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lunes, 10 de enero de 2011

ALIENTO (Prólogo y primer capítulo)


Primera entrada del año!!!
Hola umbraleros!!! He decidido que voy a empezar a colgar en el blog algunos capítulos del primer libro de El umbral del alma, Aliento, para ver si así conseguimos ser más los que nos enganchamos a la historia de Daren.
De momento va a ser una prueba y ya veremos como funciona...
A los que ya lo habéis leído os animo a que también me dejéis comentarios. Os aseguro que estoy trabajando en Vida aunque está siendo realmente difícil de escribir.
En breve cambiaré la playlist e idearé alguna nueva encuesta.
En cuanto a lo de "listo para una nueva trilogía" es... realmente interesante.

Aquí os dejo el comienzo de la historia...
Saludos a todos!!! Espero vuestras opiniones.



PRÓLOGO



“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida si que nos los roba muchas veces y definitivamente.”

 François Mauriac  (escritor francés)


Aquellos ojos inocentes contemplaban con auténtico pavor las imágenes sagradas que se disponían a ambos lados en las paredes de la iglesia. Caminaba maquinalmente agarrado de la mano de aquella joven mujer a la que ni siquiera conocía y lo peor de todo era que le molestaban los zapatos. Cuando llegaron frente al altar, la mujer hizo una leve genuflexión y se santiguó. Él aprovechó aquel momento para volverse y buscar algún rostro que le resultase familiar entre todas las personas que abarrotaban el recinto. Había gente conocida y otra mucha desconocida totalmente, pero … ¿dónde estaban sus padres y sus hermanas mayores?. El último recuerdo que tenía de ellos era del día de su tercer cumpleaños. Sus padres bailaban juntos en el salón y él jugaba y reía con Sylvia y Beth.
La mujer que lo llevaba de la mano lo sentó en la primera fila de bancos y lo miró con los ojos sonrojados. Luego, antes de sentarse junto a él, le besó la frente y le acarició la mejilla. ¿Por qué todo el mundo estaba apesadumbrado? Y…¿por qué lo besaban tanto y lo abrazaban desde hacía un par de días?. Definitivamente su madre no iba a estar allí, entre todo aquel desfile de personas vestidas de oscuro, a ella no le gustaba la oscuridad.

El  niño miró de nuevo hacia el altar que presidía una enorme cruz. No sabía que aquellas cuatro cajas que había dispuestas en fila frente a él eran féretros, ni que sus padres y sus hermanas habían sido asesinados la noche de su cumpleaños.





REGALOS

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.”

Benjamin Franklin (estadista y científico estadounidense).


(Dieciocho años después.)

