Primera entrada del año!!!
Hola umbraleros!!! He decidido que voy a empezar a colgar en el blog algunos capítulos del primer libro de El umbral del alma, Aliento, para ver si así conseguimos ser más los que nos enganchamos a la historia de Daren.
De momento va a ser una prueba y ya veremos como funciona...
A los que ya lo habéis leído os animo a que también me dejéis comentarios. Os aseguro que estoy trabajando en Vida aunque está siendo realmente difícil de escribir.
En breve cambiaré la playlist e idearé alguna nueva encuesta.
En cuanto a lo de "listo para una nueva trilogía" es... realmente interesante.
Aquí os dejo el comienzo de la historia...
Saludos a todos!!! Espero vuestras opiniones.
PRÓLOGO
“La muerte no nos roba los seres amados. Al
contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida si que
nos los roba muchas veces y definitivamente.”
François Mauriac (escritor francés)
Aquellos ojos inocentes contemplaban
con auténtico pavor las imágenes sagradas que se disponían a ambos lados en las
paredes de la iglesia. Caminaba maquinalmente agarrado de la mano de aquella
joven mujer a la que ni siquiera conocía y lo peor de todo era que le
molestaban los zapatos. Cuando llegaron frente al altar, la mujer hizo una leve
genuflexión y se santiguó. Él aprovechó aquel momento para volverse y buscar
algún rostro que le resultase familiar entre todas las personas que abarrotaban
el recinto. Había gente conocida y otra mucha desconocida totalmente, pero … ¿dónde estaban sus padres y sus hermanas
mayores?. El último recuerdo que tenía de ellos era del día de su tercer
cumpleaños. Sus padres bailaban juntos en el salón y él jugaba y reía con
Sylvia y Beth.
La mujer que lo llevaba de la mano lo
sentó en la primera fila de bancos y lo miró con los ojos sonrojados. Luego,
antes de sentarse junto a él, le besó la frente y le acarició la mejilla. ¿Por qué todo el mundo estaba apesadumbrado?
Y…¿por qué lo besaban tanto y lo
abrazaban desde hacía un par de días?. Definitivamente su madre no iba a
estar allí, entre todo aquel desfile de personas vestidas de oscuro, a ella no
le gustaba la oscuridad.
El
niño miró de nuevo hacia el altar que presidía una enorme cruz. No sabía
que aquellas cuatro cajas que había dispuestas en fila frente a él eran
féretros, ni que sus padres y sus hermanas habían sido asesinados la noche de
su cumpleaños.
REGALOS
“La
felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que
pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.”
Benjamin
Franklin (estadista y científico estadounidense).
(Dieciocho años después.)
Desde detrás de la fuente la contempló
pasar buscándolo y llamándolo por su nombre. Su fina figura se reflejó en las
aguas del lago artificial que ocupaba
una extensión bastante grande del jardín delantero de la casa. Los peces de
colores se vislumbraban bajo las tranquilas aguas cristalinas y algunos patos
nadaban cerca de la zona más alejada dónde había juncos entre los que solían
hacer sus nidos.
-¿Daren? – volvió a llamarlo. Él
sonrió observándola en silencio.
Entre las diferentes flores que en ese
momento la rodeaban se veía todavía más hermosa de lo que ya era en realidad.
Sus rubios rizos le reposaban tranquilos sobre los hombros. La quería con
locura. Era fantástico oírla hablar y reír de sus aventuras diarias y a veces
él tenía que abrirle los ojos a la realidad porque fantaseaba con una facilidad
increíble.
Al final ella lo divisó y cruzó el puente
de piedra corriendo hasta el centro del lago, dónde había un cenador de hierro
forjado repleto de enredaderas con flores blancas que desprendían un suave
aroma. Su sonrisa era radiante.
-¡Hermano! – exclamó lanzándose sobre
él y rodeándole el cuello con un fuerte abrazo. Daren la levantó en el aire
cogiéndola por la cintura –.Hace un rato que te busco.
Dejó a la chica en el suelo y le besó
la mejilla.
