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sábado, 19 de febrero de 2011

Nuevo adelanto de Vida...

Hola!!!

Acabo de terminar un paraje de Vida bastante tenso y estoy a punto de iniciar otro en el que Daren se enfrentará a uno de sus peores miedos... Así que me he tomado un paréntesis para preparar esta entrada.

La verdad es que saber que estoy escribiendo el cierre de esta primera historia que he compartido con vosotros, me apena y a su vez me alienta para superarme. Estoy en un punto en el que he hecho a los personajes tan mios y tan reales que cuando se hayan, por mi propia voluntad, en situaciones tan dramáticas y tristes, se me encoje un poquito el alma. Os aseguro que en estos momento no puedo menos que adorar a Larry...

Estoy deseando poder ofreceros Vida y que me lleguen vuestras críticas ( que creo que sabré aceptar con deportividad). No sé por qué, pero tengo la sensación de que quizá pueda decepcionaros y de algún modo eso me aterra.

Soy consciente de que en las dos últimas entradas no he sido correcta con los que sois seguidores fieles de la saga desde el principio, y por eso quiero redimirme hoy.

Seguid votando y mandándome comentarios.
Os adoro a todos!!!



Adelanto de Vida:


"Layla parecía realmente enfadada. Daren, por el contrario, no podía aguantarse la risa y de vez en cuando tiraba de ella para apartarla del plasma cuando se acercaba demasiado y éste corría peligro de sufrir un impacto considerable. Esos momentos en los que el chico bajaba la guardia eran los que ella aprovechaba para arrearle algún puñetazo a su jugador.
-¡Sí! – exclamaba cada vez que lo tocaba. Estaba casi sudando de lo concentrada que estaba y su juego de piernas era constante. Daren la miraba de reojo. La posición de su cuerpo, en defensa y ataque, era casi perfecta si realmente hubiese estado luchando en un ring de boxeo, pero no era necesaria para jugar a la Wii.
-Si tu jugador se moviese tanto como tú, estaría agotado – comentó Daren, atacando con una sucesión de movimientos, que supusieron golpes a su adversario en el juego, y que dejaron a Layla KO."



martes, 1 de febrero de 2011

Segundo capítulo de Aliento, primer libro de El umbral del alma.



Hola de nuevo!!!
Increíble pero cierto, ya hemos liquidado el primer mes de 2011 y parece que fue ayer cuando estábamos tomando las uvas y celebrando el Fin de año.
Espero que vuestros propósitos vayan llegando a buen puerto, a lo largo del año, y también espero que Vida está en vuestras manos antes del verano. Ya tengo ganas de conocer vuestras reacciones, aunque esa espera también me causa cierta... tensión.
Os recuerdo que la encuesta sigue abierta, así que podéis seguir votando.
A continuación, como os dije en la anterior entrada, dejaré el segundo capítulo de Aliento a vuestra disposición para todos aquellos que queráis leerlo, con la intención de que la historia de Daren se vaya difundiendo y vaya llegando a más gente. Sería genial que, tanto los nuevos lectores como los que seguís la saga desde su comienzo, pudiésemos intercambiar opiniones.

Un beso a todos!!!  

Capítulo 2

TODO SE TORNA REAL

“El cuerpo humano no es más que apariencia, y esconde nuestra realidad.
La realidad es el alma.”

Víctor Hugo (novelista francés)


Cuando Daren despertó corría descalzo en dirección a algún sitio, la cuestión era hacia dónde. Su cuerpo o su inconsciente parecían saberlo porque tomaba las calles con seguridad, pero él no lo sabía. Debía estar soñando porque no recordaba poder correr tan rápido, pero todo era demasiado real. No era como la visión.
La visión, pensó entonces. Estaba viviendo algo que ya había visto. Ese momento era físico, no mental. Ahora sí notaba el frescor de la noche en su torso desnudo y el frío asfalto bajo sus pies.
Mientras de alguna forma pensaba todo aquello se detuvo en una calle poco iluminada y alzó la vista hacia una farola parpadeante. Veía mejor que en la visión. Sus ojos parecían acostumbrados a la oscuridad. Entonces oyó jadeos y una carrera, y supo exactamente hacia dónde tenía que mirar y lo que iba a ver. Un hombre corriendo hacia él, con el rostro desencajado por el miedo, apareció por la esquina.
¿Qué coño se supone que va a pasar ahora?, pensó colocándose instintivamente en una posición entre defensiva y expectante. ¿Cath me va a despertar?
El hombre estaba a un par o tres de metros de él.
-¡Ayúdeme! – le pidió prácticamente ahogado a causa de la carrera.
Daren se tensó de manera brusca. Alguien más había aparecido en la calle, aunque el chico casi no había tenido tiempo de percibirlo, cuando vio como se abalanzaba sobre el hombre y lo derribaba. No había tardado ni un segundo en atacar.
El cuerpo de Daren pareció reaccionar sólo y se abalanzó sobre el atacante derribándolo. En un momento se encontró rodando por el asfalto agarrándolo y  forcejeando con él. Cuando se detuvieron, el hombre miró al chico con ojos felinos y expresión de sorpresa, e inmediatamente salió disparado hacia su presa otra vez. Sin saber exactamente cómo Daren se lanzó en la misma dirección y notó como la sangre lo salpicaba. Inmediatamente supo que era demasiado tarde y que el hombre al que sujetaban por el cuello como si su peso fuese el de un muñeco, ya estaba muerto.
Entonces percibió claramente algo similar a una niebla desprendiéndose del cuerpo que se desplomaba en el suelo, y vio como extendiendo una mano sobre él, el atacante la absorbía y luego desaparecía, sin ni siquiera volver a mirarlo, con la misma rapidez con la que había aparecido.
Daren se sintió frustrado y terriblemente enojado. Debía haber salvado a aquel hombre. Notó su sangre golpeándole las sienes, pues apretaba los dientes con una rabia que nunca había conocido y su cuerpo temblaba. Sus manos se mancharon de sangre cuando le dio la vuelta al cadáver. Literalmente le habían arrancado el corazón. La mano había perforado la espalda y había atravesado todo el cuerpo.
En aquel momento Daren empezó a sentirse fatal. No era por la visión del cuerpo mutilado ni por la sangre, era porque estaba agotado. Le dolían terriblemente los hombros dónde aquel asesino se había agarrado, cuando ambos rodaron por el suelo, y se notaba algo mareado. Sabía que tenía que echar a correr si quería llegar a casa antes de caer exhausto y así lo hizo, dejando atrás el cuerpo inerte tirado en el callejón.


