron del garaje sin estar muy convencidas y Daren se quedó solo.
Necesitaba pensar que iba a hacer a partir de ese momento. El abuelo de Layla parecía intuir algo sobre él pero preguntárselo directamente iba a ser delatarse. Por otro lado, estaban las advertencias de cuidado. Daren sabía que iban dirigidas hacia su persona y la idea de que podía llegar a hacerle daño a la chica se intensificó. El amor, como decía Cath, no iba a ser más fuerte que sus instintos. Y Daren empezaba a conocerlos. Layla era irresistiblemente atrayente para ellos. Todo en ella era una provocación para él. Su físico, su personalidad… pero había algo más. Una necesidad de alimentarse de su esencia. Podía sentir que no iba a poder vivir sin hacerle daño pero que tampoco iba a poder vivir sin ella. No era capaz de entender como en una semana, Layla se había convertido en una obsesión tan desmesurada.
Se apoyó en el coche con los brazos apoyados en el techo y mirando el suelo y se convulsionó cuando la idea de no acercarse más a Layla se instaló en su cabeza. La lucha interna era demasiado dolorosa para soportarla. Él seguramente era el peor enemigo que podía haberse cruzado en la vida de la chica y el convencimiento de que una distancia iba a ser lo prudente cobró más fuerza que nunca, a la vez que su dolor le hizo convulsionar de nuevo.
-Daren…
Iba a ser difícil quitársela de la cabeza si ahora empezaba a escucharla estando despierto. Su nombre sonaba diferente si eran sus labios los que lo pronunciaban y parecía que estaba más vivo que nunca cuando su cuerpo se revolucionaba con su presencia.
-Daren…¿estás bien?
El chico se volvió. No estaba escuchando a Layla en su cabeza, la tenía plantada tras él con los brazos cruzados intentando disimular algo su nerviosismo.
-Sí…
-¿Estás… llorando? - preguntó confundida al verle los ojos brillantes.
-¿Qué haces aquí, Layla?
-He pensado que quizá debería disculparme contigo por las palabras de mi abuelo - empezó a hablar. Daren la miró entornando los ojos -. Creo que te las has tomado de una forma demasiado personal.
-¿Estás intentando decirme que no iban dirigidas a mí? - sacudió la cabeza como confundido -. No estoy ciego ni sordo, Layla.
-¿Sabes lo qué significa Iscê en salish?-  le preguntó entonces ella, relajándose un poco y cambiando la postura. Él negó con la cabeza -. Significa ardilla, Daren.
-¿Y se puede saber por qué tu abuelo se empeña tanto en llamarme así?
-No lo sé, pero la ardilla para los indios Flathead nunca ha sido un animal negativo…
-Él no parecía compartir esa opinión.
-La ardilla como espíritu guardián de la persona tiene la facultad de almacenar cualquier cosa y además hacerlo de forma correcta. Eso no es nada malo.
-Y parece ser que también tiene alguna facultad relacionada con moverse entre los diferentes mundos, ¿no? - le dijo él recordando las palabras del hombre.
-Todo es metafórico Daren. Yo no entiendo lo que quiere decir con eso.
-Creo que yo sí lo entiendo.
-¿Puedes explicármelo entonces? - se cruzó de brazos mirándolo pero esa vez no había nerviosismo en gesto, sino expectación ante lo que él fuese a contestarle.
-No.
-Vale…- suspiró ella.
-Tú abuelo no cree que estar cerca de mí sea lo más apropiado para ti y deberías hacerle caso.
-¡Genial! - exclamó sin disimular su enfado - Me parece perfecto que los dos hayáis decidido por mí sin que yo os lo haya pedido.
Daren nunca había visto sus ojos oscuros brillar con tanta rabia como en aquellos momentos. La chica se le había encarado en un arrebato de furia y la tenía a poco más de un palmo. Su corazón empezó a acelerarse de forma brusca. Era posible que si seguía mirándolo así la fuerte convicción de distanciarse que había tenido hacia unos minutos acabase desapareciendo, así que con mucho esfuerzo decidió bajar la vista.