-Lo sé – sonrió –. Hace un rato que te
observo.
Cath le dio un puñetazo cariñoso en un
brazo y también sonrió.
Eran las siete de la tarde pasadas
pero aún hacía calor. El sol todavía se negaba a irse y a dejar paso a las
primeras sombras del atardecer. Todo estaba en calma. Era una de las ventajas
de vivir en uno de los más prestigiosos barrios residenciales de Los Ángeles,
la tranquilidad después de un bullicioso día en la ciudad, estaba asegurada.
Los dos chicos estuvieron un rato
contemplando los peces y luego se acercaron paseando por el cuidado jardín
hacia la mansión. Cath agarrada al brazo de su hermano parloteaba y gesticulaba
sobre su primera semana de su último curso de instituto y Daren reía sus
comentarios. Todo era tan normal y tan perfecto que parecía imposible predecir
lo que aquella noche iba a acontecer en sus vidas.
-¿Sabes? - Cath miró a Daren a los
ojos –. No tenía ni idea de qué regalarte y todavía no estoy muy segura de
haber acertado.
-No te preocupes hermanita. Yo no te
he comprado nada.
Ambos se echaron a reír.
-Está bien… así seguro que has
acertado.
Daren se acercó a la chica y le dio un
beso en la frente.
-¿En serio me crees capaz de eso? - le susurró.
-¿Y… qué me has comprado entonces? -
preguntó curiosa.
Él la miró como única respuesta y se
encogió de hombros negándose a soltar prenda.
-¡Chicos! - exclamó en aquel momento
Rebecca, su madre, bajando las escaleras del porche. Ya se había cambiado para
la fiesta. Llevaba un sencillo pero elegante vestido de noche largo y el pelo
rubio recogido perfectamente con un broche de oro.
-Bueno Cath, creo que mamá viene a
meternos prisa para que nos arreglemos y quizá a darte la charla de los
dieciocho, así que yo os voy a dejar solas.
-También es tu cumpleaños, Daren - protestó
ella cogiéndole un brazo para que no se fuese.
-Pero yo cumplo veintiuno, amor mío – sonrió
-. Yo ya pasé por esa charla.
Rebecca que se había acercado a ellos
por el camino de piedra para que sus tacones de aguja no se clavasen en el
césped puso los brazos en jarras y los miró a ambos.
-Aún no os habéis cambiado, hijos -
dijo en un tono más de impaciencia que de enfado.
Ellos la miraron sonriendo.
-Ahora íbamos, mamá.
-Sí
– afirmó Daren desprendiéndose de la mano de
su hermana suavemente -. Además yo aún tengo que
hacer algo antes de arreglarme.
Besó
en la mejilla a las dos mujeres que hasta el momento habían sido las más
importantes de su vida y se alejó hacia la casa, no sin antes volverse y guiñar
un ojo a su hermana sonriendo.
Dentro de la enorme mansión había un
constante ir y venir del servicio que ultimaba la fiesta que se celebraría en
el jardín trasero, dónde se habían instalado unas carpas y muchas mesas que ya
estaban engalanadas. La piscina en torno a la cual se habían colocado estaba
iluminada por antorchas clavadas en el césped que se reflejaban en el agua y
que al anochecer crearían un bonito efecto de luz. Todo estaba cuidado hasta el
último detalle porque la ocasión lo merecía. Los invitados al evento irían
identificados con sus invitaciones y serían recibidos por los Smith en el porche
principal frente al cual dejarían sus
lujosos coches que los empleados contratados para aquella noche se encargarían
de retirar y de aparcar.
Sus padres no habían autorizado prensa
pero ya habían sido informados de que la entrada a la urbanización estaba
saturada de ella, así que Daren había preferido no salir en todo el día para no
tener que lidiar con micros y cámaras.
El chico cruzó el gran salón hacia las
blancas escaleras de mármol que conducían al piso superior.
-Señorito Smith - lo llamó una mujer
del servicio cuando ya tenía el pie en el primer escalón.