Cath se había levantado al lavabo y antes de meterse en la cama se acercó a la ventana para cerrarla, cuando un ruido la hizo asomarse y mirar hacia abajo. Un grito se ahogó en su garganta al ver a su hermano tendido sobre el césped.
Salió precipitadamente de la habitación. Enseguida desactivó la alarma del piso inferior y bajó las escaleras tan rápido que en dos ocasiones tuvo que agarrarse a la baranda para no caerse. Cogió las llaves con manos torpes del mueble del recibidor y antes de salir al jardín desactivó la otra alarma.
Corrió lo más rápido que pudo bordeando la casa hasta la parte trasera, que era hacia dónde daban las ventanas de su cuarto, y cuando vio el cuerpo de su hermano pensó que el corazón iba a parársele.
Se arrodilló junto a él y lo miró. Respiraba, estaba segura, pero tenía enormes hematomas en los hombros y salpicaduras de sangre. No sabía si tocarlo o si salir corriendo a pedir ayuda. Cuando se decidió por lo segundo y estaba a punto de levantarse, una rápida mano del chico le cogió un brazo. Ella se sobresaltó un poco.
-No llames a nadie, por favor - le suplicó.
Cath se acercó a su rostro.  Los ojos de su hermano se abrieron y la enfocaron.
-¿Qué te ha pasado, Daren? - preguntó nerviosa y con lágrimas empezando a deslizarse por sus mejillas.
-No estoy muy seguro - susurró intentando incorporarse –. Tienes que ayudarme, Cath.
-¿Podrás caminar?- se preocupó ella -. ¿No será mejor que vaya a buscar a alguien?
Él negó con la cabeza.
-Ayúdame tú.
La chica obedeció y lo ayudó a levantarse intentando hacerle el menor daño posible. Cuando estuvieron de pie y Daren se apoyó sobre ella, ambos estuvieron a punto de volver a caerse.
-No puedo contigo Daren - sollozó.
-Perdona, me he echado mucho sobre ti.
Intentó caminar apoyándose lo justo en su hermana, que temblaba de nervios agarrándolo por la cintura.
-Estás muy caliente, creo que tienes fiebre.
Llegar hasta la habitación del chico les llevó lo que a Cath le pareció una eternidad. Después de cerrar la puerta se sintió algo más relajada ya que, por lo menos, nadie los había visto que era lo que su hermano quería.
Daren tiró de ella hacia la cama.
-No. Tienes que lavarte antes y yo también, sino vamos a llenarlo todo de sangre.
Él afirmó con la cabeza, no creía tener fuerzas ni para hablar.
Cath lo sentó en el suelo del baño recostándolo contra la pared y dejó correr el agua de la bañera. Cuando empezó a salir templada puso el tapón y se volvió de nuevo hacia Daren.
-Voy a tener que desnudarte del todo - le dijo sonrojándose. Los tiempos en los que se habían bañado y cambiado juntos habían quedado atrás hacía bastantes años y la situación era un poco incómoda llegados a aquel punto -.¿Te importa?
Daren negó con la cabeza mirándola con dulzura.
Cuando por fin Cath consiguió lavar a su hermano, colocarle un pijama y meterlo en la cama, eran las cinco y media. Después de eso aún tuvo que limpiarlo todo, recorrer el camino que habían hecho al entrar en la casa para comprobar que no habían dejado ningún rastro, conectar las alarmas de nuevo, ducharse, cambiarse y esconder la ropa de ambos. Estaba agotada cuando volvió a entrar en la habitación de Daren y se sentó junto a él en la cama.
Lo miró. Sudaba a causa de la fiebre, estaba pálido como el papel y deliraba, pero al notarla cerca abrió los ojos y también la miró.
-Te voy a dar un ibuprofeno y luego intentaras dormir, ¿vale?
-Gracias hermana - musitó.