-Bien - declaró ella sarcástica -. Veo que no hay nada más que hablar - se alejó hacia la puerta. Daren volvió a mirarla consciente del deseo que reflejaban sus ojos -. Cath está preocupada, así que si puedes no le hagas daño a ella también y sube - añadió volviéndose en la puerta.
-Perdona.
-Empezaba a acostumbrarme a esos ojos, Daren - sonrió melancólica y luego se marchó.
La puerta se cerró tras ella casi sin hacer ruido y Daren volvió a quedarse solo. Intentó tranquilizarse un poco. Si le había hecho daño era el menor que podía causarle, así que su conciencia podría aguantarlo. Quizá Whitefish no había sido buena idea. Aunque lo único que pretendía hacer era convencerse de algo absurdo, porque el simple hecho de haber conocido a Layla ya merecía la pena.


Layla se sentó junto a Cath que la esperaba nerviosa en la mesa del comedor tirándose de las mangas del jersey. Ambas se miraron unos segundos.
-¿Qué ha pasado? – preguntó luego colocando una de sus manos sobre la de la Layla.
-Nada - negó con la cabeza -. Está bien, ahora sube.
La expresión de la chica expresaba todo lo contrario que sus palabras. Parecía terriblemente preocupada o desilusionada. Quizá incluso dañada.
-No me chupo el dedo, Layla…¿Habéis discutido por algo?
-No. Ni siquiera ha querido discutir - se pasó las manos por el pelo y se apoyó en la mesa -. No creo que sea buena idea que esté aquí, Cath.
-¿Por qué?
-Creo que Daren me hace daño y lo peor de todo es que creo que yo se lo hago a él - sus ojos se enturbiaron y ella se los restregó intentando no ponerse a llorar.
-Por favor Layla, no llores.
-No… - se levantó repentinamente y se puso a recoger sus cosas -. Si no te importa acabamos el trabajo otro día.
Cath se levantó y la miró. Layla cerró su mochila y se puso la chaqueta.
-Layla, espera. ¿Por qué no habláis? - le suplicó la chica cogiéndola por un brazo.
-No hay nada que hablar, Cath - se soltó y se dirigió hacia la puerta.
-Déjame que te lleve a casa por lo menos.
-Gracias pero prefiero ir andando - le sonrió antes de salir -. Te llamaré luego, ¿vale?
-Sí, por favor.
Cath se acercó al ventanal y vio a la chica caminar apresurada hacia la verja. Estuvo un momento observándola hasta que la perdió de vista y luego corrió hacia el garaje.
Daren se sorprendió cuando ella abrió la puerta de forma brusca.
-¿Qué coño ha pasado? - le gritó al chico –. ¿Se te ha ido la olla o algo así?
-Para, Cath - intentó tranquilizarla sorprendido por su reacción.
-No me da la gana, Daren. Pensé que sentías algo por Layla y que eras incapaz de hacerle daño - estaba acalorada y empezando a llorar de rabia -. No sé qué ha pasado entre vosotros pero la Layla que se ha ido corriendo no tenía precisamente una expresión de felicidad en el rostro.
-¡Cómo! - exclamó cogiéndola por los dos brazos.
-¡Qué eres un mentiroso, Daren! Layla se ha ido llorando porque seguro que a ti te ha dado un estúpido arrebato de pensamientos y visiones en los que le haces daño – suspiró y cogió aire con apremio para seguir con su retahíla de reproches -. Tenías razón. Te va a volver loco, pero tú la vas a volver loca a ella y no se lo merece.
-Creo que yo tampoco lo merezco.
-Tú eres el que ha elegido, Daren - se le encaró de forma brusca intentando soltarse sin conseguirlo -. Pensé que la querías y creo que… ella también.