El aludido miró con sus castaños ojos
oscuros hacia ella y negó con la cabeza sonriendo.
-Lorna, debo llevar… no sé…- cruzó los
brazos sobre su pecho y entornó los ojos pensativo y divertido - … desde los
quince o dieciséis años pidiéndote que me llames sólo Daren.
La mujer lo miró con ojos brillantes y
llenos de dulzura. Llevaba en la casa desde que Daren tenía uso de razón y
ambos se tenían una inmensa estima.
-Su madre los andaba buscando a usted
y a su hermana - dijo al fin.
-Lo sé. Ya nos ha encontrado, pero con
la sutileza que me caracteriza he conseguido librarme del sermón conjunto que
nos iba a soltar - bromeó él. Lorna sonrió y su rostro pareció rejuvenecer.
-Su madre sólo quiere aconsejarlos. La
señora Smith los quiere mucho a ambos.
-Le dejaré que me aconseje más tarde.
-Escúchela siempre. Las madres tenemos
un sexto sentido con respecto a nuestros hijos.
-Tú también lo tienes con respecto a mí,
Lorna - el chico caminó unos pasos hacia la mujer y se colocó frente a ella.
Era bastante más alto -. ¿Quieres decirme algo más, verdad?
Las miradas de ambos volvieron a
cruzarse y entonces Daren tuvo la impresión de que Lorna iba a echarse a
llorar. La mujer afirmó con la cabeza contestando así a la última pregunta del
chico y luego le colocó una mano en la mejilla.
-Felicidades Daren.
El chico sonrió y puso una de sus
manos sobre la de ella para deslizarla hacia sus labios y besársela.
-Gracias Lorna – dijo embriagándose
con el dulce olor que siempre tenían aquellas cálidas y trabajadoras manos –. Hueles a canela.
-He estado preparando el ponche -
sonrió ella -. Pero ahora venga señorito, vaya a arreglarse que la gente
empezará a llegar en una hora.
El chico soltó la mano de la mujer y
empezó a subir las escaleras, aún mirándola, mientras ella se dirigía con paso
apresurado hacia la cocina.
Cuando Daren entró en su cuarto lo
primero que hizo fue abrir su armario y coger una pequeña bolsa roja de Cartier
de la que sacó un estuche del mismo color. Se sentó en su cama y lo abrió. El
collar que había comprado dos días antes en Beverly Hills reposaba sobre el
fondo de terciopelo negro.
A principios de semana, Daren había
tenido un sueño en el que su hermana llevaba un collar como aquel el día de su
cumpleaños. Él no le había dado importancia ninguna; sabía el vestido que Cath
se iba a poner aquella noche porque ella misma se lo había enseñado cuando lo
compró y pensó que en su sueño, lo único que él había hecho, había sido
añadirle un complemento. Hasta ahí todo parecía normal. Un sueño con tu
hermana, un vestido y un collar. Se olvidó de él por completo hasta que, una
tarde paseando por Rodeo Drive buscando algún regalo, el comentario de unas
chicas lo hizo detenerse ante un escaparate. Entonces una sola joya, de entre
todas las que había expuestas, captó su atención. No era un collar parecido,
era idéntico al que Daren había visto en el cuello de su hermana en su sueño.
Ahora, sentado en la soledad de su
habitación, se recordaba entrando en la joyería y saludando a la chica que lo
atendió. “Es de la colección Délices de
Cartier “ había dicho sonriendo y mostrándole la joya. Luego había seguido
diciendo algo de oro blanco de 18 quilates con diamantes, rubíes, cuarzo rosa, turmalinas…
y algunas cosas más a las que él no había prestado mucha atención porque estaba
demasiado sorprendido contemplando aquella “coincidencia”.
-Daren, ¿qué miras tan embobado?
Él salió de sus meditaciones y miró a
su hermana de pie en el umbral de la puerta.
-Tu regalo - contestó cerrando el
estuche y levantándose.
Cath divisó la bolsita roja sobre el
escritorio.
-¡De Cartier! - exclamó acercándose al
chico -. ¿Cuánto te has gastado?