Aquella mañana Daren soñó con flashes de su infancia. Jugaba con sus padres y su hermana en los jardines; debía tener unos seis años y su padre lo llevaba a caballito; estaba haciendo castillos de arena con Cath en la playa… Lo recordaba todo y estaba descansando bien hasta que de golpe se vio con una edad algo inferior, quizá unos tres años o menos. Iba sentado en el asiento trasero de un monovolumen, bien colocado en su sillita reglamentaría, y a ambos lados llevaba a dos niñas algo más mayores que tenían su mismo color de pelo castaño, y que parecían enfadadas la una con la otra. Él las observaba. Una joven mujer se volvía desde el asiento del copiloto para mirarlos mientras, por el espejo retrovisor, unos ojos negros también los miraban unos segundos. Daren sintió amor en aquellas dos miradas y sonrió. Acababan de dejar atrás un cartel de carretera. Como niño no había sabido identificar las letras, pero como adulto sí lo hizo.
Abrió los ojos de golpe y se quedó mirando el techo de su cuarto. No se había movido de la postura en que Cath lo había dejado aquella madrugada y cuando intentó hacerlo en aquel momento sintió una terrible punzada de dolor en los hombros.
Debía ser bien entrada la mañana porque una enorme claridad bañaba la habitación.
-¡Buenos días! - exclamó Cath acercándose a él. Se sentó en el borde de la cama y sonrió -. Son casi las dos del mediodía.
-¿Cuánto he dormido? - sentía la boca seca y pastosa.
-Unas… cinco horas porque tardaste bastante en tranquilizarte del todo - explicó ella poniéndole una mano en la frente -. Ya no tienes fiebre.
-Gracias por todo - intentó incorporarse un poco a pesar del dolor. Cath lo ayudó y le puso una de las almohadas en la espalda -. ¿Qué le has dicho a papá y mamá?
-Que pasaste mala noche y estuviste vomitando, por eso han decidido que era mejor dejarte dormir.
-¿Llegué a vomitar?
-Creo que fue lo único que te faltó, aunque hubo un momento en que pensé que lo harías - explicó ella cogiéndole una mano -. ¿Qué te pasó Daren?
Se miraron a los ojos. Había llegado el momento de las explicaciones, pero… si no las tenía para él, cómo iba a tenerlas para su hermana.
-No estoy muy seguro…- empezó a decir. Se acordaba de todo o casi todo, pero era una locura.
-¿Te peleaste con alguien?
-Sí…- murmuró él.
-Tenías sangre en las manos y en la ropa que no era tuya, y también tienes los hombros señalados como si alguien se hubiese agarrado a ti con mucha fuerza. Se notan perfectamente los dedos.
Tanto, pensó el chico. Cuando aquel hombre y él habían forcejeado y rodado por el suelo, Daren había notado como lo agarraba pero no le había parecido tan exagerado como para dejarle una señal como la que su hermana describía.
-Además Daren… ¿Cómo saliste de casa y volviste a entrar si todas las alarmas estaban conectadas?
Por la ventana,  recordó entonces. Había saltado por la ventana de su cuarto y lo había hecho a una velocidad tan bestia que era normal que los sensores no hubiesen detectado ningún movimiento.
Cath suspiró levantándose y sacando a Daren de sus recuerdos.
-¿No vas a contarme nada? - se enfadó
-No sé que contarte - confesó él.
-Cuéntame la verdad.
Daren miró a su hermana que esperaba una explicación.
-La verdad no la creo ni yo.
-¿Tan horrorosa es?
-Es horrorosa…- recordó la rapidez con la que aquel brazo había atravesado el pecho del hombre - … y es increíble.
Hubo un silencio entre ambos hasta que, de repente, Cath saltó sobre la cama y se quedó de rodillas con el rostro muy cerca del de Daren.
-¿Qué pasa? - exclamó sobresaltado.
-Han encontrado a un hombre muerto en un callejón cerca de la entrada del puerto deportivo esta mañana…- se sentía culpable por pensar lo que estaba diciendo y lo que iba a preguntarle, Daren lo notaba en su mirada -. Pero tú esta noche no has estado allí, ¿verdad?
No contestó enseguida. Hasta que punto él no había sido culpable de aquella muerte…
-Yo no lo maté, Cath - confesó muy despacio.
La chica se asustó con aquella respuesta. Había esperado un no rotundo y su hermano le estaba abriendo nuevas y horrorosas posibilidades.
-¿Qué… qué quieres decir? - tartamudeó.
-Estaba allí, aunque no me preguntes por qué y … vi cómo atacaban a un hombre... Yo reaccioné tirándome sobre el asesino y forcejeamos un poco, pero ya era demasiado tarde. El hombre ya estaba muerto - no era del todo cierto, pero tampoco mentía. Cath debería conformarse con eso por el momento, pensó -. Me manché de sangre las manos cuando volví el cuerpo para comprobar que no tenía vida.
Cath se echó las manos a la cabeza y se levantó nerviosa.
-¡Dios! ¿Por qué no llamamos anoche a la policía, Daren?
-Tranquilízate. Me asusté y me quedé hecho polvo con aquella visión… Tú me viste, no podía ni hablar.
-Pero…
-Tenía signos de una pelea y la otra persona había desaparecido… ¿quién hubiese sido el acusado, Cath?
Ella se horrorizó con la respuesta. Estaba claro que él.
-¿Tú eres inocente? - necesitaba asegurarse aunque su hermano se enfadase por su insistencia.
-Sí - afirmó levantándose. Cath se  acercó a él cuando  vio que se tambaleaba –.Y creo que tú estás más segura incluso que yo - sonrió.
-¿Te ayudo a vestirte?
-Acércame unos vaqueros y una camisa, por favor.


Después de comer, Daren bajó al garaje a ver su regalo. El coche nuevo tenía un lazo rojo en el volante que había sido idea de Cath.
Las luces intermitentes parpadearon cuando accionó el cierre centralizado de la llave.
El interior olía a nuevo y en cuanto se sentó en la plaza de cuero del conductor supo que iba a ser una pasada conducirlo. Estuvo curioseando la parte del cuadro, la guantera y todos los extras que tenía, hasta que su vista se clavó en el espejo retrovisor y en el niño que lo miraba a través de él en el asiento trasero. Entonces volvió a ver el cartel de carretera y comprendió de inmediato lo que tenía que hacer.


La cena transcurrió tranquila y el tema de conversación que imperó fue la fiesta y los regalos de los chicos. Daren se enteró que a Cath le habían comprado un portátil nuevo, un móvil y ropa.
Estaba esperando a que todos terminasen el postre para anunciar la decisión que había tomado y, cuando Cath se metió la última cucharada de yogurt en la boca, decidió que no había que demorarlo más. Iba a causar un terremoto en casa lo dijese cuando lo dijese.
-Voy a solicitar la anulación de mi matricula en la universidad para este curso - anunció entonces, mirando a sus padres sentados en frente.
-¡¿Cómo?! - exclamó Rebecca.
Todos lo miraron perplejos. Incluso Lorna, que se había acercado a retirar los platos, se había quedado inmóvil.
-Me quiero ir fuera una temporada.
-Pero…¿te refieres a estudiar fuera de Los Ángeles? - le preguntó su padre confundido.
-No papá. Me refiero a no estudiar y a irme algo lejos de aquí.
Su madre abrió aún más los ojos. Parecía aterrorizada con la idea de que Daren se alejase de ellos.
-¿Qué ha pasado hijo?¿Por qué quieres irte?
-No ha pasado nada, sólo quiero cambiar de aires una temporada. En serio, no os asustéis - explicó sonriendo para tranquilizarla.
La única que no había entrado en la conversación era Cath que miraba a su hermano con ansiedad.
Después de un silencio y de que Lorna se retirase, el señor Thomas puso una mano sobre la de su esposa, que reposaba inmóvil sobre la mesa y dijo:
-Está bien. Creo que de alguna manera todos hemos sentido esa necesidad de querer hacer algo diferente en nuestras vidas.
-Gracias por entenderlo papá - miró a su madre, que no parecía tan convencida como su esposo, y añadió -. No voy a desaparecer, es solo temporal, pero necesito irme.
-Pero… vas a estar de un lado para otro un año entero…
-No te preocupes mamá. No voy a estar dando vueltas como una peonza - bromeó, intentando suavizar la tensión del ambiente -. Me iré a Whitefish en Montana.
Sus padres palidecieron de forma inmediata.
-¿Qué pasa? - preguntó él alarmado. Por primera vez desde que habían empezado a hablar  Cath retiró la mirada de su hermano para dirigirla hacia sus progenitores. La respiración de Rebecca  parecía acelerarse y la mano de su padre se había cerrado en un puño.
Daren sintió aumentar la tensión y el miedo en el ambiente. Si su madre hubiese estado de pie estaba seguro que se habría desplomado.
-¿Por qué Whitefish? - consiguió articular su padre.
-No lo sé - mintió Daren -. Creo que tiene uno de los mejores resorts de ski de todo el país.
-¿Sólo es por eso? - insistió Thomas.
El chico se preguntó si sus padres sabían algo.
-Sí. No encuentro ninguna otra razón. Quería irme lejos, miré el mapa, señalé con el puntero en la pantalla del ordenador y… bueno, allí estaba Whitefish. ¿Por qué os sorprende tanto?
-La verdad es que…- Thomas vaciló y miró a su esposa. Si su hijo no sabía nada y todo era casualidad había que salvar aquella situación y dejar de dramatizar. Ella afirmó con la cabeza comprendiendo y aprobando lo que él pensaba. Su expresión intentó suavizase y volverse hacia la sorpresa –. La verdad es que tenemos una casa allí.
Esta vez el rostro inexpresivo fue el de Daren.
-Nunca os lo habíamos dicho y por eso nos hemos sorprendido tanto - continuó su madre –. La compramos hace más de quince años pensando en… una jubilación tranquila o algo así.
Daren cada vez estaba más convencido de que tenía que irse a Montana y de que sus padres estaban ocultando algo.
-Yo me voy con Daren.
La revelación de Cath, después de estar todo el rato en silencio, fue como una bomba. Daren la miró sorprendido e inmediatamente se desencadenó una lucha entre la chica y sus padres. Había un intercambio  de negaciones, protestas y súplicas, que el chico percibía como ruido de fondo. Era como entrar en un local con música ambiente. Daren sabía que estaban discutiendo pero no escuchaba nada. Su cabeza estaba intentando asimilar las palabras que Cath acababa de decir y buscando un por qué las había dicho.