Desde detrás de la fuente la contempló pasar buscándolo y llamándolo por su nombre. Su fina figura se reflejó en las aguas del lago artificial  que ocupaba una extensión bastante grande del jardín delantero de la casa. Los peces de colores se vislumbraban bajo las tranquilas aguas cristalinas y algunos patos nadaban cerca de la zona más alejada dónde había juncos entre los que solían hacer sus nidos.
-¿Daren? – volvió a llamarlo. Él sonrió observándola en silencio.
Entre las diferentes flores que en ese momento la rodeaban se veía todavía más hermosa de lo que ya era en realidad. Sus rubios rizos le reposaban tranquilos sobre los hombros. La quería con locura. Era fantástico oírla hablar y reír de sus aventuras diarias y a veces él tenía que abrirle los ojos a la realidad porque fantaseaba con una facilidad increíble.
Al final ella lo divisó y cruzó el puente de piedra corriendo hasta el centro del lago, dónde había un cenador de hierro forjado repleto de enredaderas con flores blancas que desprendían un suave aroma. Su sonrisa era radiante.
-¡Hermano! – exclamó lanzándose sobre él y rodeándole el cuello con un fuerte abrazo. Daren la levantó en el aire cogiéndola por la cintura –.Hace un rato que te busco.
Dejó a la chica en el suelo y le besó la mejilla.
-Lo sé – sonrió –. Hace un rato que te observo.
Cath le dio un puñetazo cariñoso en un brazo y también sonrió.
Eran las siete de la tarde pasadas pero aún hacía calor. El sol todavía se negaba a irse y a dejar paso a las primeras sombras del atardecer. Todo estaba en calma. Era una de las ventajas de vivir en uno de los más prestigiosos barrios residenciales de Los Ángeles, la tranquilidad después de un bullicioso día en la ciudad, estaba asegurada.
Los dos chicos estuvieron un rato contemplando los peces y luego se acercaron paseando por el cuidado jardín hacia la mansión. Cath agarrada al brazo de su hermano parloteaba y gesticulaba sobre su primera semana de su último curso de instituto y Daren reía sus comentarios. Todo era tan normal y tan perfecto que parecía imposible predecir lo que aquella noche iba a acontecer en sus vidas.
-¿Sabes? - Cath miró a Daren a los ojos –. No tenía ni idea de qué regalarte y todavía no estoy muy segura de haber acertado.
-No te preocupes hermanita. Yo no te he comprado nada.
Ambos se echaron a reír.
-Está bien… así seguro que has acertado.
Daren se acercó a la chica y le dio un beso en la frente.
-¿En serio me crees capaz de eso? - le susurró.
-¿Y… qué me has comprado entonces? - preguntó curiosa.
Él la miró como única respuesta y se encogió de hombros negándose a soltar prenda.
-¡Chicos! - exclamó en aquel momento Rebecca, su madre, bajando las escaleras del porche. Ya se había cambiado para la fiesta. Llevaba un sencillo pero elegante vestido de noche largo y el pelo rubio recogido perfectamente con un broche de oro.
-Bueno Cath, creo que mamá viene a meternos prisa para que nos arreglemos y quizá a darte la charla de los dieciocho, así que yo os voy a dejar solas.
-También es tu cumpleaños, Daren - protestó ella cogiéndole un brazo para que no se fuese.
-Pero yo cumplo veintiuno, amor mío – sonrió -. Yo ya pasé por esa charla.
Rebecca que se había acercado a ellos por el camino de piedra para que sus tacones de aguja no se clavasen en el césped puso los brazos en jarras y los miró a ambos.
-Aún no os habéis cambiado, hijos - dijo en un tono más de impaciencia que de enfado.
Ellos la miraron sonriendo.
-Ahora íbamos, mamá.
-Sí –  afirmó Daren desprendiéndose de la  mano  de  su  hermana suavemente -. Además yo aún tengo que hacer algo antes de arreglarme.
Besó en la mejilla a las dos mujeres que hasta el momento habían sido las más importantes de su vida y se alejó hacia la casa, no sin antes volverse y guiñar un ojo a su hermana sonriendo.
Dentro de la enorme mansión había un constante ir y venir del servicio que ultimaba la fiesta que se celebraría en el jardín trasero, dónde se habían instalado unas carpas y muchas mesas que ya estaban engalanadas. La piscina en torno a la cual se habían colocado estaba iluminada por antorchas clavadas en el césped que se reflejaban en el agua y que al anochecer crearían un bonito efecto de luz. Todo estaba cuidado hasta el último detalle porque la ocasión lo merecía. Los invitados al evento irían identificados con sus invitaciones y serían recibidos por los Smith en el porche principal frente al cual  dejarían sus lujosos coches que los empleados contratados para aquella noche se encargarían de retirar y de aparcar.
Sus padres no habían autorizado prensa pero ya habían sido informados de que la entrada a la urbanización estaba saturada de ella, así que Daren había preferido no salir en todo el día para no tener que lidiar con micros y cámaras.
El chico cruzó el gran salón hacia las blancas escaleras de mármol que conducían al piso superior.
-Señorito Smith - lo llamó una mujer del servicio cuando ya tenía el pie en el primer escalón.
El aludido miró con sus castaños ojos oscuros hacia ella y negó con la cabeza sonriendo.
-Lorna, debo llevar… no sé…- cruzó los brazos sobre su pecho y entornó los ojos pensativo y divertido - … desde los quince o dieciséis años pidiéndote que me llames sólo Daren.
La mujer lo miró con ojos brillantes y llenos de dulzura. Llevaba en la casa desde que Daren tenía uso de razón y ambos se tenían una inmensa estima.
-Su madre los andaba buscando a usted y a su hermana - dijo al fin.
-Lo sé. Ya nos ha encontrado, pero con la sutileza que me caracteriza he conseguido librarme del sermón conjunto que nos iba a soltar - bromeó él. Lorna sonrió y su rostro pareció rejuvenecer.
-Su madre sólo quiere aconsejarlos. La señora Smith los quiere mucho a ambos.
-Le dejaré que me aconseje más tarde.
-Escúchela siempre. Las madres tenemos un sexto sentido con respecto a nuestros hijos.
-Tú también lo tienes con respecto a mí, Lorna - el chico caminó unos pasos hacia la mujer y se colocó frente a ella. Era bastante más alto -. ¿Quieres decirme algo más, verdad?
Las miradas de ambos volvieron a cruzarse y entonces Daren tuvo la impresión de que Lorna iba a echarse a llorar. La mujer afirmó con la cabeza contestando así a la última pregunta del chico y luego le colocó una mano en la mejilla.
-Felicidades Daren.
El chico sonrió y puso una de sus manos sobre la de ella para deslizarla hacia sus labios y besársela.
-Gracias Lorna – dijo embriagándose con el dulce olor que siempre tenían aquellas cálidas y trabajadoras manos  –. Hueles a canela.
-He estado preparando el ponche - sonrió ella -. Pero ahora venga señorito, vaya a arreglarse que la gente empezará a llegar en una hora.
El chico soltó la mano de la mujer y empezó a subir las escaleras, aún mirándola, mientras ella se dirigía con paso apresurado hacia la cocina.