El chico soltó a su hermana y se pasó las manos por el pelo y la nuca. Se le estaba cargando la cabeza. No era el mejor momento para empezar a encontrarse mal. Se estaba tensando demasiado, como cuando tenía que salir a luchar, aunque sabía que no era el momento. Si no hacia algo iba a darle un colapso por la fuerza que estaba soportando. Comprendió que su parte animal estaba dispuesta para lo que él ordenase y que no había surgido de forma espontánea. Él la había hecho aparecer.
-Tus ojos están algo diferentes…- musitó Cath mirándolo.
-Lo sé. Tengo que ir a buscar a Layla.
-No sé si es buena idea…- dudó ella -. Pareces un poco fuera de ti otra vez.
-Tendré que arriesgarme.
-Pensé que eso de arriesgarse no iba contigo.
-He cambiado de opinión. 
Daren accionó la puerta del garaje desde dentro.
-¿Vas a ir… corriendo?. No sabes dónde está, lo mismo tienes que ir a varios sitios antes de encontrarla…
-Va de camino al lago - dijo él -. La puedo sentir.
Salió agachándose antes de que la puerta se abriese del todo y Cath se quedó con la boca abierta cuando lo vio correr de aquella forma tan felina.


Layla caminaba siguiendo la carretera cuando Daren la localizó. Él iba por el interior del bosque para no llamar la atención. Se adelantó un poco y luego salió andando desde la maleza.
Layla se detuvo al encontrárselo a un par de metros. No había visto pasar el coche del chico y no había ningún otro camino para llegar hasta allí tan rápido. Daren parpadeó para intentar que sus pupilas volviesen a su estado normal y luego avanzó hacia ella.
-¿Cómo… has llegado…? - lo miró con curiosidad.
-Corriendo.
-¿Y… por dónde me has adelantado? - preguntó seguidamente entornando los ojos.
-Por el bosque.
-Ya - musitó ella.
Daren sonrió ante aquel rostro incrédulo.
-¿Te apetece que te acompañe y hablamos? - le dijo tendiéndole una mano.
Layla inclinó la cabeza hacia un lado totalmente desconcertada.
-¿Eres el mismo de hace un rato?¿El que ni siquiera ha querido mirarme a los ojos?
-Perdona - se puso junto a ella y le cogió la mochila.
Layla la dejó desprenderse por su brazo y las manos de ambos se rozaron un ínfimo instante que fue suficiente para que el deseo recorriese el cuerpo de Daren hasta la última de sus terminaciones nerviosas. Era la primera vez que sentía su cuerpo. Sus roces y encuentros anteriores nunca habían sido de forma directa piel a piel como en aquel momento. Aquello superaba con creces todas las expectativas que el chico se había hecho cuando se había puesto a pensar en que ocurriría cuando la tocase. Sostuvo la mochila, casi sin darse cuenta de que la estaba estrujando, e intentó calmar su respiración.
-Daren, ella no te ha hecho nada – murmuró entonces la chica.
Él miró en la misma dirección que Layla y relajó sus manos.
-Perdona.
-No me digas más veces perdona, por favor.
Daren se echó la mochila al hombro.
-No pretendía hacerte daño, Layla - dijo después.
-Pues lo has hecho muy mal - sonrió echando a andar y él la acompañó en silencio –. Quizá mi reacción ha sido un poco desmesurada pero es que…- se detuvo mirándolo.
-¿Es que qué? - también la miró.
-No es nada. Son tonterías que me había imaginado… - volvió a ponerse en marcha.
-Es posible que no te hayas imaginado nada, Layla. - La chica se giró -. Siento algo especial por ti y podía intuir que era algo recíproco por tus miradas y tu actitud pero... no sabía cómo actuar.
Ella sonrió. No se había equivocado con respecto a las emociones de Daren y se sintió reconfortada al escuchar de su boca que había algo entre ellos.
-¿Por qué cada vez que nos tocamos siento que me vas a saltar encima?.
-Porque si no me contuviese es lo que haría. No sabes lo terrible que es tenerte tan cerca y no poder tocarte por miedo a hacerte daño.
-¿Bromeas? - se acercó unos pasos -. ¿Tan peligroso eres?