La situación había terminado con una negación rotunda de su padre y un ya veremos por parte de su hermana, que se había levantado de la mesa con brusquedad y se había encerrado en su cuarto sin querer hablar con nadie.
Daren estaba consultando por internet un mapa de carreteras cuando picaron suavemente a su puerta. El chico sonrió levantándose de su escritorio y abrió.
-¿Me esperabas?- preguntó Cath en voz baja.
-Te estaba dando de tiempo hasta la una.
-¿No son ya?- dijo ella entrando.
-Faltan cinco minutos.
Daren cerró la puerta y volvió a su escritorio. Su hermana se apoyó en el respaldo de su silla y miró la pantalla.
-¿Estás estudiando la ruta que vamos a seguir?
El chico hizo girar la silla y la miró.
-¿Sigues con esa idea?
-Sé que te vas por lo que pasó anoche…
-¿Y…? -  la invitó a seguir él, sonriendo.
-Y quiero irme contigo porque si te vuelve a pasar quiero estar para ayudarte.
Daren esperaba aquella respuesta. Cogió una mano de la chica y la atrajo hacia él para que se sentase en sus piernas.
-Espero que lo de anoche no se vuelva a repetir nunca, Cath - dijo luego.
-Es lo que esperas, pero no es lo que crees.
Daren suspiró.
-Está bien. Entonces te diré que no quiero que estés cuando vuelva a repetirse.
-No podías ni tenerte en pie…
-Lo recuerdo, Cath – la cortó él en tono seco -. Pero no quiero que me veas otra vez en ese estado.
-Y pretendes que viva feliz y despreocupada sabiendo que a mi hermano, que está solo en la otra punta del país, le dan unos chungos rarísimos que lo dejan hecho polvo …- protestó ella.
Daren la abrazó y ella apoyó la cabeza en su hombro.
-Quiero irme contigo, por favor.
-¿Y el instituto?
-Sólo hace una semana que hemos empezado, puedo incorporarme sin problemas al de allí.
-Es tu último curso. ¿No quieres graduarte con tus amigas de siempre?
-No vas a convencerme con esos argumentos. Estoy segura de lo que quiero. Ya he mandado un e-mail para solicitar una plaza en un instituto de Whitefish.
-No has perdido el tiempo - bromeó él -. Yo pensé que estarías llorando la rabieta y casi tienes la maleta preparada.
-El lunes espero que me contesten, sino llamaré por teléfono - se incorporó un poco pero sin levantarse -. Necesito saber que estás de mi parte.
Si la situación hubiese sido otra Daren no habría dudado en llevarse a su hermana, pero tal y como estaban las cosas no creía que fuese lo más conveniente.
-Sabes que te llevaría conmigo si todo fuese… normal - dijo él eligiendo con cuidado las palabras.
-Quizá si todo fuese normal y supiese que tú estás bien no sentiría la necesidad de ir que siento ahora.
-No voy a permitir que cambies tu vida por  mí.
-Mi vida va a cambiar desde el momento en que salgas por la puerta de esta casa.
-Algún día tendría que ocurrir.
-Sí, pero no de esta forma, Daren.
Volvieron a quedarse en silencio. En el jardín se oía el canto de los grillos que penetraba por la ventana entreabierta.
-Está bien - suspiró al fin.
-¡Genial! - exclamó Cath abrazándolo y prácticamente separándose de él en el mismo instante –. Perdona.
-¿Por qué? - la miró extrañado.
-¿Ya no te duelen los hombros?
-Bueno… mi vida en las últimas horas está cambiando de forma increíble así que supongo que no debería sorprenderme por lo de mi recuperación. O quizá sí, no lo sé - explicó desabrochándose la camisa del pijama y dejando al descubierto sus hombros.
No había más luz que la que desprendía la pantalla del ordenador pero era suficiente para que Cath comprendiese lo que su hermano quería decir. Lo miró unos segundos a los ojos y luego bajó la vista de nuevo hacia su torso y sus hombros perfectos y libres de marcas.
-¿Cómo puede ser? - murmuró absorta, pasando una mano por la piel del chico -.¿No te duelen nada?
-Nada.
-Pensé que tendrías marcas durante varias semanas…
-Yo también, Cath. - Ella lo miró y él notó el miedo en sus ojos -. ¿Estás asustada?
-No lo sé, creo que un poco.
-¿Te doy… miedo?
Ella negó con la cabeza.
-Me da miedo lo que te está pasando - dijo luego.
-No quiero que hables de esto con nadie.
-No lo haré.
Hubo otro silencio.
-¿Sigues queriendo venir conmigo?
-Más que antes - afirmó de inmediato.
-Entonces tendrás que prometerme algo.
-¿Qué? - preguntó entornando los ojos.
-Jamás te acercarás a mí cuando me veas en un estado como el de anoche o parecido, si antes no estás completamente segura de que te he reconocido y de que estoy calmado - dijo con severidad y después continuó ante la cara de perplejidad de la chica –. Quiero que ante la más mínima duda te largues inmediatamente de mi lado.
-Te lo prometo - musitó Cath.
-Espero no tener que arrepentirme al permitirte venir conmigo…- dijo preocupado.
-No lo harás  – sonrió ella.