                                  
Cuando Daren entró en su cuarto lo primero que hizo fue abrir su armario y coger una pequeña bolsa roja de Cartier de la que sacó un estuche del mismo color. Se sentó en su cama y lo abrió. El collar que había comprado dos días antes en Beverly Hills reposaba sobre el fondo de terciopelo negro.
A principios de semana, Daren había tenido un sueño en el que su hermana llevaba un collar como aquel el día de su cumpleaños. Él no le había dado importancia ninguna; sabía el vestido que Cath se iba a poner aquella noche porque ella misma se lo había enseñado cuando lo compró y pensó que en su sueño, lo único que él había hecho, había sido añadirle un complemento. Hasta ahí todo parecía normal. Un sueño con tu hermana, un vestido y un collar. Se olvidó de él por completo hasta que, una tarde paseando por Rodeo Drive buscando algún regalo, el comentario de unas chicas lo hizo detenerse ante un escaparate. Entonces una sola joya, de entre todas las que había expuestas, captó su atención. No era un collar parecido, era idéntico al que Daren había visto en el cuello de su hermana en su sueño.
Ahora, sentado en la soledad de su habitación, se recordaba entrando en la joyería y saludando a la chica que lo atendió. “Es de la colección Délices de Cartier “ había dicho sonriendo y mostrándole la joya. Luego había seguido diciendo algo de oro blanco de 18 quilates con diamantes, rubíes, cuarzo rosa, turmalinas… y algunas cosas más a las que él no había prestado mucha atención porque estaba demasiado sorprendido contemplando aquella “coincidencia”.
-Daren, ¿qué miras tan embobado?
Él salió de sus meditaciones y miró a su hermana de pie en el umbral de la puerta.
-Tu regalo - contestó cerrando el estuche y levantándose.
Cath divisó la bolsita roja sobre el escritorio.
-¡De Cartier! - exclamó acercándose al chico -. ¿Cuánto te has gastado?
-Mejor no quieras saberlo, vale - sonrió él tendiéndole el estuche -. Te lo iba a dar luego pero he pensado que quizá quieras estrenarlo para la fiesta.
Las manos de la chica temblaron cuando rozaron las de Daren para tomar su regalo.
-¿Crees que debería sentarme?- comentó ella señalando la cama con un gesto de cabeza y con una nerviosa sonrisa dibujada en el rostro.
-Bueno… no sé…- dudó él -. Si quieres nos sentamos los dos.
Al final Cath se sentó en la cama y Daren se agachó frente a ella. Ambos se miraron unos segundos sonriendo y luego ella abrió la tapa del estuche.
Daren miraba su rostro cuando los sonrosados labios de su hermana se cubrieron con una mano y sus ojos azules se abrieron como platos en una expresión de desmesurada sorpresa. Después de unos segundos sin reaccionar Cath levantó la mirada hacia él.
-Dios, dime cuanto te ha costado…- Se había sonrojado y sus ojos se humedecieron por momentos –. Es precioso…
-Mucho menos de lo que te mereces.
Definitivamente, la chica se echó a llorar con el comentario de su hermano. Daren sonrió cogiéndole el estuche de las manos y dejándolo  en la cama y luego la abrazó. Ella se aferró con tanto ímpetu a su cuello que casi lo dejó caer hacia atrás.
La dejó llorar un rato abrazada a él hasta que los sollozos se fueron calmando.
-Menos mal que aún no me había puesto la camisa - comentó entonces intentando hacerla reír.
Ella se separó y lo miró. La camiseta grisácea que llevaba había oscurecido en el hombro dónde sus lágrimas habían calado.
-Lo siento - susurró.
-Más lo siento yo que pensé que te ibas a poner a dar botes de alegría y mira…- siguió bromeando.
Cath sonrió y miró el collar. Daren también lo miró.
-Tuviste una locura transitoria y decidiste gastarte unos cuantos miles de dólares en un regalo para tu hermana, ¿no?
-Sí - asintió él -. Fue algo así.