-Mejor no quieras saberlo, vale - sonrió
él tendiéndole el estuche -. Te lo iba a dar luego pero he pensado que quizá
quieras estrenarlo para la fiesta.
Las manos de la chica temblaron cuando
rozaron las de Daren para tomar su regalo.
-¿Crees que debería sentarme?- comentó
ella señalando la cama con un gesto de cabeza y con una nerviosa sonrisa
dibujada en el rostro.
-Bueno… no sé…- dudó él -. Si quieres
nos sentamos los dos.
Al final Cath se sentó en la cama y
Daren se agachó frente a ella. Ambos se miraron unos segundos sonriendo y luego
ella abrió la tapa del estuche.
Daren miraba su rostro cuando los
sonrosados labios de su hermana se cubrieron con una mano y sus ojos azules se
abrieron como platos en una expresión de desmesurada sorpresa. Después de unos
segundos sin reaccionar Cath levantó la mirada hacia él.
-Dios, dime cuanto te ha costado…- Se
había sonrojado y sus ojos se humedecieron por momentos –. Es precioso…
-Mucho menos de lo que te mereces.
Definitivamente, la chica se echó a
llorar con el comentario de su hermano. Daren sonrió cogiéndole el estuche de
las manos y dejándolo en la cama y luego
la abrazó. Ella se aferró con tanto ímpetu a su cuello que casi lo dejó caer
hacia atrás.
La dejó llorar un rato abrazada a él
hasta que los sollozos se fueron calmando.
-Menos mal que aún no me había puesto
la camisa - comentó entonces intentando hacerla reír.
Ella se separó y lo miró. La camiseta
grisácea que llevaba había oscurecido en el hombro dónde sus lágrimas habían
calado.
-Lo siento - susurró.
-Más lo siento yo que pensé que te
ibas a poner a dar botes de alegría y mira…- siguió bromeando.
Cath sonrió y miró el collar. Daren
también lo miró.
-Tuviste una locura transitoria y
decidiste gastarte unos cuantos miles de dólares en un regalo para tu hermana, ¿no?
-Sí - asintió él -. Fue algo así.
Daren esperaba a su hermana en el
pasillo. Hacía cinco minutos que había picado a su puerta y ella le había
contestado con un enérgico “salgo en un
segundo”. En aquel momento ya supuso que aquel segundo iba a alargarse
hasta algunos minutos, aunque esperaba que no fueran más de diez. Ya había oído
llegar a algunos invitados y a sus padres ejercer de anfitriones. No deseaba
aparecer en el jardín cuando todo el mundo ya estuviese allí en plan entrada
triunfal, así que volvió a picar con los nudillos en la puerta de la
habitación.
-Tu segundo ha pasado hace cinco
minutos - suspiró.
-Lo sé, ya voy.
El chico se retiró de la puerta unos
pasos y sucedió algo extraño.
El pasillo se convirtió en una calle
oscura iluminada precariamente con algunas farolas que emitían una insuficiente
luz anaranjada. Había una de ellas que incluso parpadeaba. No hacía frío a
pesar de que Daren llevaba sólo el pantalón largo del pijama y estaba descalzo. Se estaba
mirando los pies, intentando saber que estaba haciendo allí, cuando oyó un
jadeo y unos pasos. Levantó la vista hacia el frente y enseguida un hombre
apareció por la esquina corriendo y mirando hacia atrás. ¿Lo están persiguiendo?,
pensó el chico. Entonces centro toda su atención en el rostro que se volvió
hacia él. Un rostro desencajado por el miedo.
-¡Lista! - exclamó Cath abriendo la
puerta. Daren parpadeó y volvió al pasillo de su casa. Su respiración se había
acelerado -. ¿Qué te pasa? - preguntó seguidamente la chica clavando su mirada
en la de él y con un tono preocupado en la voz.
-Nada…- articuló en un susurro. La
imagen de aquel rostro lo había dejado sin aire.