El domingo transcurrió con nuevas discusiones entre Cath y sus padres, en las que Daren intentó mediar posicionándose del lado de su hermana pero  sin desautorizar a sus progenitores, que acabaron cediendo a regañadientes cuando la chica empezó a amenazar con suspender a propósito y con escaparse durante alguna noche para irse con su hermano.
El lunes antes de irse a clase, Cath consultó su correo electrónico pero no tenía ningún mensaje nuevo. Cuando bajaba cabizbaja con la mochila al hombro hacia el comedor, Daren la asaltó por detrás.
-¡Buenos días! – la saludó.
-Buenos días -  le contestó ella deteniéndose.
No había sonrisa en el rostro de su hermana y Daren supo de inmediato que algo no estaba bien.
-¿Se puede saber qué te pasa ahora?
-No me han contestado de Whitefish.
Daren se echó a reír.
-¿Qué tal si esperas a que abran el instituto y consulten el correo? - le dijo luego -. Son sólo las ocho de la mañana, hermanita.
-¿Tú crees?
-Espera a esta tarde, ¿vale? - volvió a sonreír pasándole un brazo por los hombros y empezando a bajar de nuevo –. Por cierto, ¿quieres que te acerque al instituto? - dijo cambiando de tema y mostrándole las llaves del coche.
-¡Sí! - exclamó ella.
-Hay que hacerle el rodaje antes de irnos para que esté a punto.
-¿Cuándo nos iremos?
-Espero poder salir a finales de esta semana para que el próximo lunes puedas incorporarte a tu nuevo instituto, antes de que avancen más las clases.
-En cuanto reciba una respuesta de Whitefish empezaré a moverme para que trasladen mi expediente y todo eso.
-Sabes lo diferente que va a ser todo allí, ¿no?
-Me lo imagino – sonrió -. Será cómo un reto.



lunes, 10 de enero de 2011

ALIENTO (Prólogo y primer capítulo)


Primera entrada del año!!!
Hola umbraleros!!! He decidido que voy a empezar a colgar en el blog algunos capítulos del primer libro de El umbral del alma, Aliento, para ver si así conseguimos ser más los que nos enganchamos a la historia de Daren.
De momento va a ser una prueba y ya veremos como funciona...
A los que ya lo habéis leído os animo a que también me dejéis comentarios. Os aseguro que estoy trabajando en Vida aunque está siendo realmente difícil de escribir.
En breve cambiaré la playlist e idearé alguna nueva encuesta.
En cuanto a lo de "listo para una nueva trilogía" es... realmente interesante.

Aquí os dejo el comienzo de la historia...
Saludos a todos!!! Espero vuestras opiniones.



PRÓLOGO



“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida si que nos los roba muchas veces y definitivamente.”

 François Mauriac  (escritor francés)


Aquellos ojos inocentes contemplaban con auténtico pavor las imágenes sagradas que se disponían a ambos lados en las paredes de la iglesia. Caminaba maquinalmente agarrado de la mano de aquella joven mujer a la que ni siquiera conocía y lo peor de todo era que le molestaban los zapatos. Cuando llegaron frente al altar, la mujer hizo una leve genuflexión y se santiguó. Él aprovechó aquel momento para volverse y buscar algún rostro que le resultase familiar entre todas las personas que abarrotaban el recinto. Había gente conocida y otra mucha desconocida totalmente, pero … ¿dónde estaban sus padres y sus hermanas mayores?. El último recuerdo que tenía de ellos era del día de su tercer cumpleaños. Sus padres bailaban juntos en el salón y él jugaba y reía con Sylvia y Beth.
La mujer que lo llevaba de la mano lo sentó en la primera fila de bancos y lo miró con los ojos sonrojados. Luego, antes de sentarse junto a él, le besó la frente y le acarició la mejilla. ¿Por qué todo el mundo estaba apesadumbrado? Y…¿por qué lo besaban tanto y lo abrazaban desde hacía un par de días?. Definitivamente su madre no iba a estar allí, entre todo aquel desfile de personas vestidas de oscuro, a ella no le gustaba la oscuridad.

El  niño miró de nuevo hacia el altar que presidía una enorme cruz. No sabía que aquellas cuatro cajas que había dispuestas en fila frente a él eran féretros, ni que sus padres y sus hermanas habían sido asesinados la noche de su cumpleaños.





REGALOS

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.”

Benjamin Franklin (estadista y científico estadounidense).


(Dieciocho años después.)