Daren esperaba a su hermana en el pasillo. Hacía cinco minutos que había picado a su puerta y ella le había contestado con un enérgico “salgo en un segundo”. En aquel momento ya supuso que aquel segundo iba a alargarse hasta algunos minutos, aunque esperaba que no fueran más de diez. Ya había oído llegar a algunos invitados y a sus padres ejercer de anfitriones. No deseaba aparecer en el jardín cuando todo el mundo ya estuviese allí en plan entrada triunfal, así que volvió a picar con los nudillos en la puerta de la habitación.
-Tu segundo ha pasado hace cinco minutos - suspiró.
-Lo sé, ya voy.
El chico se retiró de la puerta unos pasos y sucedió algo extraño.
El pasillo se convirtió en una calle oscura iluminada precariamente con algunas farolas que emitían una insuficiente luz anaranjada. Había una de ellas que incluso parpadeaba. No hacía frío a pesar de que Daren llevaba sólo el pantalón largo  del pijama y estaba descalzo. Se estaba mirando los pies, intentando saber que estaba haciendo allí, cuando oyó un jadeo y unos pasos. Levantó la vista hacia el frente y enseguida un hombre apareció por la esquina corriendo y mirando hacia atrás. ¿Lo  están persiguiendo?, pensó el chico. Entonces centro toda su atención en el rostro que se volvió hacia él. Un rostro desencajado por el miedo.
-¡Lista! - exclamó Cath abriendo la puerta. Daren parpadeó y volvió al pasillo de su casa. Su respiración se había acelerado -. ¿Qué te pasa? - preguntó seguidamente la chica clavando su mirada en la de él y con un tono preocupado en la voz.
-Nada…- articuló en un susurro. La imagen de aquel rostro lo había dejado sin aire.
-Estás tremendamente pálido - extendió la mano hacia el chico. Daren se la cogió y se la apretó con fuerza -. ¿Te has mareado?
-Creo que sí - mintió aún aturdido pero recuperándose con rapidez –. Pero estoy mejor. Creo que necesito comer algo, eso es todo.
-Bien - sonrió ella nerviosa.
Daren sabía que Cath esperaba un comentario, su cabeza funcionaba de nuevo con normalidad, así que la miró de arriba abajo y se acercó a ella.
-Estás preciosa - le susurró al oído.
-Gracias - sonrió ella inmensamente feliz y satisfecha -. Tú también estás muy guapo.
Cuando Daren se separó de ella y la volvió a mirar se detuvo en el collar. Ya había estado en aquella situación. Su sueño había sido exactamente aquel momento.
-Déjame tu mano izquierda - dijo seguidamente ella que había escondido algo a su espalda. Daren obedeció y alargó su zurda. Cath colocó un brazalete de piel en su muñeca que resultó ser un reloj -. Espero que te guste, felicidades - sonrió luego.
-Estuve a punto de comprarme uno…- empezó a decir mirándolo.
-¡Lo sé! - lo cortó ella. El chico la interrogó con la mirada alzando las cejas -. Te vi cuando los mirabas por internet.
Ambos sonrieron y Daren le ofreció su brazo para ir bajando. Ella se agarró a él y ambos empezaron a andar.
-Esto…- parecía divertido pensando lo que iba a decir –. No te acerques mucho a mis amigos esta noche, ¿vale?
Esta vez fue ella la que con cara de sorpresa lo interrogó con la mirada.
-¿Por qué?
-Son tíos Cath - le dijo él mirándola.
-¡Uy! Me habías asustado, pensé que iban a ser algún tipo de animal peligroso.
-Vamos hermanita, tú ya me entiendes.