-Estás tremendamente pálido - extendió
la mano hacia el chico. Daren se la cogió y se la apretó con fuerza -. ¿Te has
mareado?
-Creo que sí - mintió aún aturdido
pero recuperándose con rapidez –. Pero estoy mejor. Creo que necesito comer
algo, eso es todo.
-Bien - sonrió ella nerviosa.
Daren sabía que Cath esperaba un
comentario, su cabeza funcionaba de nuevo con normalidad, así que la miró de
arriba abajo y se acercó a ella.
-Estás preciosa - le susurró al oído.
-Gracias - sonrió ella inmensamente
feliz y satisfecha -. Tú también estás muy guapo.
Cuando Daren se separó de ella y la
volvió a mirar se detuvo en el collar. Ya había estado en aquella situación. Su
sueño había sido exactamente aquel momento.
-Déjame tu mano izquierda - dijo
seguidamente ella que había escondido algo a su espalda. Daren obedeció y
alargó su zurda. Cath colocó un brazalete de piel en su muñeca que resultó ser
un reloj -. Espero que te guste, felicidades - sonrió luego.
-Estuve a punto de comprarme uno…-
empezó a decir mirándolo.
-¡Lo sé! - lo cortó ella. El chico la
interrogó con la mirada alzando las cejas -. Te vi cuando los mirabas por internet.
Ambos sonrieron y Daren le ofreció su
brazo para ir bajando. Ella se agarró a él y ambos empezaron a andar.
-Esto…- parecía divertido pensando lo
que iba a decir –. No te acerques mucho a mis amigos esta noche, ¿vale?
Esta vez fue ella la que con cara de
sorpresa lo interrogó con la mirada.
-¿Por qué?
-Son tíos Cath - le dijo él mirándola.
-¡Uy! Me habías asustado, pensé que
iban a ser algún tipo de animal peligroso.
-Vamos hermanita, tú ya me entiendes.
Daren se despedía de los últimos
invitados cerca de la salida de la finca. La fiesta se había alargado bastante sobre
todo para los invitados más jóvenes, que resultaron ser los amigos del chico. Los
más “chispeantes”, a causa del alcohol, que iban sentados en los asientos
traseros de los tres coches con los que se habían desplazado, insistían en
alargar la fiesta en alguna discoteca y en que el chico los acompañase.
-Podría venirse también tu hermana…-
le gritaba uno desde el coche que quedaba más alejado.
-¡Cállate Jason! - le espetó el que
conducía –. Estas como una cuba y luego te vas a arrepentir si dices algo más
sobre Cath.
Daren sonrió y volvió a mirar a su
mejor amigo que conducía otro de los vehículos. El chico parecía sobrio y
relajado.
-Iros ya, anda - le dijo.
-Seguro que no te apetece venir -
insistió el otro.
Los del asiento trasero se habían
puesto a cantar el cumpleaños feliz.
-No. Creo que no me encuentro muy
bien, así que lo dejamos para otro día.
-Está bien compañero - puso el motor
en marcha y pidió un poco de orden a sus acompañantes.
-Id con cuidado, Larry. Mañana os pego
un toque para ver cómo ha ido todo - sonrió Daren.
El chico afirmó con la cabeza y los
tres coches salieron uno tras otro armando jaleo.
Daren esperó para cerrar la verja y
conectar la alarma de aproximación a ésta y luego volvió paseando y disfrutando
del silencio de la noche.
Cuando entró en casa sus padres y su hermana
lo esperaban comentando la fiesta en el salón.
-¿Ya se han ido? - le preguntó Thomas,
su padre, que fue el primero en verlo.
-Sí – suspiró dejándose caer en un
sofá de piel de tres plazas junto a su hermana.
-¿Qué folloneros son, no?- comentó
divertida Cath.
Daren volvió su cabeza hacia ella y
ambos sonrieron.
-Bueno hijos, nos vamos a acostar que
para nosotros esto ya es trasnochar – anunció Rebecca levantándose y mirando el
reloj de pie que había junto a la chimenea y que en ese momento marcaba las dos
algo pasadas.