Desde detrás de la fuente la contempló pasar buscándolo y llamándolo por su nombre. Su fina figura se reflejó en las aguas del lago artificial  que ocupaba una extensión bastante grande del jardín delantero de la casa. Los peces de colores se vislumbraban bajo las tranquilas aguas cristalinas y algunos patos nadaban cerca de la zona más alejada dónde había juncos entre los que solían hacer sus nidos.
-¿Daren? – volvió a llamarlo. Él sonrió observándola en silencio.
Entre las diferentes flores que en ese momento la rodeaban se veía todavía más hermosa de lo que ya era en realidad. Sus rubios rizos le reposaban tranquilos sobre los hombros. La quería con locura. Era fantástico oírla hablar y reír de sus aventuras diarias y a veces él tenía que abrirle los ojos a la realidad porque fantaseaba con una facilidad increíble.
Al final ella lo divisó y cruzó el puente de piedra corriendo hasta el centro del lago, dónde había un cenador de hierro forjado repleto de enredaderas con flores blancas que desprendían un suave aroma. Su sonrisa era radiante.
-¡Hermano! – exclamó lanzándose sobre él y rodeándole el cuello con un fuerte abrazo. Daren la levantó en el aire cogiéndola por la cintura –.Hace un rato que te busco.
Dejó a la chica en el suelo y le besó la mejilla.
-Lo sé – sonrió –. Hace un rato que te observo.
Cath le dio un puñetazo cariñoso en un brazo y también sonrió.
Eran las siete de la tarde pasadas pero aún hacía calor. El sol todavía se negaba a irse y a dejar paso a las primeras sombras del atardecer. Todo estaba en calma. Era una de las ventajas de vivir en uno de los más prestigiosos barrios residenciales de Los Ángeles, la tranquilidad después de un bullicioso día en la ciudad, estaba asegurada.
Los dos chicos estuvieron un rato contemplando los peces y luego se acercaron paseando por el cuidado jardín hacia la mansión. Cath agarrada al brazo de su hermano parloteaba y gesticulaba sobre su primera semana de su último curso de instituto y Daren reía sus comentarios. Todo era tan normal y tan perfecto que parecía imposible predecir lo que aquella noche iba a acontecer en sus vidas.
-¿Sabes? - Cath miró a Daren a los ojos –. No tenía ni idea de qué regalarte y todavía no estoy muy segura de haber acertado.
-No te preocupes hermanita. Yo no te he comprado nada.
Ambos se echaron a reír.
-Está bien… así seguro que has acertado.
Daren se acercó a la chica y le dio un beso en la frente.
-¿En serio me crees capaz de eso? - le susurró.
-¿Y… qué me has comprado entonces? - preguntó curiosa.
Él la miró como única respuesta y se encogió de hombros negándose a soltar prenda.
-¡Chicos! - exclamó en aquel momento Rebecca, su madre, bajando las escaleras del porche. Ya se había cambiado para la fiesta. Llevaba un sencillo pero elegante vestido de noche largo y el pelo rubio recogido perfectamente con un broche de oro.
-Bueno Cath, creo que mamá viene a meternos prisa para que nos arreglemos y quizá a darte la charla de los dieciocho, así que yo os voy a dejar solas.
-También es tu cumpleaños, Daren - protestó ella cogiéndole un brazo para que no se fuese.
-Pero yo cumplo veintiuno, amor mío – sonrió -. Yo ya pasé por esa charla.
Rebecca que se había acercado a ellos por el camino de piedra para que sus tacones de aguja no se clavasen en el césped puso los brazos en jarras y los miró a ambos.
-Aún no os habéis cambiado, hijos - dijo en un tono más de impaciencia que de enfado.
Ellos la miraron sonriendo.
-Ahora íbamos, mamá.
-Sí –  afirmó Daren desprendiéndose de la  mano  de  su  hermana suavemente -. Además yo aún tengo que hacer algo antes de arreglarme.
Besó en la mejilla a las dos mujeres que hasta el momento habían sido las más importantes de su vida y se alejó hacia la casa, no sin antes volverse y guiñar un ojo a su hermana sonriendo.
Dentro de la enorme mansión había un constante ir y venir del servicio que ultimaba la fiesta que se celebraría en el jardín trasero, dónde se habían instalado unas carpas y muchas mesas que ya estaban engalanadas. La piscina en torno a la cual se habían colocado estaba iluminada por antorchas clavadas en el césped que se reflejaban en el agua y que al anochecer crearían un bonito efecto de luz. Todo estaba cuidado hasta el último detalle porque la ocasión lo merecía. Los invitados al evento irían identificados con sus invitaciones y serían recibidos por los Smith en el porche principal frente al cual  dejarían sus lujosos coches que los empleados contratados para aquella noche se encargarían de retirar y de aparcar.
Sus padres no habían autorizado prensa pero ya habían sido informados de que la entrada a la urbanización estaba saturada de ella, así que Daren había preferido no salir en todo el día para no tener que lidiar con micros y cámaras.
El chico cruzó el gran salón hacia las blancas escaleras de mármol que conducían al piso superior.
-Señorito Smith - lo llamó una mujer del servicio cuando ya tenía el pie en el primer escalón.
El aludido miró con sus castaños ojos oscuros hacia ella y negó con la cabeza sonriendo.
-Lorna, debo llevar… no sé…- cruzó los brazos sobre su pecho y entornó los ojos pensativo y divertido - … desde los quince o dieciséis años pidiéndote que me llames sólo Daren.
La mujer lo miró con ojos brillantes y llenos de dulzura. Llevaba en la casa desde que Daren tenía uso de razón y ambos se tenían una inmensa estima.
-Su madre los andaba buscando a usted y a su hermana - dijo al fin.
-Lo sé. Ya nos ha encontrado, pero con la sutileza que me caracteriza he conseguido librarme del sermón conjunto que nos iba a soltar - bromeó él. Lorna sonrió y su rostro pareció rejuvenecer.
-Su madre sólo quiere aconsejarlos. La señora Smith los quiere mucho a ambos.
-Le dejaré que me aconseje más tarde.
-Escúchela siempre. Las madres tenemos un sexto sentido con respecto a nuestros hijos.
-Tú también lo tienes con respecto a mí, Lorna - el chico caminó unos pasos hacia la mujer y se colocó frente a ella. Era bastante más alto -. ¿Quieres decirme algo más, verdad?
Las miradas de ambos volvieron a cruzarse y entonces Daren tuvo la impresión de que Lorna iba a echarse a llorar. La mujer afirmó con la cabeza contestando así a la última pregunta del chico y luego le colocó una mano en la mejilla.
-Felicidades Daren.
El chico sonrió y puso una de sus manos sobre la de ella para deslizarla hacia sus labios y besársela.
-Gracias Lorna – dijo embriagándose con el dulce olor que siempre tenían aquellas cálidas y trabajadoras manos  –. Hueles a canela.
-He estado preparando el ponche - sonrió ella -. Pero ahora venga señorito, vaya a arreglarse que la gente empezará a llegar en una hora.
El chico soltó la mano de la mujer y empezó a subir las escaleras, aún mirándola, mientras ella se dirigía con paso apresurado hacia la cocina.