-La verdad es que no lo sé. Nunca me había pasado esto antes…- murmuró. Layla estaba demasiado cerca y la provocación era demasiado fuerte.
-Yo tampoco me había sentido tan atraída por nadie nunca.
-Pero tú no tienes una confrontación de sentimientos ni puedes hacerme daño… físico - se estaba poniendo demasiado acelerado.
-Respira tranquilo, Daren - le dijo ella.
-Cuando estás tan cerca no puedo.
-Si lo que sientes es deseo…¿ por qué  te refrenas tanto si sabes que lo nuestro es recíproco?
-Ya te lo he dicho, creo que puedo hacerte daño. Tu deseo es normal pero el mío no.
Layla se acercó más a él. Casi no había espacio entre ellos y Daren empezaba a percibir el sutil aroma a flores que ella desprendía
-No creo que vayas a hacerme más daño del que me has hecho en el garaje… - miró los particulares ojos de Daren y sonrió.
-No me digas eso por favor - colocó una mano en la mejilla de Layla y su cuerpo convulsionó.
-Es increíble, Daren…¿ Cómo puedo hacerte sentir algo tan desmesurado? - se sorprendió ella apoyándose en su palma –. Te aseguro que yo estoy vibrando en este momento pero tú…
-Noto tu cuerpo Layla, no hace falta que me expliques lo que sientes - sus músculos estaban tensos como cuerdas de arcos a punto de disparase.
-¿Te estoy haciendo daño? - se sorprendió de golpe ella, retirándose.
 -El daño me lo hago solo. Aunque podríamos solucionarlo si me arriesgo y dejo que la parte de mí que te desea se pelee con la que te teme…
-¿Me temes? - la revelación de Daren la había dejado perpleja.
-No sé muy bien por qué - asintió.
-Jamás te haría daño.
-Lo sé, Layla.
-Entonces no lo entiendo...
-Yo tampoco.
Se miraron en silencio unos segundos. Daren era aparentemente un chico normal. Layla lo observó con más detenimiento que otras veces. Era realmente guapo y… alto. Seguramente rondaría el metro ochenta y cinco, pensó sintiéndose pequeña con su metro sesenta y cinco justito. Su cabello castaño no era tan oscuro como el de ella pero tenía el corte y la largura perfectos para él. No obstante, lo más increíble eran sus ojos, casi negros, que la conseguían provocar con una facilidad sorprendente y que en momentos puntuales parecían algo animales.
-Eres muy raro, Daren - sonrió inquieta.
-No estabas equivocada cuando dudabas de mi naturaleza…
-No intentes confundirme más. Si no quieres estar conmigo lo entenderé.
-No intento confundirte y… estar contigo es lo único que deseo desde que te conocí.
Ambos echaron a andar de nuevo por el arcén de la carretera por el mero hecho de hacer algo.
-Nunca pensé que empezar una relación fuese tan complicado - comentó ella después de un silencio.
-Normalmente no lo es.
-Entonces me encanta ser especial - sonrió Layla.
-Y a mí me encanta que lo seas. Cualquier otra chica hubiese salido corriendo con la mirada que te lancé en la cocina.
-Estuve tentada de hacerlo - bromeó –. Pero no me sentí amenazada, sino deseada. Me asusté sólo porque pensaba que estabas mal.
-Me sorprendió tu mensaje de e-mail de aquella noche.
-Y a mí me sorprendió tu respuesta.
Ambos sonrieron. Daren miró de reojo a Layla. La chica más bella que había conocido y no podía acercarse a ella porque le daba miedo. Le pareció sarcástico y entonces recordó la extraña reacción que había tenido Layla aquella mañana, cuando Susan se había acercado a él.
-¿Puedo preguntarte algo y no te enfadarás?
-Prueba - ella lo miró.
-¿Te pasa algo con Susan?
-La verdad es que no. Me molesta cómo se comporta a veces, sobre todo cuando intenta dañar a Kevin.
-Esta mañana Kevin no estaba presente.