-Os hemos dejado los regalos en
vuestras habitaciones - sonrió Thomas -. El tuyo Daren será mejor que vayas a
verlo mañana porque ya están todas las alarmas activadas.
-¿Qué pasa?¿Me habéis comprado un
coche y está en el garaje?- bromeó él.
Sus padres se miraron entre ellos y
luego miraron a Cath.
-Os juro que yo no he dicho nada. – Ella
levantó las dos manos en señal de inocencia.
Daren se levantó del sofá de un bote
como si hubiese recibido una descarga eléctrica y se quedó mirando a sus
padres.
-¿Me habéis comprado un coche?- les
preguntó luego incrédulo.
Su padre afirmó con la cabeza y Cath
se echó a reír. Daren la miró.
-¿ Y tú lo sabías?
-Yo quería que te lo comprasen rojo
pero al final papá y mamá se decantaron por el negro - comentó sin dejar de sonreír.
-Creo que hemos conseguido
sorprenderte - afirmó complacida su madre.
Daren se acercó a ella y le besó la
mejilla.
-Es demasiado mamá – le dijo.
-Bueno…- sonrió la mujer -. Creo que
lo que tú le has comprado a tu hermana también es demasiado.
-Eres muy protector con ella, la mimas
mucho, Daren - comentó seguidamente su padre.
-¡Oye, qué estoy aquí! - protestó Cath
sonrojándose.
Después de uno momento de risas, todos
empezaron a subir las escaleras. Rebecca y Thomas iban delante y los dos chicos
los seguían bromeando entre ellos.
-Por cierto… ¿qué coche me habéis
comprado?.
-Bueno… un Dodge Avenger R/T 2009, no
sé si te gustará - dijo Thomas volviéndose hacia él.
-¡Vamos papá! – exclamó -. ¿Estás de broma,
no?.
Todos se detuvieron y lo miraron.
Daren supo enseguida que no bromeaba.
La llave del nuevo vehículo estaba
sobre su cama, dónde también había un sobre. Daren lo cogió y sacó una tarjeta
blanca escrita a mano. La letra era de su madre.
¡Felicidades
hijo! Disfrútalo pero sé prudente.
Un beso,
Tus padres.
Después de leerla volvió a guardar la tarjeta
en el sobre y la puso junto con la llave en la mesita de noche.
Mientras se quitaba la chaqueta del
traje, que dejó sobre una silla, se dirigió a su cuarto de baño. Todas las
habitaciones de la casa eran suites con baño completo propio. Se aflojó la
corbata y se desabrochó la camisa mirándose al espejo. No se había olvidado de
la visión que había tenido hacia unas horas, sólo había intentado no pensar en
ella y aparentar normalidad ante su familia y sus amigos, pero en realidad
estaba inquieto.
Después de cepillarse los dientes,
volvió a la habitación. Seguía haciendo bastante calor, así que se puso sólo el
pantalón del pijama y dejó la ventana entreabierta.
Cuando se echó en la cama el frescor
de las sábanas le relajó el cuerpo. Estaba bastante cansado y aunque no había
bebido demasiado, la cabeza empezaba a dolerle como si la resaca fuese a
aparecer, así que cerró los ojos y se quedó dormido casi de inmediato.
2 comentarios:
K-neticos saludos!!
Nuevo año y blog casi nuevo. Interesante la propuesta de colgar capítulos del primer libro, a mi manera de ver. A ver si cada vez se engancha más gente a la serie. Como no podría ser de otra manera propongo nuevas canciones:
- Lying from me (Linkin Park): Para Uziel/Daren en "Corazón".
- Broken (Seether & Amy Lee): Para Daren y Layla en "Aliento".
- Just the way you are (Bruno Mars): Para Layla de Daren, está claro.
- Soulmate (Natasha Bedingfield): Para la serie en general.
Espero que gusten. Por cierto, ¿estará el tercero para antes del verano?. Esto de no tener editorial seria detrás presionando...
eso eso, a ver si nos ponemos las pilas con el tercero!!!
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