Daren se despedía de los últimos invitados cerca de la salida de la finca. La fiesta se había alargado bastante sobre todo para los invitados más jóvenes, que resultaron ser los amigos del chico. Los más “chispeantes”, a causa del alcohol, que iban sentados en los asientos traseros de los tres coches con los que se habían desplazado, insistían en alargar la fiesta en alguna discoteca y en que el chico los acompañase.
-Podría venirse también tu hermana…- le gritaba uno desde el coche que quedaba más alejado.
-¡Cállate Jason! - le espetó el que conducía –. Estas como una cuba y luego te vas a arrepentir si dices algo más sobre Cath.
Daren sonrió y volvió a mirar a su mejor amigo que conducía otro de los vehículos. El chico parecía sobrio y relajado.
-Iros ya, anda - le dijo.
-Seguro que no te apetece venir - insistió el otro.
Los del asiento trasero se habían puesto a cantar el cumpleaños feliz.
-No. Creo que no me encuentro muy bien, así que lo dejamos para otro día.
-Está bien compañero - puso el motor en marcha y pidió un poco de orden a sus acompañantes.
-Id con cuidado, Larry. Mañana os pego un toque para ver cómo ha ido todo - sonrió Daren.
El chico afirmó con la cabeza y los tres coches salieron uno tras otro armando jaleo.
Daren esperó para cerrar la verja y conectar la alarma de aproximación a ésta y luego volvió paseando y disfrutando del silencio de la noche.
Cuando entró en casa sus padres y su hermana lo esperaban comentando la fiesta en el salón.
-¿Ya se han ido? - le preguntó Thomas, su padre, que fue el primero en verlo.
-Sí – suspiró dejándose caer en un sofá de piel de tres plazas junto a su hermana.
-¿Qué folloneros son, no?- comentó divertida Cath.
Daren volvió su cabeza hacia ella y ambos sonrieron.
-Bueno hijos, nos vamos a acostar que para nosotros esto ya es trasnochar – anunció Rebecca levantándose y mirando el reloj de pie que había junto a la chimenea y que en ese momento marcaba las dos algo pasadas.
-Os hemos dejado los regalos en vuestras habitaciones - sonrió Thomas -. El tuyo Daren será mejor que vayas a verlo mañana porque ya están todas las alarmas activadas.
-¿Qué pasa?¿Me habéis comprado un coche y está en el garaje?- bromeó él.
Sus padres se miraron entre ellos y luego miraron a Cath.
-Os juro que yo no he dicho nada. – Ella levantó las dos manos en señal de inocencia.
Daren se levantó del sofá de un bote como si hubiese recibido una descarga eléctrica y se quedó mirando a sus padres.
-¿Me habéis comprado un coche?- les preguntó luego incrédulo.
Su padre afirmó con la cabeza y Cath se echó a reír. Daren la miró.
-¿ Y tú lo sabías?
-Yo quería que te lo comprasen rojo pero al final papá y mamá se decantaron por el negro - comentó sin dejar de sonreír.
-Creo que hemos conseguido sorprenderte - afirmó complacida su madre.
Daren se acercó a ella y le besó la mejilla.
-Es demasiado mamá – le dijo.
-Bueno…- sonrió la mujer -. Creo que lo que tú le has comprado a tu hermana también es demasiado.
-Eres muy protector con ella, la mimas mucho, Daren - comentó seguidamente su padre.
-¡Oye, qué estoy aquí! - protestó Cath sonrojándose.
Después de uno momento de risas, todos empezaron a subir las escaleras. Rebecca y Thomas iban delante y los dos chicos los seguían bromeando entre ellos.
-Por cierto… ¿qué coche me habéis comprado?.
-Bueno… un Dodge Avenger R/T 2009, no sé si te gustará - dijo Thomas volviéndose hacia él.
-¡Vamos papá! – exclamó -. ¿Estás de broma, no?.
Todos se detuvieron y lo miraron. Daren supo enseguida que no bromeaba.