-Tú eres desde el lunes el arma con la que está atacándolo…- sonrió negando con la cabeza -. La verdad es que siempre consigue lo que quiere, sobretodo en cuestión de chicos, y… la vi muy dispuesta a ir a por ti.
-¿Sentiste celos? - se sorprendió.
-¿No te parece muy atractiva? - se atrevió a preguntarle ella, desviando la pregunta.
-No tanto como tú - la miró diciéndoselo no sólo con palabras y Layla se sonrojó.
-Creo que deberíamos llamar a Cath, estará preocupada - se sintió acalorada de golpe.
Daren metió la mano en el bolsillo de la chaqueta para coger su móvil y palpó las llaves de casa. Las sacó recordando el llavero con la forma de ardilla, al que no  había dado la más mínima importancia, y se lo mostró a la chica.
-No creo que sea una coincidencia, Layla - dijo.
-¿Quién te ha dado ese llavero? - le preguntó sin ocultar su sorpresa.
-Mi padre.
-¿Qué crees que puede significar? - levantó la vista hacia él.
-No lo sé pero ahora no pienso preocuparme - volvió a guardarse las llaves y sacó el móvil -. Tú eres mi prioridad ahora.
-Dile que ya volvemos.
-Es una buena idea - sonrió él -. Tengo que preparar una cena.
-Y yo tengo que ver si resultas tan atractivo con el delantal puesto.


Cath salió de la casa en cuanto los vio acercarse por el camino empedrado y se abrazó con Layla.
-Que nerviosa estaba…- le dijo casi llorando.
-Siento mucho haberme marchado de ese modo - se disculpó Layla.
Daren las observó en silencio sonriendo.
-No tienes que disculparte - se separaron un poco y Cath miró a su hermano con reproche -. La culpa no ha sido tuya…
-No te enfades con Daren - le dijo ella.
-Deja que se enfade, Layla. Todo esto ha sido culpa mía.
-Vamos a volver a empezar desde la llegada a casa - propuso entonces Layla  -. Todos vamos a ser capaces de olvidar ipsofacto la última hora de nuestras vidas – luego miró a Daren y agregó -. Pero no todo, sólo lo malo.
El aludido sonrió y Cath los miró a ambos entornando los ojos.
-Tengo el presentimiento de que no vais explicarme nada de lo que ha pasado entre vosotros - comentó sonriendo.
-Depende de cómo te portes - le dijo su hermano pasándole un brazo por los hombros.
Los tres entraron en la casa riendo y bromeando. Luego Cath y Layla se pusieron delante de los ordenadores en la mesa del comedor pero lo que menos hicieron fue trabajar.
Daren las estuvo observando desde el sofá y cuando las oyó reír hasta desgañotarse se acercó a ellas.
-Veo que la tarde os está cundiendo mucho - comentó mirando las dos pantallas con las páginas de escritorio sin abrir ni si quiera.
-Más de lo te piensas - sonrió Cath. Sus ojos azules tenían el brillo feliz de siempre.
-En cuestión de cotilleo, ¿no? - supuso él.
-No sólo en eso.
Layla los observó en silencio con expresión divertida.
-Voy a empezar a preparar la cena - levantó la vista hacia la chica. Ella alzó las cejas y sonrió.
-¿Qué hora es? - preguntó Cath.
-Casi las ocho  – contestó él dirigiéndose a la cocina.
-¡Ya! - exclamaron ambas.
-Sí, ya - sonrió Daren.
-Mejor llamo a Los Ángeles, ¿no? - dijo Cath cogiendo el móvil que tenía sobre la mesa. Se levantó y marcó un teléfono dirigiéndose hacia el salón.
Layla la observó dejarse caer en el sofá y luego se levantó y se acercó a Daren, que ya se había puesto el delantal y cogía los ingredientes de la nevera.
-¿Te ayudo? - le preguntó -. Prometo no tocarte… si tú no me lo pides.
-No me tientes, Layla - sonrió él alargándole unos pimientos.