                                  
Cuando Daren entró en su cuarto lo primero que hizo fue abrir su armario y coger una pequeña bolsa roja de Cartier de la que sacó un estuche del mismo color. Se sentó en su cama y lo abrió. El collar que había comprado dos días antes en Beverly Hills reposaba sobre el fondo de terciopelo negro.
A principios de semana, Daren había tenido un sueño en el que su hermana llevaba un collar como aquel el día de su cumpleaños. Él no le había dado importancia ninguna; sabía el vestido que Cath se iba a poner aquella noche porque ella misma se lo había enseñado cuando lo compró y pensó que en su sueño, lo único que él había hecho, había sido añadirle un complemento. Hasta ahí todo parecía normal. Un sueño con tu hermana, un vestido y un collar. Se olvidó de él por completo hasta que, una tarde paseando por Rodeo Drive buscando algún regalo, el comentario de unas chicas lo hizo detenerse ante un escaparate. Entonces una sola joya, de entre todas las que había expuestas, captó su atención. No era un collar parecido, era idéntico al que Daren había visto en el cuello de su hermana en su sueño.
Ahora, sentado en la soledad de su habitación, se recordaba entrando en la joyería y saludando a la chica que lo atendió. “Es de la colección Délices de Cartier “ había dicho sonriendo y mostrándole la joya. Luego había seguido diciendo algo de oro blanco de 18 quilates con diamantes, rubíes, cuarzo rosa, turmalinas… y algunas cosas más a las que él no había prestado mucha atención porque estaba demasiado sorprendido contemplando aquella “coincidencia”.
-Daren, ¿qué miras tan embobado?
Él salió de sus meditaciones y miró a su hermana de pie en el umbral de la puerta.
-Tu regalo - contestó cerrando el estuche y levantándose.
Cath divisó la bolsita roja sobre el escritorio.
-¡De Cartier! - exclamó acercándose al chico -. ¿Cuánto te has gastado?
-Mejor no quieras saberlo, vale - sonrió él tendiéndole el estuche -. Te lo iba a dar luego pero he pensado que quizá quieras estrenarlo para la fiesta.
Las manos de la chica temblaron cuando rozaron las de Daren para tomar su regalo.
-¿Crees que debería sentarme?- comentó ella señalando la cama con un gesto de cabeza y con una nerviosa sonrisa dibujada en el rostro.
-Bueno… no sé…- dudó él -. Si quieres nos sentamos los dos.
Al final Cath se sentó en la cama y Daren se agachó frente a ella. Ambos se miraron unos segundos sonriendo y luego ella abrió la tapa del estuche.
Daren miraba su rostro cuando los sonrosados labios de su hermana se cubrieron con una mano y sus ojos azules se abrieron como platos en una expresión de desmesurada sorpresa. Después de unos segundos sin reaccionar Cath levantó la mirada hacia él.
-Dios, dime cuanto te ha costado…- Se había sonrojado y sus ojos se humedecieron por momentos –. Es precioso…
-Mucho menos de lo que te mereces.
Definitivamente, la chica se echó a llorar con el comentario de su hermano. Daren sonrió cogiéndole el estuche de las manos y dejándolo  en la cama y luego la abrazó. Ella se aferró con tanto ímpetu a su cuello que casi lo dejó caer hacia atrás.
La dejó llorar un rato abrazada a él hasta que los sollozos se fueron calmando.
-Menos mal que aún no me había puesto la camisa - comentó entonces intentando hacerla reír.
Ella se separó y lo miró. La camiseta grisácea que llevaba había oscurecido en el hombro dónde sus lágrimas habían calado.
-Lo siento - susurró.
-Más lo siento yo que pensé que te ibas a poner a dar botes de alegría y mira…- siguió bromeando.
Cath sonrió y miró el collar. Daren también lo miró.
-Tuviste una locura transitoria y decidiste gastarte unos cuantos miles de dólares en un regalo para tu hermana, ¿no?
-Sí - asintió él -. Fue algo así.


Daren esperaba a su hermana en el pasillo. Hacía cinco minutos que había picado a su puerta y ella le había contestado con un enérgico “salgo en un segundo”. En aquel momento ya supuso que aquel segundo iba a alargarse hasta algunos minutos, aunque esperaba que no fueran más de diez. Ya había oído llegar a algunos invitados y a sus padres ejercer de anfitriones. No deseaba aparecer en el jardín cuando todo el mundo ya estuviese allí en plan entrada triunfal, así que volvió a picar con los nudillos en la puerta de la habitación.
-Tu segundo ha pasado hace cinco minutos - suspiró.
-Lo sé, ya voy.
El chico se retiró de la puerta unos pasos y sucedió algo extraño.
El pasillo se convirtió en una calle oscura iluminada precariamente con algunas farolas que emitían una insuficiente luz anaranjada. Había una de ellas que incluso parpadeaba. No hacía frío a pesar de que Daren llevaba sólo el pantalón largo  del pijama y estaba descalzo. Se estaba mirando los pies, intentando saber que estaba haciendo allí, cuando oyó un jadeo y unos pasos. Levantó la vista hacia el frente y enseguida un hombre apareció por la esquina corriendo y mirando hacia atrás. ¿Lo  están persiguiendo?, pensó el chico. Entonces centro toda su atención en el rostro que se volvió hacia él. Un rostro desencajado por el miedo.
-¡Lista! - exclamó Cath abriendo la puerta. Daren parpadeó y volvió al pasillo de su casa. Su respiración se había acelerado -. ¿Qué te pasa? - preguntó seguidamente la chica clavando su mirada en la de él y con un tono preocupado en la voz.
-Nada…- articuló en un susurro. La imagen de aquel rostro lo había dejado sin aire.
-Estás tremendamente pálido - extendió la mano hacia el chico. Daren se la cogió y se la apretó con fuerza -. ¿Te has mareado?
-Creo que sí - mintió aún aturdido pero recuperándose con rapidez –. Pero estoy mejor. Creo que necesito comer algo, eso es todo.
-Bien - sonrió ella nerviosa.
Daren sabía que Cath esperaba un comentario, su cabeza funcionaba de nuevo con normalidad, así que la miró de arriba abajo y se acercó a ella.
-Estás preciosa - le susurró al oído.
-Gracias - sonrió ella inmensamente feliz y satisfecha -. Tú también estás muy guapo.
Cuando Daren se separó de ella y la volvió a mirar se detuvo en el collar. Ya había estado en aquella situación. Su sueño había sido exactamente aquel momento.
-Déjame tu mano izquierda - dijo seguidamente ella que había escondido algo a su espalda. Daren obedeció y alargó su zurda. Cath colocó un brazalete de piel en su muñeca que resultó ser un reloj -. Espero que te guste, felicidades - sonrió luego.
-Estuve a punto de comprarme uno…- empezó a decir mirándolo.
-¡Lo sé! - lo cortó ella. El chico la interrogó con la mirada alzando las cejas -. Te vi cuando los mirabas por internet.
Ambos sonrieron y Daren le ofreció su brazo para ir bajando. Ella se agarró a él y ambos empezaron a andar.
-Esto…- parecía divertido pensando lo que iba a decir –. No te acerques mucho a mis amigos esta noche, ¿vale?
Esta vez fue ella la que con cara de sorpresa lo interrogó con la mirada.
-¿Por qué?
-Son tíos Cath - le dijo él mirándola.
-¡Uy! Me habías asustado, pensé que iban a ser algún tipo de animal peligroso.
-Vamos hermanita, tú ya me entiendes.