La llave del nuevo vehículo estaba sobre su cama, dónde también había un sobre. Daren lo cogió y sacó una tarjeta blanca escrita a mano. La letra era de su madre.
¡Felicidades hijo! Disfrútalo pero sé prudente.
Un beso,
Tus padres.

Después de leerla volvió a guardar la tarjeta en el sobre y la puso junto con la llave en la mesita de noche.
Mientras se quitaba la chaqueta del traje, que dejó sobre una silla, se dirigió a su cuarto de baño. Todas las habitaciones de la casa eran suites con baño completo propio. Se aflojó la corbata y se desabrochó la camisa mirándose al espejo. No se había olvidado de la visión que había tenido hacia unas horas, sólo había intentado no pensar en ella y aparentar normalidad ante su familia y sus amigos, pero en realidad estaba inquieto.
Después de cepillarse los dientes, volvió a la habitación. Seguía haciendo bastante calor, así que se puso sólo el pantalón del pijama y dejó la ventana entreabierta.
Cuando se echó en la cama el frescor de las sábanas le relajó el cuerpo. Estaba bastante cansado y aunque no había bebido demasiado, la cabeza empezaba a dolerle como si la resaca fuese a aparecer, así que cerró los ojos y se quedó dormido casi de inmediato.




2 comentarios:

Gambito dijo...

K-neticos saludos!!

Nuevo año y blog casi nuevo. Interesante la propuesta de colgar capítulos del primer libro, a mi manera de ver. A ver si cada vez se engancha más gente a la serie. Como no podría ser de otra manera propongo nuevas canciones:

- Lying from me (Linkin Park): Para Uziel/Daren en "Corazón".

- Broken (Seether & Amy Lee): Para Daren y Layla en "Aliento".

- Just the way you are (Bruno Mars): Para Layla de Daren, está claro.

- Soulmate (Natasha Bedingfield): Para la serie en general.

Espero que gusten. Por cierto, ¿estará el tercero para antes del verano?. Esto de no tener editorial seria detrás presionando...

^^Helen^^ dijo...

eso eso, a ver si nos ponemos las pilas con el tercero!!!