Layla los cogió y los dejó sobre la encimera con todo lo que Daren había sacado ya. Cuando el chico se colocó junto a ella para empezar a trabajar se percató de que Layla le miraba el brazo.
-No vas a encontrar nada - le dijo él.
-¿Era en este brazo, no? - preguntó confundida levantándole más la manga de la camiseta. Daren tembló y notó que se le aceleraba el pulso –. Perdona, he dicho que no iba a tocarte.
-No importa - dijo él intentando recobrar la calma -. Sí que era ese brazo.
-Era una cicatriz tremenda, Daren. ¿Cómo puede ser que no tengas ni rastro de ella?
-Tengo unas virtudes un poco diferentes a las de la gente.
Layla lo miró perpleja.
-Pero… eres humano, ¿no? -  articuló muy despacio. Daren rió -. Yo no le veo la gracia…- protestó.
-Layla, me acabas de preguntar con una seriedad aplastante si soy humano.
-Bueno… quizá sí que pueda ser un poco absurdo pero es que hay momentos en los que me haces dudarlo.
-Si te quedas más tranquila…- sonrió él -. Sí que soy humano.
-Eso es importante - afirmó ella también sonriendo.
Daren no pudo reprimir una carcajada.
-Me encanta tu sinceridad, Layla - dijo luego empezando a trabajar.
-A mí también me encanta la tuya, aunque he de admitir que la mayoría de las veces lo que haces es desconcertarme - miró sus brazos mientras cortaba las verduras.
-Deja que me aclare yo primero y luego os lo cuento a las dos.
-¿Cath no es tan… especial cómo tú?
-No, ella es normal del todo - sonrió.
Layla le acercó un bol para que pusiese todas las verduras que estaba cortando y volvió a quedarse fija mirándolo.
-A ver qué me vas a decir ahora…
Layla sonrió.
-Prefiero mandarte un e-mail cuando llegue a casa.
Daren la miró dejando lo que hacía.
-Puedes decirme lo que quieras ahora.
-Lo sé, pero esto quiero decírtelo vía mensaje - siguió sonriendo.
-¿Vas a iniciar un juego?
-Voy a seguir la charla que teníamos, eso es todo.
-Me parece bien - asintió él cogiendo una sartén y poniéndola en la vitro con un chorro de aceite.
Siguieron hablando del instituto y las clases mientras cocinaban y Cath se unió a ellos al cabo de un rato. Entonces la conversación se desvió hacia los padres de los dos hermanos y su vida en Los Ángeles.
-Intuí que erais gente adinerada por el coche, la casa, la ropa… pero no me imaginé que lo erais tanto - les confesó Layla cuando se sentaban en la alfombra en torno a la mesa baja para empezar a cenar -. No parecéis muy pijos…
Cath y Daren se echaron a reír.
-Todos no somos como Paris Hilton - comentó Cath -. Aunque es la creencia que tiene la gente.
-Pero seguro que en esas mega fiestas a las que vais os encontráis con gente como ella, ¿no? - insistió Layla cogiendo una tortita. Los dos hermanos la miraron y sonrieron -. ¿No me digáis que no?
Daren le pasó un tenedor para que se pusiese relleno y Layla lo cogió maquinalmente esperando a que le dijesen algo.
-La verdad es que hemos coincidido con Paris en más de una ocasión - dijo Cath entonces.
-¡Venga ya! - exclamó Layla abriendo unos ojos como platos.
- En realidad no es tan difícil - comentó Daren enrollando su fajita -. Los Ángeles, fiesta… Paris Hilton.
-Y a vosotros os parece tan normal, ¿no?
Cath y Daren se encogieron de hombros.
-Podrías venirte con nosotros esta Navidad…- propuso Cath emocionada con la idea.
Layla miró a Cath y Daren miró a Layla.
-No sé, Cath…
-No la presiones Cath - la ayudó el chico -. Es normal que Layla quiera pasar esas fiestas con su familia.
-Bueno… nosotros también podríamos ser su familia para entonces, ¿no? - comentó mirando sonriente a su hermano.