Daren se despedía de los últimos invitados cerca de la salida de la finca. La fiesta se había alargado bastante sobre todo para los invitados más jóvenes, que resultaron ser los amigos del chico. Los más “chispeantes”, a causa del alcohol, que iban sentados en los asientos traseros de los tres coches con los que se habían desplazado, insistían en alargar la fiesta en alguna discoteca y en que el chico los acompañase.
-Podría venirse también tu hermana…- le gritaba uno desde el coche que quedaba más alejado.
-¡Cállate Jason! - le espetó el que conducía –. Estas como una cuba y luego te vas a arrepentir si dices algo más sobre Cath.
Daren sonrió y volvió a mirar a su mejor amigo que conducía otro de los vehículos. El chico parecía sobrio y relajado.
-Iros ya, anda - le dijo.
-Seguro que no te apetece venir - insistió el otro.
Los del asiento trasero se habían puesto a cantar el cumpleaños feliz.
-No. Creo que no me encuentro muy bien, así que lo dejamos para otro día.
-Está bien compañero - puso el motor en marcha y pidió un poco de orden a sus acompañantes.
-Id con cuidado, Larry. Mañana os pego un toque para ver cómo ha ido todo - sonrió Daren.
El chico afirmó con la cabeza y los tres coches salieron uno tras otro armando jaleo.
Daren esperó para cerrar la verja y conectar la alarma de aproximación a ésta y luego volvió paseando y disfrutando del silencio de la noche.
Cuando entró en casa sus padres y su hermana lo esperaban comentando la fiesta en el salón.
-¿Ya se han ido? - le preguntó Thomas, su padre, que fue el primero en verlo.
-Sí – suspiró dejándose caer en un sofá de piel de tres plazas junto a su hermana.
-¿Qué folloneros son, no?- comentó divertida Cath.
Daren volvió su cabeza hacia ella y ambos sonrieron.
-Bueno hijos, nos vamos a acostar que para nosotros esto ya es trasnochar – anunció Rebecca levantándose y mirando el reloj de pie que había junto a la chimenea y que en ese momento marcaba las dos algo pasadas.
-Os hemos dejado los regalos en vuestras habitaciones - sonrió Thomas -. El tuyo Daren será mejor que vayas a verlo mañana porque ya están todas las alarmas activadas.
-¿Qué pasa?¿Me habéis comprado un coche y está en el garaje?- bromeó él.
Sus padres se miraron entre ellos y luego miraron a Cath.
-Os juro que yo no he dicho nada. – Ella levantó las dos manos en señal de inocencia.
Daren se levantó del sofá de un bote como si hubiese recibido una descarga eléctrica y se quedó mirando a sus padres.
-¿Me habéis comprado un coche?- les preguntó luego incrédulo.
Su padre afirmó con la cabeza y Cath se echó a reír. Daren la miró.
-¿ Y tú lo sabías?
-Yo quería que te lo comprasen rojo pero al final papá y mamá se decantaron por el negro - comentó sin dejar de sonreír.
-Creo que hemos conseguido sorprenderte - afirmó complacida su madre.
Daren se acercó a ella y le besó la mejilla.
-Es demasiado mamá – le dijo.
-Bueno…- sonrió la mujer -. Creo que lo que tú le has comprado a tu hermana también es demasiado.
-Eres muy protector con ella, la mimas mucho, Daren - comentó seguidamente su padre.
-¡Oye, qué estoy aquí! - protestó Cath sonrojándose.
Después de uno momento de risas, todos empezaron a subir las escaleras. Rebecca y Thomas iban delante y los dos chicos los seguían bromeando entre ellos.
-Por cierto… ¿qué coche me habéis comprado?.
-Bueno… un Dodge Avenger R/T 2009, no sé si te gustará - dijo Thomas volviéndose hacia él.
-¡Vamos papá! – exclamó -. ¿Estás de broma, no?.
Todos se detuvieron y lo miraron. Daren supo enseguida que no bromeaba.


La llave del nuevo vehículo estaba sobre su cama, dónde también había un sobre. Daren lo cogió y sacó una tarjeta blanca escrita a mano. La letra era de su madre.
¡Felicidades hijo! Disfrútalo pero sé prudente.
Un beso,
Tus padres.

Después de leerla volvió a guardar la tarjeta en el sobre y la puso junto con la llave en la mesita de noche.
Mientras se quitaba la chaqueta del traje, que dejó sobre una silla, se dirigió a su cuarto de baño. Todas las habitaciones de la casa eran suites con baño completo propio. Se aflojó la corbata y se desabrochó la camisa mirándose al espejo. No se había olvidado de la visión que había tenido hacia unas horas, sólo había intentado no pensar en ella y aparentar normalidad ante su familia y sus amigos, pero en realidad estaba inquieto.
Después de cepillarse los dientes, volvió a la habitación. Seguía haciendo bastante calor, así que se puso sólo el pantalón del pijama y dejó la ventana entreabierta.
Cuando se echó en la cama el frescor de las sábanas le relajó el cuerpo. Estaba bastante cansado y aunque no había bebido demasiado, la cabeza empezaba a dolerle como si la resaca fuese a aparecer, así que cerró los ojos y se quedó dormido casi de inmediato.