Daren casi se atragantó y Layla se echó a reír. El chico miró a ésta última.
-Cuando compremos los billetes de avión se lo volveremos a preguntar - dijo.
-Me parece bien - asintió Cath con entusiasmo.
-A mí también - sonrió Layla sin apartar sus ojos de los de él.
-No os parece que hay un poco de atracción en el ambiente…- comentó pícara Cath, ante el estudio al que su hermano y su amiga se estaban sometiendo.
Layla se sonrojó y Daren le revolvió el pelo a su hermana.
-Voy a tener que informar a nuestros progenitores de tus comentarios...- bromeó.
-Y yo voy a tener que informarles de tus nuevas amistades…
-Me parece que lo mejor es que dejéis de amenazaos el uno al otro.
La cena se alargó bastante, por las continuas interrupciones por risas incontrolables de los tres, y cuando quisieron darse cuenta eran las diez de la noche.
Daren estaba demasiado a gusto para querer que la velada llegase a su fin pero de repente notó que sus músculos se tensaban. Layla percibió que su rostro se tornaba tosco y miró sus brazos donde las venas podían vislumbrarse con demasiada facilidad.
-Mierda…- masculló levantándose con un movimiento rápido.
-¿Qué pasa? - preguntaron ambas mirándolo.
-Tengo que irme - anunció cerrando los ojos y apretando la mandíbula.
-¡No! - sollozó Cath agarrándose a uno de sus inusuales brazos.
Daren abrió los ojos de golpe y la enfocó con sus pupilas dilatadas como las de un gato. Cath nunca había visto tan claramente aquella mirada.
-¿A dónde vas? - preguntó asustada Layla, que también se había levantado.
Los dos hermanos la miraron y ella se llevó las manos al rostro tapándose la boca en un intento de sofocar un grito que se quedó en un quejido. Daren besó a Cath en la frente y se acercó a la chica.
-Te juro que te lo voy a explicar todo en cuanto tenga la ocasión, Layla - prometió cogiéndole las manos y apartándoselas del rostro -. Deja que te mire una vez más …
Cath se echó a llorar. Las palabras de su hermano le habían sonado a despedida.
-¿Qué estás diciendo? - musitó Layla temblando.
Daren notó que algo le apremiaba en su interior para que se marchase.
-Quédate con Cath esta noche, por favor - dijo soltándola.
-Espera…- Layla le cogió una mano cuando ya se volvía. Él miró sus manos entrelazadas -. No puedes dejarme así…
Daren tiró de la chica hacia él con suma facilidad y la abrazó.
-Tengo que irme ya - le susurró.
Layla, que se había agarrado a su camiseta, levantó la vista hacia su rostro. Estaba llorando. Daren se inclinó y la besó en los labios. La adrenalina golpeó con fuerza en su pecho y se sintió extrañamente reconfortado. Deseó poder detener el tiempo en aquel instante para poder disfrutar eternamente de aquella sensación mágica y excitante. El cuerpo frágil de Layla entre sus brazos y sus húmedos labios eran el motivo de su existencia. El aliento que necesitaba para vivir. Lo comprendió de inmediato. Luchó contra sus instintos para no tener que irse pero sabía que no iba a poder detenerlos.
Se separó lentamente de ella, primero de sus labios y luego de su cuerpo, dejando grabadas en su memoria todas las sensaciones que había disfrutado en aquellos segundos por si eran las últimas.
Luego se volvió y salió corriendo de la casa en dirección al bosque.
Layla y Cath salieron al porche pero ya no pudieron verlo. Se olvidaron del frío por unos minutos y esperaron verlo aparecer. Pero Cath sabía que Daren no iba a volver hasta que no cumpliese con sus extraños cometidos.
-Vamos dentro - dijo a Layla -. Si quieres puedo llevarte a casa.
-No me voy a ir.
-Daren tardará en volver…
-No importa - musitó.
-También puede ser que no vuelva, Layla...- sollozó Cath.
Ambas se abrazaron.